La actriz británica Helen Mirren destila seguridad, aplomo y estilo sobre la alfombra roja de cualquier festival de cine, pero también cuando interpreta un personaje al que ella hace tan grande como su historia. En la piel de Catalina la Grande demuestra determinación y audacia.
Helen Mirren sobresale, siempre reina: primero dio vida a Isabel II de Inglaterra, la actual monarca de los británicos, en "The Queen", y ahora, por obra y gracia del escritor Nigel Williams, se ha convertido en "Catalina la Grande" en la serie de televisión que se puede ver en Sky.
La Rusia Imperial del siglo XVIII luce en su glorioso esplendor bajo la batuta de la emperatriz rusa.
Durante la presentación de la serie la actriz confesó que la historia de Catalina siempre le había fascinado, "no solo por la conexión personal que tengo con Rusia, sino también por el exotismo de la región en el siglo XVIII y el estilo casi medieval de la vida en esta época". Mirren es hija de una británica y de un miembro del ejército ruso, su nombre real es Helen Lydia Mironoff.
Con esa historia detrás, la protagonista de "En el nombre del hijo" ha sabido cómo lucir abigarrados vestidos de terciopelo, pesados miriñaques, jacquares y sobrefaldas, abrigos de piel para resguardarse del gélido clima de la estepa y sombreros y piezas de montar a caballo propias de una mujer dispuesta a ir a la guerra.
Un vestuario firmado por la figurinista Maja Meschede, digno de una época que refleja el gusto por el exceso, que recibe toda la influencia de la estética francesa, en ese momento llena de barroquismo, tanto en las prendas de ellas como en las de ellos.
Meschede ha sabido trasladar el gusto de Catalina la Grande por la moda francesa a la corte rusa, patrones y telas, encajes y joyas, además de peinados, que la emperatriz, según las crónicas de la época, supo adaptar con destreza a su armario.
Según ha señalado la directora de vestuario, los cuadros de la emperatriz rusa la ayudaron a elegir con detalle telas y patrones para vestir a Helen Mirren, que en la serie luce una imagen de verdadera reina, firme, con determinación sin desmerecer un ápice su femineidad y su deseo de resaltar y lucir bella.
También las pinceladas de Alexander Roslin, que pintó en la época a siervos y jóvenes doncellas y que trabajó en diferentes cortes europeas, sirvieron a la figurinista para crear una ambientación adecuada del resto de personajes.
Desde el salón del trono, Helen Mirren mira con un porte sereno, altivo, desafiante, el de una reina que debe hacer frente a intrigas y traiciones, que no duda en ceñirse a un sable a la cintura para demostrar su autoridad y su poder, con un traje verde de estilo militar en el que no faltan las condecoraciones, pero tampoco las joyas de una reina.