Ginebra se convirtió en 1919 en la capital mundial de la diplomacia al ser elegida sede de la Sociedad de Naciones (SDN), antecesora de la ONU, y en el centenario de la fundación de aquel efímero organismo busca reivindicarlo como el gran precursor del multilateralismo que estos días está en crisis.
Una exposición en el Palacio de las Naciones -antigua sede de la SDN, heredada por las Naciones Unidas- recuerda la importancia de este organismo y otros que desde la ciudad suiza intentaron buscar la paz y la cooperación global con un espíritu diferente al belicismo de siglos anteriores.
La SDN fue hija del Tratado de Versalles, que se firmó el 28 de junio de 1919 tras la Conferencia de París para poner fin a la Primera Guerra Mundial, y Ginebra fue escogida como sede en una pugna con otras ciudades como Lausana, Barcelona, La Haya, Estambul o Bruselas.
"Era una ciudad localizada en el centro de Europa y en un país neutral en la guerra, así que ofrecía las condiciones ideales", explicó a Efe el historiador Pierre-Etienne Bourneuf, curador de la exposición, añadiendo que ser sede de la Cruz Roja desde 1863 ya le había dado experiencia y contactos internacionales.
Dice la leyenda que batió a la cercana Lausana, con similares ventajas y que ya entones era sede del Comité Olímpico Internacional, porque un delegado estadounidense en la Conferencia de París pidió a un camarero suizo que le dijera cuál de las dos era mejor y éste admitió que Ginebra era menos calurosa en verano.
La SDN nació ya con problemas, porque el Senado norteamericano votó en contra de que EEUU se uniera a ella pese a que el propio presidente estadounidense Woodrow Wilson había sido su principal promotor, aunque sirvió de modelo a las Naciones Unidas, tanto en su organigrama como en sus métodos de trabajo.
Documentos en la exhibición muestran su papel a la hora de reducir la conflictividad en el periodo de entreguerras (evitó un enfrentamiento armado entre Grecia y Bulgaria) o de sancionar a la Unión Soviética en 1939 por su intento de anexión de Finlandia, algo que le valió al régimen comunista su expulsión de la SDN.
"Es cierto que en muchos casos fracasó", reconoce Bourneuf al recordar que no hizo nada por evitar la invasión japonesa de la Manchuria china en 1937, o la italiana de Abisinia (Etiopía) en 1935.
La organización se disolvió con la creación de la ONU en 1945, pero ello no puso fin a la importancia de Ginebra en la diplomacia mundial, dado que en ella se asentaron importantes agencias de Naciones Unidas como la Organización Mundial de la Salud o la Organización Mundial del Trabajo, entre otras.
Además, la ciudad suiza se benefició en la Guerra Fría del recelo de los diplomáticos soviéticos a negociar en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, y se mantuvo como el gran centro de la diplomacia entre los dos bloques -y seguramente del espionaje- durante medio siglo más.
La exposición en el Palacio de Naciones se complementa con otras dos que este otoño también giran en torno a la idea del multilateralismo que Ginebra ayudó a apuntalar: una en la sede del Comité Internacional de la Cruz Roja y otra en la Fundación Martin Bodmer.
Esta segunda muestra, en la que pueden verse raros tesoros como el original del Tratado de Westfalia de 1648 o páginas de "Guerra y Paz" manuscritas por León Tolstoi, sirve a modo de prólogo para entender el nacimiento de la SDN.
Reflexiona sobre los siglos en que los conflictos armados llegaron a ser vistos como algo positivo y necesario, hasta que los horrores de la Primera Guerra Mundial popularizaron un pacifismo que ya habían promovido filósofos como Immanuel Kant o Jean-Jacques Rousseau pero aún estaba "mal visto".
En una época como la actual, en la que el presidente del país más poderoso del mundo, el estadounidense Donald Trump, aborrece las organizaciones internacionales y huye de los tratados multipartitos, Ginebra quiere con estas actividades recordar que la cooperación internacional sigue siendo necesaria.
"El multilateralismo está en grave peligro y tenemos que apoyarlo con argumentos morales e intelectuales", señaló a Efe Jacques Berchtold, comisario de la exposición en el museo Martin Bodmer.
"Debemos preguntarnos si vamos a afrontar juntos o en solitario retos como el cambio climático o las amenazas a la seguridad, y en este sentido yo diría que la cooperación sigue importando hoy en día", opinó Bourneuf.
Antonio Broto