Cómo el país que inventó el fútbol moderno frustró los planes de una Superliga europea de clubes ricos

Inglaterra presume de haber sido la cuna del fútbol. Los ingleses lo interiorizan en cada cita de su selección con el Mundial y la Eurocopa, cuando el hilo musical de los pubs repite incesantemente Three Lions, una canción que habla de que el fútbol vuelve a casa cuando se juega en Inglaterra. Desde esta semana, también podrán presumir de haber dado la estocada final a la Superliga europea de fútbol. Al menos, de momento.

El anuncio de adhesión de seis clubes ingleses (Manchester United, Manchester City, Liverpool, Arsenal, Chelsea y Tottenham Hotspur) a la competición dirigida por el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, causó indignación general en el país nada más conocerse el domingo por la tarde, llegando incluso a concitar la unidad de Gobierno y oposición, todo un hito en una Inglaterra sumida en la división política permanente desde la guerra del Brexit.

Pocos minutos después de que aparecieran los primeros titulares en la prensa inglesa, el primer ministro, Boris Johnson, y el líder de la oposición, Keir Starmer, mostraban su rechazo en Twitter a una competición que, decían, atacaba a los fans y a la liga doméstica, la consagrada Premier League.

Tampoco se hicieron esperar las primeras críticas desde el mundo del deporte. Una intervención del histórico jugador del Manchester United e internacional inglés, Gary Neville, en un directo de la cadena Sky News, comenzó a circular el domingo en las redes sociales del Reino Unido. "Es pura avaricia y son unos impostores. Los dueños de estos clubes no tienen nada que ver con el fútbol de este país", denunciaba.

Hasta tal punto la Superliga tocó la fibra más sensible de la sociedad inglesa que la Familia Real, que habitualmente se mantiene al margen de este tipo de debates públicos, también tomó posiciones a través del duque de Cambridge, el Príncipe William, que en su perfil de Twitter dijo compartir "las preocupaciones" de los aficionados por la competición y por el "daño" que puede causar "al deporte que amamos".

Aunque las encuestas internas que decía manejar Florentino Pérez indicaban que algo más de un 50% de los ingleses estarían a favor de la competición, los sondeos realizados en Inglaterra este lunes mostraban todo lo contrario. Una encuesta de YouGov, una de las empresas de sondeos más prestigiosas del Reino Unido, indicaba que un 79% de los fans del fútbol en Inglaterra estaban en contra de la Superliga. Incluso entre los seguidores de los seis grandes clubes que se unirían a la competición, un 76% se mostraba contrario a ella.

Con la opinión pública de su lado, el Gobierno británico redobló su apuesta contra el proyecto presidido por Pérez.

Boris Johnson prometió llevar al Parlamento de Westminster una "bomba legislativa" a la que el Partido Laborista aseguró daría su apoyo y que podría incluir diferentes medidas. Entre ellas, Downing Street filtró a la prensa la posibilidad de imponer a los clubes británicos un sistema de propiedad similar al del fútbol alemán, donde los socios tienen un control mayoritario sobre los clubes, subir los impuestos a los equipos que se uniesen a la competición, reducir el número de visados para contratar a futbolistas extranjeros, prohibir la entrada de jugadores de otros países para disputar los encuentros o, directamente, retirar de los estadios a la policía para que fuesen los clubes quienes tuviesen que costear la seguridad.

A diferencia del silencio generalizado que se impuso en el mundo del fútbol en España, en el Reino Unido algunas de las caras visibles de la Premier dieron declaraciones contrarias a la competición, en muchos casos a pesar de estar a sueldo de los clubes implicados. "No puede considerarse deporte cuando la relación entre el esfuerzo y la recompensa no existe", aseguró el entrenador del Manchester City, Pep Guardiola, a quien también se sumaría su homólogo en el Liverpool, Jurgen Klopp, o el jugador del United, Marcus Rashford.

A la creciente presión institucional y deportiva se sumaron en las últimas 48 horas actos de protesta por parte de los socios, con pancartas de rechazo colgadas frente a estadios como Anfield, en Liverpool, y manifestaciones en las calles de Londres, como la de los aficionados del Chelsea, que dieron lugar este martes a algunos momentos de tensión con miembros de la directiva del club en los alrededores del estadio de Stamford Bridge, en el norte de la capital.

Pocas horas después, el castillo de naipes de la Superliga se desplomaba en Inglaterra. Uno tras otro, los seis equipos hicieron públicos este martes por la tarde comunicados anunciando su retirada de la competición y, en algunos casos como el del Arsenal, pidiendo disculpas a los aficionados. "Cometimos un error y pedimos disculpas por ello", decía el comunicado. La aventura fallida llevó incluso a dimitir al presidente del Manchester United, Ed Woodward, a quien poco después seguiría el máximo mandatario de la Juventus, el italiano Andrea Agnelli.

Gary Lineker, exjugador del Barça, histórico de la Inglaterra de los 80 y uno de los comentaristas de fútbol más populares del Reino Unido, resumía así en su cuenta de Twitter el fin de la Superliga a manos de los ingleses: "Recuperamos la pelota. El deporte de la gente, salvado por la gente".

La salida de los clubes ingleses ha provocado la retirada también de Atlético de Madrid, Inter, Milán y Juventus, dejando solos al Barça y al Real Madrid.