Cándido Méndez (Badajoz, 1952) repite varias veces en su último libro 'Por una nueva conciencia social' (Editorial Deusto) una frase de François Mitterrand: “Todo empieza por el trabajo”. Incluso le sirve para criticar a su partido, Méndez fue diputado del PSOE por Jaén entre 1980 y 1986. El ex secretario general de UGT señala que los socialistas han perdido su esencia, se han olvidado del trabajo como factor de integración económica para centrarse en otras causas, “lo que ha contribuido al debilitamiento de los partidos socialdemócratas y al reforzamiento de los partidos de extrema derecha.
Frente a los retos del empleo, el ex secretario general de UGT tiene claro que los salarios no son los culpables de la baja productividad en España y le lanza la pelota al empresariado: “España está retrasada en términos de innovación tecnológica, pero en estos años se han ido 800.000 jóvenes titulados españoles. Son jóvenes que trabajan, por ejemplo, propiciando el cambio digital en Alemania. Es un elemento que los empresarios deberían mirar: ¿Por qué trabajadores que parece que a ellos no les sirven son muy útiles fuera?”.
Sobre la reducción de jornada, no tiene dudas: “Dinamarca es un país muy productivo, con elevados niveles salariales, con poco desempleo y con la jornada laboral de 33 horas de media a la semana. México es el país con la jornada laboral más alta, con más empleo informal y con desigualdades brutales. ¿Usted a quién se quiere parecer?”.
¿Por qué es necesario ahora una nueva conciencia social?
Una nueva conciencia social era necesaria con anterioridad. Creo que tenemos una discordancia entre lo que es el grado de conciencia social con la necesidad de luchar contra el cambio climático. También con la desigualdad, que es un lastre para la economía y un veneno para la democracia, de la que incluso participa la OCDE, cuando antes se pensaba que era un factor dinamizador del crecimiento económico. El problema es que procrastinamos, es decir, dejamos para el día siguiente lo que tendríamos que hacer hoy. Hay que asentar la nueva conciencia social de que si somos coherentes con que tenemos que alcanzar la neutralidad climática, hay que abandonar el modelo de crecimiento económico que existe, basado en el paradigma de que es indefinido. Esto exige un cambio radical en los modos de vida, en la redistribución de la riqueza, en el uso de los recursos naturales, en la utilización del agua, en el concepto de trabajo, etcétera.
¿Cree que hay que abogar por el decrecimiento?
El término decrecimiento no me atrae, es una expresión que es fruto de un prejuicio, que puede tener un sentido peyorativo y se utiliza como arma arrojadiza. La neutralidad climática pretende la superación de nuestro modelo económico de los combustibles fósiles. Sin embargo, vamos a pasar de una dependencia de los combustibles fósiles a la dependencia de los minerales críticos. Hay que intentar hacer un uso intensivo de los recursos materiales, no extensivo ni despilfarrador, con mucha importancia en todo lo relacionado con el reciclaje. Un modelo con un cambio en la lógica productiva donde el crecimiento económico tiene que eliminar la aportación de carbono, extremar el mejor aprovechamiento de los recursos naturales como el agua.
El agua se ha convertido en un motivo de pugna territorial en España.
Tenemos dos motores muy importantes de crecimiento económico: el agroalimentario y el turismo. Hay zonas de España como el Levante, donde hay una lucha por el agua, porque la industria agroalimentaria utiliza mucha agua y el turismo está utilizando un consumo de agua que equivale, según algunas estimaciones, a cuatro veces el consumo normal en nuestro país. Esto obliga a reconsiderar el modelo. No es una cuestión de seguir generando empleo a toda costa, hay que ser más productivo. Pero hay costes externos que no se cuentan y que provocan situaciones de competencia desleal que te hacen entender la posición de los agricultores y ganaderos europeos. Por ejemplo, se trae cordero de Nueva Zelanda que se vende en España a precios competitivos, pero nadie tiene en cuenta el proceso de contaminación que genera el transporte desde Nueva Zelanda. Ese coste real no se computa y se debería hacer.
¿Qué falla en la economía de España?
