Un estudio del Banco de España señala que la mayoría de los hogares tiene una percepción más pesimista sobre sus ingresos de lo que realmente es, y eso les lleva a reducir sus gastos. La crisis de inflación, la vivienda, el trauma de la burbuja inmobiliara y los cambios demográficos explican esta tendencia
El Banco de España vuelve a elevar la previsión de crecimiento al 3,1% este año y al 2,5% en 2025
La crisis de inflación, la vivienda, el trauma de la burbuja inmobiliaria y los cambios demográficos han distorsionado la percepción de las familias sobre la situación económica.
Incluso sobre sus propios ingresos y su poder adquisitivo, añadiendo un extra de pesimismo. Esta visión errónea de la situación económica lleva a los hogares a frenar el consumo y ahorrar lo que pueden, en algunos casos por precaución o miedo y, en otros, para poder aspirar a comprar o alquilar una casa.
Los datos son los siguientes. Casi un 67% de las familias de nuestro país afirma que sus ingresos se han reducido en el último año. Apenas una de cuatro dice que se han mantenido. Y solo un 8,5% señala que han aumentado. Estas son las respuestas recogidas por la encuesta de expectativas de los consumidores del Banco Central Europeo (BCE) y el Banco de España, realizada en septiembre.
Estos resultados muestran un panorama sombrío de nuestra economía. Una percepción pesimista que contrasta con las cifras, previsiones y estadísticas que destacan el crecimiento de la actividad, del empleo y de las rentas, sobre todo de las más bajas, en los últimos años en España. El propio análisis de la banca central advierte de este choque —como se observa en el primer gráfico de esta información—, y destaca que la realidad observada es diferente, más positiva: solo un 23% de los hogares ha sufrido una caída de sus ingresos, algo más de la mitad los ha mantenido y uno de cuatro los ha elevado.
El gran problema de esta visión errónea de la situación económica es que lleva a las familias a frenar el consumo, según lamenta el Banco de España. Según sus cálculos, “el impacto diferencial” sobre el gasto de los hogares de tener una percepción “desfavorable” sobre la evolución de sus ingresos es de cerca de 2.000 euros de media al año en bienes no duraderos (alimentos, combustible, cosméticos y de aseo personal, de limpieza o medicamentos); de algo más de 1.500 euros en ocio y transporte; y de alrededor de 500 euros en vestido y calzado.
Es decir, los más pesimistas consumen menos, y esa es una de las principales razones por las que, en la Contabilidad Nacional, el crecimiento del gasto de las familias va retrasado respecto al avance del PIB agregado. Un último ejemplo que da el Banco de España: uno de cada cuatro hogares que percibe unos ingresos inferiores a los que realmente tiene ha retrasado la decisión de adquirir un automóvil.
Los economistas del regulador financiero aclaran que para la evolución percibida de los ingresos (en el primer gráfico de esta información) se recoge la proporción de hogares que percibe que los ingresos del hogar han crecido más, menos o aproximadamente igual que los precios entre septiembre de 2023 y el mismo mes de 2024. Para la evolución observada (real), recoge la proporción de hogares para los que los ingresos laborales reportados por el encuestado han crecido más, menos o igual que la inflación observada en el mismo periodo. Se dispone de información sobre los ingresos por rangos —por deciles, del 10% más pobre al 10% con más renta—, “por lo que el porcentaje de hogares en los que el encuestado indica que sus ingresos laborales han aumentado recoge aquellos que han pasado a un rango de ingresos más elevado, o al contrario si han caído”.
Una de las fuentes estadísticas más fiables para medir la evolución de los salarios —la principal fuente de renta de las familias— es la Encuesta de Estructura Salarial (EES), que se publicó recientemente y que elDiario.es analizó en este artículo. Según los datos de este sondeo que se realiza cada cuatro años, y que en su última oleada ofrece información sobre 2022, frente a 2018, los sueldos de los españoles han aumentado con fuerza, y principalmente los más bajos, gracias a las subidas del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) y a la reducción de la temporalidad de los contratos por la reforma laboral.
De hecho, si se descuenta la inflación acumulada de 2018 a 2022, de un 12,5%, el 30% de los más pobres —los tres deciles con menos ingresos— han ganado poder adquisitivo en el periodo analizado, según esta encuesta, y el resto apenas ha perdido, pese a la crisis de precios, especialmente intensa precisamente en 2022. Estos datos concuerdan con la realidad observada por el estudio del BCE y el Banco de España.
