Moore y su socio lanzaron el documental en abierto para sumarse a esa celebración, aunque en realidad la efeméride no era más que un caballo de Troya. El estreno estaba previsto para el año que viene.
Pero las prisas les han jugado una mala pasada: este sábado, la distribuidora de la cinta decidió retirarla de su página web después de que un grupo de prestigiosos científicos medioambientales hayan criticado en una carta abierta su sesgo y sus errores. No obstante, Michael Moore ha decidido mantenerlo en YouTube, donde acumula dos millones de visitas en menos de una semana. Los científicos no han logrado ponerle la cara colorada, sigue presumiendo de la acogida de la película y solo ha apelado al pensamiento crítico del espectador.
Su intención era colarse en las casas y mandar a la gente al rincón de pensar. "El momento es más urgente que nunca: con gran parte del mundo confinado, la gente debe reconsiderar el papel que ha jugado en nuestros frágiles ecosistemas", explican en una nota junto al vídeo de hora y cuarenta que, de momento, solo está disponible con subtítulos en inglés.
Sería un error decir que los dos directores se han aprovechado del shock sanitario para lanzar sus dardos contra una ciudadanía negligente, porque su verdadero objetivo era uno más concreto y mucho más ambicioso: el negocio de las energías renovables. Esas que hace cuatro meses asistieron a una cumbre mundial en Madrid junto a políticos y organizaciones para alcanzar la neutralidad climática en 2050. Es decir, lograr un balance de emisiones 0 para esa fecha. Algo que se da por imposible en el documental si el movimiento ecologista continúa haciendo la vista gorda y que no ha sentado bien a activistas ni a científicos.
¿Hemos perdido ya la batalla contra el cambio climático? "No miramos lo suficientemente cerca porque no queremos saber la respuesta", explica Gibbs en El planeta de los humanos. Moore y el director han puesto la lupa sobre empresas a las que hemos confiado nuestro bote salvavidas y lo que han encontrado no es precisamente halagador.
"La avaricia y el beneficio económico nos han descarriado. Las organizaciones se agotan. Han pasado 50 años desde el primer Día de la Tierra y la Tierra se está desmoronando. La pandemia actual es solo el aperitivo", ha lanzado el productor en su Instagram. Por su parte, los científicos advierten de que cuestionar la necesidad de un cambio energético nos aboca a abandonar la que, de momento, es la mejor solución para reducir la emisión de gases de efecto invernadero y nos deja en un escenario donde no se puede hacer nada.
Rodeado de catedráticos de universidad, científicos y expertos en sostenibilidad, Gibbs, veterano defensor del medioambiente, protagoniza un viaje de desencanto hacia un sistema que él mismo defendía antes de la realización del documental. Los intereses políticos y empresariales ocultos en las plantas solares y las granjas eólicas le hacen plantearse una realidad incómoda: "Estoy en contra de nuestra adicción a los combustibles fósiles y durante años he sido un forofo de las energías renovables. Pero ahora sé que no son lo que parecen", adelanta.
Aunque por cercanía social y territorial el documental está rodado en Estados Unidos y ataca a la industria norteamericana, la mayoría de los dilemas que se plantea afectan al resto de países que han invertido estos años en lo "verde" con un gran soporte político. Allí, Elon Musk, Bloomberg o Arnold Schwarzenegger han hecho campaña por esos nuevos sistemas: energía solar, eólica, gas natural o biomasa que también destruyen los entornos naturales.
"Es más peligrosa la confianza ciega en la energía limpia que los combustibles fósiles, porque en realidad es una quimera”, dice Ozzie Zehner, profesor y autor del súper ventas Dirty Secrets of Clean Energy and the Future of Environmentalism. Zehner lleva años investigando sobre el terreno y acompaña a Jeff Gibbs en muchos de los escenarios que más tarde tratan de desmontar ante nuestros ojos en el documental.