Tenemos un problema de adaptación general en la sociedad española. España tiene muchísimas virtudes. Desde 1977, en un tiempo récord, nos hemos aproximado a los estándares democráticos y sociales de la Unión Europea. Desde 2001 hemos reducido en diez puntos las diferencias de salario con Alemania. Puede parecer poco, pero estamos convergiendo. Ahora bien, tenemos graves problemas. El problema de la desigualdad en España es una constante. Las desigualdades no solo entre los territorios sino dentro de los territorios. Las desigualdades en Andalucía son mucho más elevadas que en Navarra o en el País Vasco. Hay una frontera norte-sur entre comunidades autónomas y dentro de ellas. También tenemos el problema del paro juvenil. Son una serie de factores que están perviviendo en el tiempo.
Usted que ha sido diputado por el PSOE, ¿cómo ve ahora al PSOE?
El Partido Socialista ha jugado y va a seguir jugando un papel formidable en la restauración de las libertades democráticas. Los grandes avances en servicios públicos en España, que son algo fundamental, se han producido con una gobierno socialista, especialmente en la época de José Luis Rodríguez Zapatero. Ahora, creo que se da un fenómeno que aqueja a todos los partidos socialdemócratas: se han ido perdiendo las señas de identidad. Desgraciadamente vamos con retraso en la implantación de un modelo socialdemócrata, sobre todo en términos de servicios públicos. En el libro recojo una frase de François Mitterrand: “Todo empieza por el trabajo”. Es el factor de integración económica y se ha sustituido por causas nobles, pero sectorializadas. Se ha sustituido la igualdad por una serie de igualdades. Esto ha contribuido al debilitamiento de los partidos socialdemócratas y al reforzamiento de los partidos de extrema derecha. Tenemos una responsabilidad indirecta en ese sentido, muchos trabajadores se han sentido desamparados y se han acogido soluciones simples y sencillas para sus problemas. Si el PSOE hiciera una apuesta por recuperar las esencias, le iría mejor.
¿Por qué es tan difícil poner de acuerdo a la izquierda?
Hay una parte de la izquierda que al grito de unidad se escinde. La verdad, no acierto a entenderlo. Es parte de nuestra historia, aunque deberíamos superarlo no encuentro el remedio. A las izquierdas nos unen las ideas, a las derechas les unen los intereses económicos. Sin embargo... No encuentro el remedio.
Un momento de la entrevista de Cándido Méndez, exsecretario general de UGT, con elDiario.es.Usted escribe en su libro: “Que España aspire a ser la Florida de Europa no es intrínsecamente perverso, ya que nada impide que pocos kilómetros hacia el interior pueda haber fábricas sofisticadas de chips o de nuevos materiales, aunque debemos reconocer que somos mucho mejores en gestión turística que en alta tecnología”. ¿Cuál debería ser el modelo económico al que debería aspirar España?
Una serie de pilares de nuestra economía van a sufrir una profunda transformación. Por ejemplo, el sector del automóvil tiene unos 440.000 trabajadores contando con la industria auxiliar. Pero es que además de empleo, genera cohesión territorial porque las factorías están repartidas por toda España. El cambio del modelo de combustión interna al de motor eléctrico genera una reducción de la carga de trabajo muy grande que es difícil de cubrir, incluso, implantando fábricas de baterías. Hay que repensar el modelo. Es necesario un plan estratégico por el empleo y la productividad. Ahora la tecnología nos permite trabajar en cualquier lugar de España siempre que tenga cobertura. Primera conclusión: hay que tener unos niveles de cobertura de Internet en todo el territorio, hay que darle tanta importancia como al agua y a la electricidad. Es necesario un fortísimo consenso social e institucional, porque estamos hablando de planificar con luces largas.
También hay un problema de vivienda que es muy preocupante.
Sí, especialmente para los jóvenes. Habría que incorporar otra dimensión en el análisis que es el factor trabajo. Hay carestía de vivienda en Madrid, porque hay oferta de trabajo. Hay que deslocalizar trabajo, planificar para llevar el empleo a la España del interior utilizando la tecnología y así no perdemos cohesión territorial. En España hay diez grandes ciudades, capitales de provincia, que son los que aglutinan la especulación inmobiliaria y en paralelo tenemos un 36% del parque de viviendas vacías. Soy escéptico con las leyes de vivienda, más aún si no tienen consenso suficiente. La última ley de Vivienda la respaldó Esquerra Republicana y luego la Generalitat catalana la recurrió al Constitucional. Así no se puede funcionar.
Usted usa el acrónimo D3: Descarbonización, Digitalización y Derechos para hablar del futuro del empleo, pero lo que nos encontramos es poca formación de los trabajadores, que a veces son los paganos de la descarbonización y que se utiliza la digitalización para despedir.