Así subieron los salarios en 2018 y 2022 entre los que más y menos cobranSubida de sueldo al año y por hora en cada percentil de salarios brutos anuales en 2022 respecto a 2018 y 2018 respecto a 2014
Fuente: Microdatos de la Encuesta Cuatrienal de Estructura Salarial 2014, 2018 y 2022 (INE)
Los economistas del regulador financiero han ahondado en estas cuestiones, para buscar causas y consecuencias. “¿Qué proporción de un premio de lotería equivalente a un mes de ingresos gastarían en los siguientes 12 meses?”. Esa es la pregunta con la que la Encuesta Financiera de las Familias (EFF) del Banco de España determina la conocida como la “propensión marginal al consumo”. Es decir, las ganas que tienen los hogares de gastar cuando aumentan su renta. Comparando las respuestas de 2018 con las de 2022, los economistas de la institución detectan que esta propensión marginal al consumo ha caído en general. Este fenómeno “habría sido más acusado entre los hogares de mayor renta y en aquellos sin vivienda en propiedad”, prosigue.
El ahorro de las familias supera los niveles históricosEsta tendencia se puede comprobar en otras estadísticas, como la tasa de ahorro de los hogares en España, que calcula el INE. Este indicador aumentó en el primer semestre de este año hasta rozar el 14% de su renta disponible bruta —en términos menos técnicos: de media hemos guardado 1,4 euros de cada 10 euros que hemos tenido para gastar después de pagar impuestos, incluidos los depósitos o los productos financieros considerados a la vista—. Este nivel es un máximo no visto desde el récord de la primera parte de 2021 (18,9%), durante la pandemia, cuando las opciones para consumir estaban muy limitadas. Las previsiones apuntan a que esta tasa de ahorro acabará el año en el 13,3%, algo más de un punto por encima del nivel de 2023 (12%) y casi cinco puntos más alta que el promedio entre 1999 y 2019 (8,7%).
Este comportamiento “conservador” o de “cautela” de las familias debería cambiar con la moderación de la inflación —que junto a las subidas de salarios conlleva recuperación de capacidad de compra tras el daño sufrido entre 2021 y 2023—, con la fortaleza del mercado laboral—en el tercer trimestre se alcanzó un nuevo récord con 21,8 millones de trabajadores, lo que también aumenta la renta disponible de las familias porque trabajan más personas en cada una de ellas de media— y con las bajadas de los tipos de interés. “Resulta de considerable interés”, admite el grupo de expertos que firma el último “Observatorio sobre el ciclo económico en España” del centro de análisis Fedea. “Nadie lo había previsto”, reconoció, por su parte, Raymond Torres, el director de coyuntura económica, en la presentación de la actualización de las previsiones de Funcas en octubre.
Las explicaciones sobre esta propensión de las familias a ahorrar más que antes de la pandemia —y, por tanto, a consumir menos— se ven obligadas a romper con las tendencias históricas. “Los niveles de ahorro actuales solo se han observado en contextos de elevada incertidumbre. Es la primera vez que se aprecian estos niveles en un entorno de creación constante de empleo”, señala el informe de proyecciones económicas de BBVA Research.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) también ha atendido esta cuestión en su informe regional sobre Europa: “La baja confianza de los consumidores y la incertidumbre sobre las futuras perturbaciones en sus ingresos han aumentado el ahorro por precaución y, en consecuencia, las tasas de ahorro se han mantenido por encima de los niveles anteriores a la pandemia. Esto se ha sumado a los efectos de los altos tipos de interés”, por la austeridad monetaria del Banco Central Europeo (BCE).
Raymond Torres comparte esta reflexión y le pone otro nombre al “ahorro por precaución” del FMI: “Es el trauma de la crisis financiera, que sabemos que en otros países como Japón llegó a dejar una huella a una generación entera”. Según opina este experto, “es verdad que con los tipos de interés altos es más interesante ahorrar que en épocas anteriores, donde el ahorro estaba prácticamente penalizado. Pero el actual comportamiento del ahorro va más allá de la relación tradicional con los tipos de interés, porque además estamos viendo un desendeudamiento adicional. Tras la crisis financiera, tanto los hogares como las empresas están tendiendo a tener un comportamiento particularmente cauteloso en un entorno incierto”.
Esas familias que arrastran el “trauma” del estallido de la burbuja inmobiliaria, la crisis del euro, el shock de la pandemia y, por último, el pico de inflación tienen entre sus peores pesadillas las insoportables tasas de paro de hace solo una década o el drama de los desahucios por impagos de hipotecas. Un “trauma” que coincide con un acceso a la vivienda cada vez más complicado. Mientras, el Banco de España suma una última causa: “El peso de los hogares con cabeza de familia de nacionalidad extranjera ha aumentado en más de cuatro puntos porcentuales en España desde 2019. En promedio, estos hogares ahorran más que el resto (una vez tenidos en cuenta los otros determinantes principales de la tasa de ahorro)”, finaliza.