1. Entre Miss Marple y Bridget Jones
El cozy crime se puede considerar un híbrido entre la novela de detectives de la escuela inglesa, que tiene a Agatha Christie como máximo exponente –en los libros abundan los guiños a ella: M. C. Beaton incluso bautiza con su nombre a su heroína: Agatha Raisin–, y la chick-lit de El diario de Bridget Jones, el éxito noventero de Helen Fielding. Del primero hereda el crimen sofisticado, sin recrearse en las descripciones escabrosas y en ambientes de la alta sociedad, a menudo con estructura de whodunit o su variante de habitación cerrada. De la segunda, se lleva el humor alocado y la encantadora torpeza de una protagonista que no encaja en el arquetipo de la agente policial seria y eficiente, además de cierta afición al dulce y la ropa. También el cozy crime da lugar a ciclos más o menos largos de novelas que se pueden leer por separado.
2. Made in England
Como tantos fenómenos (no solo literarios), el cozy crime lo escriben, sobre todo, en la tierra de su inspiradora: el Reino Unido. Más allá de la factura narrativa, menos oscura que las corrientes de Estados Unidos y los países nórdicos, la cultura inglesa, su estilo de vida, sus costumbres arraigadas, siguen produciendo fascinación en Occidente. Esto incluye algunos de sus iconos, como la reina Isabel II, que se convierte en investigadora en El nudo Windsor, de S. J. Bennett. No es la primera vez que la reina protagoniza una novela: Alan Bennett hizo de ella Una lectora nada común, y Ledicia Costas la imaginó como una bisabuela entrañable que encarga churros con chocolate para la merienda de los niños en su libro infantil La señorita Bubble: Dios salve a las reinas.
Jane Austen, otra investigadora sorpresa en los cozy crime3. Investigadoras amateurs
La mayoría de protagonistas no son detectives profesionales, ni por su cargo ni por su personalidad, con cierta excentricidad o desmaña, rasgos que despiertan la simpatía del lector. La mencionada Agatha Raisin es una relaciones públicas jubilada que vive en un apacible cottage de las Midlands; en Un crimen con clase, de Julia Seales, tenemos a una joven casadera de la alta sociedad que vive en secreto su fascinación por las noticias de sucesos; en La camarera, de Nita Prose, la empleada novata y tímida que da título a la novela debe tomar la iniciativa del caso si no quiere ser señalada como culpable. Ah, y la reina Isabel II no es el único icono British: la última en sumarse al elenco es nada menos que la autora de Orgullo y prejuicio, en Jane Austen investiga, de Jessica Bull.
4. Entorno doméstico
Nada de cadáveres descuartizados flotando en un río sucio: los crímenes cozy suceden en habitaciones, cocinas o salones de lo más chic: van desde los ambientes elegantes, cercanos a los clásicos de Agatha Christie, de la detective del Londres de entreguerras Maisie Dobbs, de Jacqueline Winspear, o el castillo de Windsor, donde muere uno de los invitados de la reina en El nudo Windsor, a entornos más pintorescos como los pueblos por donde se mueve la Agatha Raisin de M. C. Beaton o la trastienda del hotel donde trabaja la camarera reconvertida en investigadora de Nita Prose. Son, eso sí, mujeres de clase alta o que se mueven entre gente que pertenece a este círculo.
5. Estética instagrameable
Si alguien piensa que el público potencial de este género son las ancianas que escuchan la radio analógica, con toda seguridad está errando el tiro. Los casos que resolver suelen estar relacionados con lugares u elementos que abundan en las fotografías más cuquis de las redes sociales: de las tazas de té con diseño de época a las casas en la campiña inglesa dignas del hashtag #cottagecore, pasando por el encuentro de lectores de El Club del Crimen, de C. A. Larmer o la ya citada Jane Austen investiga, una protagonista que por sí sola arrastra un fervor por las costumbres, la moda y las reliquias decimonónicos. Hay incluso una serie digna de la etiqueta #DarkAcademia: la de Justina Jones, la jovencísima detective de Elly Griffiths. Hasta las cubiertas tienen unas ilustraciones y colores que evocan una estética amable y vintage.