Sí, es un triángulo virtuoso: descarbonización, digitalización y derechos en el trabajo. No entiendo por qué las actuaciones públicas están separadas. Hay un ministerio de transición verde, hay un ministerio de transformación digital, cuando sus actuaciones están entrelazadas. Si estos dos objetivos se vinculan al factor trabajo y hay un compromiso claro por parte de las instituciones políticas, empresarios y sindicatos se puede combatir la incertidumbre. Hay que reconciliar las necesidades de empleo, mantenimiento de las rentas y de la actividad y alcanzar la neutralidad climática. Aunque la ciudadanía debe ser consciente de que exige cambios profundos.
La transición justa ha funcionando para sectores como la minería y la electricidad, donde los trabajadores tienen buenos salarios y se puede abordar procesos de reconversión. Pero es que la neutralidad climática va a afectar al sector del turismo, al automóvil y a otros sectores de la economía. ¿Qué mensaje le enviamos? En España tenemos dos grandes enclaves turísticos muy importantes que son las islas. A Baleares y Canarias se llega principalmente por avión, que es uno de los medios de transporte más contaminantes. No es fácil a corto plazo encontrar un sustituto a esos motores de combustión. ¿Cuál es la solución? Porque se plantean algunas que pueden provocar un encarecimiento de los costos y que esos destinos dejen de ser atractivos.
Usted escribe en su libro: “Es la rentabilidad la variable que suele tener más peso”. ¿Se puede confiar en las empresas para lograr esa nueva conciencia social?
En 2001 los parados mayores de 55 años eran el 6% de la población laboral. 20 años después el 19% de los parados son mayores de 55. Entonces, ¿qué hemos hecho en estos años? Si ya teníamos conciencia de este problema. En España hay diez millones de trabajadoras y trabajadores que necesitan un reciclaje de formación: seis millones tendrían que hacer un curso de un año y cuatro millones cursos de seis meses o inferior. Yo no percibo, salvo en las grandes empresas, que sea un objetivo nacional. En los años del furor de la economía -2001 y 2002- tuve conversaciones con empresarios que decían que había que traer encofradores de Colombia. Ahora volvemos con el mismo discurso. Bueno, si vienen con buenas condiciones y se les paga el convenio de España, pero no es una solución a largo plazo.
Tenemos una situación paradójica, los empresarios deberían analizarlo con seriedad. España está retrasada en términos de innovación tecnológica, pero en estos años se han ido 800.000 jóvenes titulados españoles. Son jóvenes que trabajan, por ejemplo, propiciando el cambio digital en Alemania. Es un elemento que los empresarios deberían mirar: ¿Por qué trabajadores que parece que a ellos no les sirven son muy útiles fuera? Tengo la sensación de que estamos perdiendo una oportunidad con los fondos europeos. Ojalá me equivoque.
¿Por qué dice los de los fondos europeos?
En el año 2026 se supone que tendrían que estar ejecutados los fondos europeos. Pero no sabemos nada. Se ha adjudicado algunos, pero no se sabe cuál ha sido la ejecución práctica. Me temo que vamos a tener un pelotera entre las comunidades autónomas y el Gobierno. He leído que el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, ha convocado a las comunidades para decirles que hay que gastar 10.000 millones de euros de los préstamos. No me parece que sea una manera de funcionar. ¿Dónde está un plan a largo plazo? En fin.
Propone la necesidad de rediseñar el sistema fiscal y aboga por el principio del ‘sin tax’, impuesto al pecado. ¿Lo puede explicar?
Hay que hacer una reforma fiscal en España. Hacer una reconsideración de la fiscalidad en su totalidad. Abandonar aquello de que bajar impuestos es de izquierdas o de derechas. La aproximación al debate debería ser para qué sirven los impuestos. Los ciudadanos estarán más conformes a pagarlos si ven que se utilizan adecuadamente. Yo creo que hay que utilizar los 'sin tax', que sería como un impuesto al pecado. Ya existen, ahí están los impuestos especiales al alcohol, el tabaco... Hay que tener impuestos al pecado e incentivos a la virtud. Incentivar a las empresas para que generen empleo de calidad y aprovechen adecuadamente los recursos materiales con un modelo de rentabilidad. Tendrían que pagar más impuestos los empresarios que provoquen precariedad. También deberían pagar más los que despilfarran de manera irresponsable los recursos naturales.
