A escondidas es una recopilación más compacta, donde han entrado cuentos que no estaban en el original. Por lo tanto, se trata de un libro nuevo, pero partiendo de uno viejo. En este sentido, se rescatan los más fantásticos, pero un fantástico “pegado a la realidad capaz de llevarte a mundos diferentes del que conocemos o queremos conocer”, sostiene.
Zaldua es capaz de representar las contradicciones del ser humano en cuentos como Discutiendo conmigo mismo; recurrir a uno de sus rasgos más representativos como el humor en Cuando me prohibió leer en la cama; imaginar las repercusiones y el qué dirán tras nuestro fallecimiento en Muerte por Twitter; lanzar un guiño al cambio climático en Las moscas o a la Inteligencia Artificial en Los chorros del oro. El autor explica que lo que busca en cada uno de ellos es “subvertir lo que conocemos como realidad”, porque no lo tiene claro. Defiende que muchas veces lo que conocemos por real es “tan solo una construcción”. Por ello, incide en que sus cuentos tienen “mucho de lúdico y de juego como lo fantástico” y que le interesa esa parte para “ir un poco más allá de lo que vemos”.
En un total de 15 textos, el lector notará que no hay un tema concreto. Sin embargo, sí un ambiente. El escritor es capaz de metamorfosearse en personajes totalmente distintos, pero con obsesiones que suelen repetirse como la familia, la amistad o la pareja. “Lo fantástico suele conllevar un final más o menos sorpresivo, que es lo que precisamente la vida no nos suele dar. Se termina de una manera bastante poco sorpresiva en general la vida y ese elemento para mí tiene su gracia”, añade. Sin embargo, a medida que avanzamos se despliega una obsesión metaliteraria. Vamos a encontrar cuentos muy vilamatescos, donde la propia literatura se convierte en el tema y el acto literario pasa a ser una idea fija.
Precisamente, el juego metaliterario queda plasmado en relatos como Revisited y El traductor de Kafka. El autor donostiarra ?aunque residente en Vitoria? coloca a Kafka en Palestina. “Volví a Kafka cuando se tradujo al euskera por primera vez. Me sumergí en su biografía y ahí es donde me di cuenta de que, como muchos judíos de su época, había coqueteado con el sionismo”, explica. En el propio cuento se le da una segunda oportunidad a la vida del autor de Metamorfosis y se rechaza su muerte afirmando que siguió escribiendo. Iban Zaldua se pregunta “¿por qué no imaginar una segunda vida de Kafka?”, y para responder a ello utiliza su conocimiento como historiador, "poniéndolo en juego en el terreno literario”.
Pero siendo historiador, Zaldua se aleja de la literatura histórica, pues considera que la parte histórica es solo un apoyo, una tramoya. “Me fío más de los historiadores que de los novelistas para aprender del pasado. Cuando uso tramas históricas lo hago desde una conciencia absolutamente literaria y partiendo del hecho de que voy a escribir ficción”, sentencia.
Guerras civiles es uno de los cuentos del libro que más llenan de orgullo al autor. Hay una paradoja detrás de eso texto, al que define como “un cuento antimilitarista”. Zaldua asegura que partió “del imaginario del nacionalismo vasco” que es el que recibió en la escuela. El relato esgrime una visión de la historia de Euskadi, pero con un trasfondo a las guerras civiles del siglo XIX y XX. La paradoja se da en torno a los carlistas, considerados 'buenos' en las guerras del siglo XIX y 'malos' en la Guerra Civil y en el conflicto con ETA. “Si le preguntas a los que están en Ferraz dando la vara ahora, supongo que esos pensarán que los carlistas son los buenos”, comenta.
También admite el autor que otro de sus objetivos era “ir en contra de la épica de la narrativa bélica" que defendió de joven. Aunque posteriormente desarrolló “una conciencia muy antimilitarista” llegando a participar en el movimiento insumiso y en las protestas de los años 90. “Quería hacerle una enmienda al Iban de aquella juventud que era tan bélico y le gustaba ese discurso tan masculino”, afirma el autor.
En Guerras civiles, por un lado, se tratan de unir los puntos álgidos que han atravesado la historia de Euskadi en los siglos XIX y XX de forma irónica, pero sin que el cuento lo sea. Y, por otro, aplicar una cierta lectura antimilitarista a los relatos bélicos. “Se desdibujan un poco las fronteras y a mí me gusta ese terreno en el que no sabes lo que hay de realista y lo que hay de fantástico”, comenta el escritor sobre una dualidad interpretativa que también se da en el cuento Madre.
La voz literaria de Iban Zaldua tiene dos vertientes idiomáticas, por su condición bilingüe. El escritor no recurre a un traductor externo para sus libros, sino que los traduce él mismo. Defiende su postura diciendo que ha probado traductores externos, pero “aunque la traducción sea muy buena", no es su "escritura”. Insiste en que la autotraducción también tiene sus desventajas y es que “mientras autotraduces, no creas nada nuevo y no deja de ser una recombinación”. A su vez, aclara que no considera que una lengua sea más suya que la otra y que son las dos de él. Concluye en que le resulta “menos costoso traducirse que corregir a otros que pueden llegar a traducirlo”.
Sobre la crítica a la IA en el cuento Los chorros del oro, el autor explica que surgió por encargo para un libro de robótica de la Facultad de Informática de la Universidad del País Vasco. Sin embargo, se ha llegado a cuestionar la existencia de literatura escrita por IA. “Las máquinas acabarán escribiendo literatura y primero escribirán literatura barata, comercial y de fórmula”, asegura. Además, se atreve a puntualizar que “seguramente nos quedaremos sin trabajo, como les pasó a los tejedores ingleses con las máquinas de la Revolución Industrial”.
Más allá de sus apreciaciones, Zaldua considera que todo esto está “al caer” o igual “ya estamos leyendo libros escritos por IA”. El autor va un poco más allá y tira de ironía: “Incluso le habrán dado algún Planeta o finalista, si te descuidas”. El escritor no duda que “la IA pueda escribir un buen cuento”, pero la cuestión estaría en “hasta qué punto eso pueda ser bueno” Sobre todo, si tenemos como referencia la diversificación del campo de la narrativa breve. “Yo, sin entrar en pesimismos, creo que si no hay un colapso de la economía mundial y del mundo y de lo humano en general, pues ocurrirá”, zanja.