El thriller convierte el juicio del caso en una disección de la pareja, que es la que realmente encarna la 'caída' a la que hace referencia el título del filme. La desmenuza, la muestra con crudeza sin corromperla, la coloca en el centro de un juzgado, rodeada de miradas que cuestionan, desconfían, dudan y opinan. Y lo hace en un contexto que rompe una de las principales normas del matrimonio: la privacidad, que en un tribunal desaparece. Lo que en su día ocurriera de puertas hacia dentro es expuesto en una amplia y abarrotada sala que tiene el poder de tomar partido. Y lo hace.
"Lo que más me importa de la película es el lugar de la negociación de la intimidad. Mejor dicho, la negociación en lo íntimo", explica a este periódico su directora, Justine Triet, en un encuentro con varios periodistas en el Festival de San Sebastián. Además de colocar al niño, que tiene once años y una ceguera parcial provocada por un accidente, en el centro del proceso. El juicio incluye una de las escenas más poderosas del largometraje, en la que se reproduce el audio de una fuerte discusión que la pareja formada por Samuel (Samuel Theis) y Sandra (Sandra Hüller) mantuvo en el pasado.
"El sonido, sin el vídeo, me parecía todavía más violento, porque te permite fantasear. Es mucho peor, por cómo el cerebro interpreta y dramatiza. Por eso a los seres humanos nos encantan las películas sobre juicios. Te permiten inventarte cosas. Ahí está el delirio. La sala como el lugar donde la verdad no importa. Antes pensaba que sí que nacía ahí, pero no. Es más bien el lugar de la ficción, donde cada uno inventa un relato para defender lo suyo. La verdad estaría en el centro, los dos van en paralelo, acercándose más o menos, pero no suelen tocar la verdad", expone la directora sobre la dinámica que se genera en estos procesos y la volatilidad de sus ansiadas certezas.
La cineasta parisina, autora de otros títulos como El reflejo de Sibyl (2019) y La batalla de Solferino (2013), ha hallado en la actriz Sandra Hüller a la mejor aliada para armar un largometraje que abraza lo complejo, lo antipático, lo contradictorio y lo 'mal visto' a ojos de un fiscal y jurado misógino. La sala funciona como un reflejo de la sociedad patriarcal que lo envuelve todo y condena a toda mujer que no cumpla con el canon impuesto. La intérprete alemana, protagonista de Réquiem (El exorcismo de Micaela, 2006) y Toni Erdmann (2016), encarna la firmeza de una mujer cuestionada por ser una escritora de éxito, por su gestión de la maternidad, su bisexualidad y su nada complaciente –y por tanto incómoda– personalidad.
"Cuando no tienes pruebas para culpar a alguien, como pasa en la película, empiezas a buscar alrededor. Lo malo es que ella no parece una víctima. Me divertía mucho retratar a una mujer que no pide permiso para escribir ni ocupar su sitio", comenta sobre las cualidades que hacen que, para el fiscal machista que ha elegido para la película, se tome a la novelista como una "provocación" en sí misma. Por existir, siendo como es. "Este tipo de personajes existen y me gusta exagerarlo aprovechando que es ficción", indica.
"Me interesaba mostrar a un personaje que pareciera sospechoso porque domina el idioma [es alemana, habla en inglés con su familia pero en el juicio tiene que hacerlo en francés], la palabra, el relato y su sexualidad. Todo lo que se vuelve en su contra durante el juicio. Es una amenaza porque es una mujer sólida y fuerte", describe sobre el ambiguo personaje por el que Hüller parte como una de las favoritas al Oscar.
La sorpresa en lo que atañe a estos galardones la dio Francia a finales de septiembre. Pese a que se esperaba que Anatomía de una caída fuera la elegida para representar al país galo, el escogido fue el melodrama culinario A fuego lento que lideran Juliette Binoche y Benoît Magimel. Una elección que desconcertó a Justine Triet tras haber ganado la Palma de Oro y su buen funcionamiento en taquilla. "Ha gustado a muchísima gente en EEUU", reivindica sobre el recibimiento que podría haber ayudado en su carrera para triunfar en Hollywood. "Estamos muy decepcionados, no lo voy a esconder", reveló.
Para saber si el título tendrá opciones en alguna categoría que no sea Mejor película internacional –en la que sí que cuenta con opciones La sociedad de la nieve de Juan Antonio Bayona, elegida para representar a España–, habrá que esperar hasta el próximo 23 de enero, día en el que se harán públicos los nombres de todos los nominados, y antes al 21 de diciembre, cuando se publicará el primer corte de títulos elegidos.
Uno de los motivos por los que Sandra es cuestionada al ver volar la intimidad de su matrimonio por los aires es la reciprocidad dentro de su relación. En la pareja, la llegada de un hijo trastoca por completo los tiempos, salvo para "los ricos" que pueden permitirse "tener a alguien ocupándose de ellos". "Ancestralmente siempre se ha dicho que las mujeres tienen un instinto natural que las liga a los niños y que, por lo tanto, tienen que ocuparse de ellos. Menos mal que esto ha cambiado hoy en día, pero en la película la base de la pelea es que ella impone 'su tiempo'", comenta la cineasta.
Reproches como "me robas tiempo" copan más de tres minutos de la sonada bronca del filme: "La gestión del tiempo está en el corazón de la película. Es muy central y no se ha hablado tanto en el cine". Quizás por ello el personaje de Sandra resulta tan discordante y atractivo. Que lo terminara resultando pasó por una medida búsqueda del equilibrio entre la interpretación de la actriz, sus líneas dentro del libreto y la paulatina exposición de los hechos. A ella le pidió que encarnara "la inocencia" y optó por un tono "lo más documental posible". Y "sin filtros": "No quería un compositor dedicado a la película, que a menudo colorea la opinión y el pensamiento".
Tras proyectar una primera versión de la película a compañeros, "demasiada gente" opinó que Sandra era "horrenda, asquerosa y culpable". "Me quedé un poco perpleja", afirma. "Nunca había tenido que repensar la escritura de la película en la sala de montaje", comparte sobre el trabajo posterior.
Anatomía de una caída es efectiva por su aparente frialdad. No arropa al espectador con artificios, sino que es dura y empuja a extraer conclusiones sin manual de instrucciones. De hecho, deja el puzle incompleto para que las piezas en forma de prejuicios, empatía, intuición y posicionamiento dependan de cada persona que acepte 'caer' en la radiografía de la pareja que propone Triet.