Justina Jones, otra joven investigadora del fenómeno literario del momento6. La comida, mucho más que una necesidad fisiológica
Anthony Berkeley sabía que no hay nada como unos bombones envenenados para matar sin dejar rastro… o casi. En el cozy crime, la presencia de comida merece una mención aparte: al tratarse de ambientes domésticos, los crímenes se relacionan con aquello que queda a mano y a menudo se producen en lugares donde se come, como el hotel de La camarera, los festines de Su Graciosa Majestad o el concurso de cocina de Agatha Raisin y la quiche letal. Más allá de Inglaterra, el japonés Hisashi Kashiwai triunfa con Los misterios de la taberna Kawabata, en la que una pareja de detectives formada por padre e hija rastrea a los comensales de su restaurante para servirles un plato que evoque sus recuerdos; más cozy que criminal, pero apetecible en cualquier caso.
7. Viajando por el mundo
Agatha Christie también era conocida por sus viajes y su pasión por la arqueología, que demuestra en novelas como La venganza de Nofret, ambientada en el Antiguo Egipto. Sus herederas también han aprendido de ella en este aspecto: Erica Ruth Neubauer se traslada a El Cairo en los años veinte para narrar la historia de una joven viuda que se hospeda en un hotel donde se produce un asesinato. Tendrá que convertirse en una detective improvisada si no quiere que la señalen como culpable.
8. También para los más jóvenes
La mencionada Justina Jones, la heroína de Elly Griffiths, es una niña de once años que estudia en un colegio digno de Miércoles Addams. En el primer libro del ciclo, Secretos en el internado, trata de averiguar quién está detrás de la muerte de una criada mientras lidia con las trifulcas con sus amigas. En esta línea también está la novela gráfica Sara y Jamila salvan el verano, de Gillian Goerz, donde dos amigas buscan por el barrio a una mascota desaparecida. Una forma divertida de despertar el gusto por la lectura en los más jóvenes.
Sara y Jamila salvan el verano9. Recuperaciones de otras maestras del género
Suele ocurrir: cuando un género se pone de moda, los clásicos en los que se inspira vuelven a las mesas de novedades; si hace falta, con un traje nuevo para la ocasión (¿alguien se acuerda de lo que ocurrió con las cubiertas de los libros preferidos de la protagonista de Crepúsculo, el best-seller de vampiros purpurina de Stephenie Meyer?). Agatha Christie nunca ha dejado de estar presente en las librerías, pero sus coetáneas no han tenido tanta suerte. Lumen recuperó a otra grande del género, Dorothy L. Sayers, rebautizada, eso sí, como “reina del cozy crime”.
La editorial Siruela, por su parte, lleva años elaborando una exquisita colección de clásicos policíacos, donde figuran escritores de ese periodo, como Anita Blackmon. Y, entre las novelas que parecen más recientes, algunas no lo son tanto en realidad: la serie de M. C. Beaton, una de las más celebradas, se empezó a publicar en los noventa y el último tomo en inglés data de 2019, año del fallecimiento de la autora. En España, había empezado a publicarla Círculo de Lectores en 2014. Sea como sea, cualquier excusa es buena para acercar los libros, que cada vez tienen una vida más corta en las librerías, a las nuevas generaciones de lectores.
10. Vocación de entretenimiento
Digámoslo sin tapujos: el cozy crime nace con el fin de entretener. Sin más. No, no todo lo que se edita en forma de ficción tiene que hacer filosofar, denunciar las desigualdades o penetrar en las zonas más recónditas del alma humana. Ni tampoco las vacaciones son (solo) para ese clásico de mil páginas eternamente pendiente; puede que el Ulises sea un poco pesado para leer en la tumbona. Como en la música o el cine, en la literatura hay novelas hechas para divertir sin complicaciones, y es importante que estén bien hechas, que sus autores dominen el oficio. Estos, al menos, han aprendido de una gran maestra.