Con compras públicas a los pequeños agricultores, mercados regentados por mujeres o comida orgánica en las escuelas, poco a poco la innovación se va abriendo paso de distintas formas en la alimentación de las ciudades.
La ONU celebra hoy el Día Mundial de las Ciudades bajo el lema "Cambiando el mundo: Innovaciones y una vida mejor para las generaciones futuras", una invitación al desarrollo sostenible frente a los problemas que plantea la urbanización.
Uno de ellos es la creciente malnutrición en las ciudades, donde vive más de la mitad de la población mundial.
Al no poder producir todos los alimentos que requieren sus habitantes, las urbes dependen de cadenas largas y complejas que hacen que los productos frescos sean más caros y resulte más fácil consumir ultraprocesados en multitud de supermercados, restaurantes o puestos.
Para lograr sistemas más saludables y sostenibles, más de 200 ciudades se han adherido al llamado Pacto de Milán de política alimentaria urbana, comprometiéndose a intercambiar experiencias.
Este año han sido reconocidas iniciativas como la de Washington DC de dar subsidios a los residentes que participen en programas de salud para comprar fruta fresca o la de Mezitli (Turquía), donde 650 mujeres han sido formadas para producir y vender sus productos en mercados “femeninos” frente a los tradicionalmente gestionados por hombres.
En Montpellier, en el sur de Francia, un proyecto para mejorar la sostenibilidad en alimentación se centró en los comedores escolares y logró, entre otras cosas, ofrecer un 50 % de productos orgánicos, sustituir las bandejas de plástico por otras compostables y reducir los desperdicios un 24 %.
"Los alcaldes son cada vez más conscientes de que el sistema alimentario es un punto de entrada con el que se puede generar un impacto sobre la ciudad de 360 grados, desde la producción de alimentos hasta el transporte, la logística, la transformación, las dietas sanas y las compras públicas", indica a Efe la vicealcaldesa de Milán Anna Scavuzzo.
En esa “biblioteca de buenas prácticas” caben ejemplos de todas las regiones, como la colaboración con chefs que ha permitido disminuir el despilfarro en festivales de comida de Tel Aviv o una herramienta capaz de identificar unos 200.000 hogares con inseguridad alimentaria en Nairobi.
En la ciudad brasileña de Belo Horizonte, los productores reciben fondos federales a cambio de sus frutas, hortalizas, legumbres y otros productos.
La subsecretaria local para la Nutrición, Darklane Rodrigues, precisa que las familias de agricultores más cercanas al municipio tienen prioridad para colocar su mercancía, que queda registrada en un catastro y se distribuye a los más vulnerables por medio de restaurantes populares y el banco de alimentos que colabora con instituciones como escuelas, hospitales y ONG.
Comenta que así han mejorado "la renta y la propia alimentación de las familias productoras, la permanencia de los jóvenes en las zonas rurales, la infraestructura de sus viviendas y el acceso a otros servicios", incluidos créditos y asistencia técnica.
La agricultura de proximidad intenta, además, revitalizar las zonas rurales alrededor de las ciudades, que reciben hasta el 70 % de los alimentos producidos a nivel nacional, según la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
También hay quien apuesta por la agricultura en los mismos centros urbanos como en Cuba, donde el aislamiento tras el desmoronamiento de la Unión Soviética en la década de 1990 empujó al país a la escasez masiva de alimentos y la respuesta fue la de producir en jardines, terrazas y patios todo lo que fuera posible para su autoabastecimiento.
Vicente Domingo, director del Centro Mundial para la Alimentación Sostenible (CEMAS) en Valencia (España), subraya la importancia de los "procesos innovadores que buscan retomar los canales cortos de alimentación".
"Esto no va solo de comer, sino que toca sectores estratégicos de la sociedad como la nutrición, el cambio climático, el género, la economía social, la movilidad, el turismo, la gastronomía o el desarrollo urbanístico", resume.
Y aunque las medidas no arrojen resultados inmediatos, pide cambiar de actitud y hábito lo antes posible para que la alimentación urbana termine volviéndose un sistema sostenible.
Belén Delgado