La última excusa para oponerse a subir los sueldos a los trabajadores por parte de los empresarios es la supuesta baja productividad de la economía española, ¿qué le parece?
Es verdad que hay baja productividad, pero por qué. ¿Son los trabajadores poco productivos? No lo parece, si fuera así los 800.000 trabajadores españoles que se han ido fuera de España no los habría contratado nadie. El hecho de que tengamos 800.000 titulados fuera de España interpela a los empresarios. ¿Qué diferencia tiene usted en su mentalidad empresarial respecto a los empresarios alemanes o belgas? Eso es lo primero que hay que ver. La productividad no se mejora reduciendo salarios. La baja productividad en España responde a una serie de factores que hay que ir cambiando gradualmente. El primero es que el tamaño de las empresas sí importa. Tenemos empresas de más de 250 trabajadores que tienen los mismos niveles de productividad que las empresas europeas, pero son pocas. El tejido empresarial exige cambios. Además, en España ni la inversión pública ni la inversión privada está a la altura. Otro dato interesante: según Eurostat, en España el 29% de los trabajadores tiene un bajo nivel educativo mientras que entre los empleadores llega al 34% y en los autónomos, al 35%. En Alemania, los trabajadores con bajo nivel educativo son el 16%, los empresarios llegan al 11%y los autónomos, al 10%. En España tenemos un problema muy serio de cualificación de trabajadores y empresarios. Esto hace que no acabe de penetrar la innovación tecnológica.
El exsecretario general de UGT, Cándido Méndez.También se ha señalado la productividad para rechazar la reducción de jornada.
Es que no se puede abordar estos temas con argumentos simples como se está haciendo. En el libro pongo un ejemplo claro para afrontar la reducción de jornada. Dinamarca es un país muy productivo, con elevados niveles salariales, con poco desempleo y con la jornada laboral de 33 horas de media a la semana. México es el país con la jornada laboral más alta, con más empleo informal y con desigualdades brutales. España está en el medio de ambos países, según los datos de la OCDE. Si se establece una relación causa efecto de que la reducción de jornada perjudica la productividad no se está diciendo la verdad. Se tendrán que plantear algo que llevamos repitiendo los sindicatos hasta la saciedad: ¿usted a quién se quiere parecer, a nuestros vecinos del norte de África o a nuestros vecinos en el centro de Europa?
Usted es muy crítico con Renta básica universal: “La renta básica universal es una invitación a bajar los brazos y abandonar la lucha por la dignidad de los seres humanos”. ¿Qué hacemos si con la digitalización y la robotización de la industria no hay empleo?
Soy partidario del ingreso mínimo vital, que no es lo mismo. La renta básica universal está en el debate económico desde los años 60 del siglo pasado, cuando se empezaron a implantar los primeros robots en las fábricas y se empezó a teorizar sobre la sociedad del ocio. Hoy los los países más robotizados son los que menos paro tienen. La robotización lo que ha hecho ha sido amplificar la capacidad del factor trabajo, no sustituirla. Ahora nos está pasando algo parecido con la digitalización. Es cierto que se está produciendo una precariedad y deterioro de los salarios, pero no tiene tanto impacto en el volumen de empleo. Miro las estadísticas del INE y veo que el empleo en las oficinas crece aunque se decía que con la digitalización iban a desaparecer muchos. Esto no quiere decir que no haya riesgos pero con formación se puede solventar.
¿Cómo debería ser el sindicalismo del siglo XXI?
El sindicalismo es una de las instituciones democráticas de España que ha demostrado más capacidad de adaptación, aunque hay dos velocidades. En las grandes empresas, los sindicatos se adaptan para abordar los retos de la robotización, la digitalización o la reducción de de gases de efecto invernadero. En empresas más pequeñas hay otras dinámicas pero los sindicatos no podemos cambiar la realidad de una empresa, son fundamentalmente los empresarios los que tienen que aportar la mayor cuota de responsabilidad para orientar la empresa.
Ahora los sindicatos están más reforzados. La fortaleza la demuestras cuando influyes y los sindicatos españoles lo han demostrado en la reforma laboral, con la ley rider, con el salario mínimo, las cuotas de empleo, la cobertura de desempleo o a través de la subida de salarios con el acuerdo interconfederal. Son sindicatos con un acervo suficientemente solidario para tener una visión global.