Escribo aprovechando la siesta de la miembro más joven del nuevo “grupo de trabajo” que se ha creado en casa desde hace unos días. Ludovica tiene un poco menos de dos años.

Vernos desde hace cinco días en casa para ella es extraño, sobre todo para una niña que ama las rutinas en las que cada uno tiene su propio papel, horarios definidos y responsabilidades claras. Su rutina hasta la semana pasada era despertador a las 8, desayuno, llegada de la cuidadora, saludo a los progenitores que se van al trabajo, mañana jugando con la cuidadora, comer, pasear por el parque, esperar trepidante la noche para que papá y mamá vuelvan a casa.

Esta rutina se ha roto por completo. 

Nuestra vida ha cambiado. Deprisa, sin gran preparación, sabiendo que esta condición es, a pesar de todo, temporal. 

Empecemos con lo que no podemos hacer de momento.  

Ya no podemos ir a trabajar a nuestras oficinas porque están cerradas y se ha dado el permiso de trabajar a distancia. Esto quiere decir participar y organizar llamadas de vídeo y audio con colegas y colaboradores que hasta ayer se reunían en la oficina para seguir con las actividades y programar las nuevas para el futuro. Pero esto significa también tener que descargar un número respetable de software para video llamadas (GoToMeeting, Microsoft Teams, WebEx, Whereby, Zoom) y entender cómo funciona cada plataforma, intentando evitar quedar mal y conexiones inoportunas. Todos recordamos todavía la entrevista de la BBC al profesor Kelly interrumpida por una aparición en la habitación de dos hijos pequeños: nos hemos reído de ello, pero hoy es la peor pesadilla para los padres de hijos pequeños. Significa aprender a hablar de uno en uno y, como pueblo mediterráneo, éste es un desafío importante porque si no ya no se entiende nada. Significa encontrar un rincón de casa donde el wi-fi funcione mejor y donde no nos molesten o no molestar a los demás habitantes de la casa. Significa ser puntual en las conexiones, otro desafío no banal. 

Ya no es posible salir a cenar fuera o invitar a casa a amigos. Para quien, como nosotros, tiene a sus propias familias lejos no es posible aprovechar de este tiempo que, de alguna manera, se nos regala para que los niños estén con los abuelos, los padres con los hijos. Nosotros los italianos somos “animales sociales” y no poder encontrarse, hablar, reírse y bromear es muy difícil. 

Pero sobre todo lo que está quedando claro es que no hay una previsión de cuándo terminará esta cuarentena. Ahora mismo, hasta el 25 de marzo gran parte de los comercios, a excepción en especial de supermercados y farmacias, siguen cerrados. Hasta el 3 de abril los desplazamientos son limitados y consentidos sólo en casos específicos. Se tiene la percepción, sin embargo, de que estos plazos podrán alargarse más en función de los números de contagios y fallecidos que se registren. En otras palabras, se vive día a día. 

Necesitamos estar atentos a las cosas a las que antes no hacíamos caso: lavarse muy a menudo las manos, limpiar a menudo los móviles, mantener la distancia mínima de un metro en los raros y controlados casos en los que se deba salir. 

Hay que inventarse cómo conciliar el trabajo, que en cualquier caso debe seguir hacia adelante, y la vida familiar que ahora nos “acoge” a los trabajadores. 

Se trata de coordinar las vídeo llamadas, responder a los emails y preparar documentos cuando la niña duerme para que podamos estar con ella y “vivirla” en este tiempo complicado y peculiar. Sabiendo que cuando podamos volver a trabajar, Ludovica no entenderá y le costará volver al nuevo/viejo ritmo de las jornadas. 

Hemos hecho la compra online. Habitualmente es una operación sencilla. En estos días es necesario programarla con tiempo porque las entregas pueden necesitar una semana o diez días y varios supermercados online están limitando ahora el número de compras posibles. 

No somos grandes usuarios de la televisión. Vemos alguna serie en Netflix, pero no queremos que Ludovica se acostumbre a ver la televisión. El único programa que vemos es el telediario que las 18.00 horas cada día da los números, en estos días dramáticos, de nuevos contagiados y muertos. 

Hace falta inventarse juegos nuevos para entretener a la pequeña de la casa y así la caja de una pizza se convierte en un un jardín con un árbol y la casita de un gato.

Y además hace falta tener mucha paciencia. Esperar a que esta emergencia pase. Porque pasará. ¿Verdad?