"El sol es renovable; las placas solares, no"El primer lugar al que se dirige Jeff Gibbs con su cámara es a un "festival solar" en las montañas de Vermont que presume de funcionar al 100% con energía solar. Sin embargo, empieza a chispear y con las primeras gotas la cruda realidad queda al descubierto: los organizadores enchufaron todo a un generador biodiesel y a una red de paneles eléctricos con la que siempre viajan para "evitar una pérdida de energía". La primera de muchas decepciones que vendrían después.
Más tarde, asiste a la inauguración de la red de coches eléctricos de Michigan apadrinada por General Motors. Pero, ¿con qué se cargan las baterías? "Con un 95% de carbono", desvela el alcalde, justificando que los postes funcionan por las noches y que el uso de energía solar sería inviable.
"A pesar del autobombo publicitario, no he encontrado una sola entidad en todo el mundo que funcione al completo con energía solar o eólica", dice Ozzie Zehner tras haber tirado de la manta de Apple, Tesla y otras empresas que se autoproclaman eco-friendly.
También recuerda que, para habilitar enormes superficies con paneles solares y turbinas eólicas, se están cometiendo deforestaciones brutales de los bosques. Todas estas instalaciones tienen una esperanza de vida máxima de 20 años, lo que para los activistas medioambientales es "un nanosegundo en términos de energía".
También atacan su proceso de construcción: "Necesitas más combustible fósil para levantar esa planta que el beneficio que obtienes de ella. Sería mejor quemar el combustible fósil directamente en lugar que jugar a fingir", opina el experto. "Buscar soluciones tecnológicas nos va a llevar a un nuevo nivel de catástrofe más pronto que tarde".
Aunque la campaña global para retirar las plantas de carbono en todo el mundo y sustituirlas por otras de energía renovable ha sido el buque insignia del movimiento medioambiental, Zehner lanza en el documental que lo "verde" brilla por su ausencia. "Por cada planta de carbono que quitan, construyen una el doble de grande de gas natural. Están invirtiendo miles de millones de dólares en energías que ni siquiera sirven para reemplazar a las contaminantes", espeta. Al lado de cada campo solar, hay una central de gas natural, energía nuclear o carbónica que mantiene el flujo constante.
¿Y cómo lo justifican las fuentes de la industria? "Es por culpa de la intermitencia", es decir, no se puede depender del sol y del viento para surtir los niveles de energía que se requieren ahora. Y eso no es solo culpa de los inversores o de las empresas que se están lucrando con el cambio. Ahí el documental sí que dispara directamente al corazón de los consumidores desbocados, del capitalismo brutal y del aumento de la población.
"Hay demasiados seres humanos, usando demasiado y demasiado deprisa", explica otra fuente. La población mundial ha crecido diez veces en los últimos 200 años y el consumo ha aumentado diez veces por persona y casi siempre en la parte occidental. El capitalismo sin restricciones y las ansias por el crecimiento chocan frontalmente contra un planeta finito, según Moore y Gibbs. No obstante, el director se cuida de dar soluciones, aunque ese fin sirva de motor durante toda la película.
En cambio, llega a una conclusión etérea y tan irónica como desconcertante: los seres humanos persiguen la sostenibilidad como una forma de negación de su propia muerte y por un deseo de inmortalidad. "De ahí que nos traguemos todo lo que se predica desde las energías renovables como si fuesen una vaca sagrada", afirma. "Nos envolvimos en un sistema de creencias y cosmovisiones que va a fallar", augura otro catedrático hacia el final de la cinta.
A pesar de la conclusión catastrófica a la que nos conduce El planeta de los humanos, el grupo de científicos climáticos critica que dispare de forma simplista contra la única alternativa que ha encontrado el ser humano para escapar de los gases invernadero. "Claro que hay desventajas en la transición a la energía limpia", explica la experta en política ambiental de la Universidad de California, Leah Stokes. "Pero es que no hay una solución perfecta para nuestros retos energéticos". Moore, que mantendrá el documental en abierto en YouTube, deja la pelota en el tejado de los espectadores, quienes según él deberán aplicar ahora su sentido crítico.