Durante la primera década de los 2000, el terror fue el género rey en el cine español. Los otros, de Alejandro Amenábar, abrió las puertas de una senda que luego recorrerían Bayona con El orfanato, Jaume Balagueró con Frágiles, Darkness o junto Paco Plaza con [•REC], y Guillermo del Toro con El espinazo del diablo.
Y aunque este género sigue ofreciendo hoy grandes títulos, el trono de la taquilla y el cetro del reconocimiento de público y crítica parecen haber recaído ahora sobre el thriller. Alberto Rodríguez con La isla mínima y El hombre de las mil caras, Rodrigo Sorogoyen con Que Dios nos perdone y El Reino, Dani de la Torre con El desconocido, Daniel Monzón con El niño y hasta Oriol Paulo con Contratiempo o El cuerpo, son algunos ejemplos.