El periodista Santi Villas ha sido el encargado de guionizar esta historia narrada por Bob Pop y en la que intervienen múltiples voces. Recibió la propuesta durante el confinamiento, que él estaba pasando en Barcelona y antes de aceptar hizo unas cuantas llamadas para valorar si era posible llevarlo a cabo: “Era complicado ponerte a hacer un trabajo sin poder salir, sin poder grabar ni moverte a ningún sitio. Lo que pasa que al final todo el mundo estaba en casa y tenía tiempo para hablar”, explica a elDiario.es por teléfono. La audioserie recorre la vida de la protagonista desde que nace en el año 1933 en el barrio del Raval con el nombre de Miguel Brau hasta el final. Su voz solo se oye en los fragmentos de entrevistas inéditas que se han recuperado, porque realmente quienes cuentan la historia fueron personas que estuvieron a su lado durante las diferentes etapas de su existencia. Por ejemplo, su hermana Pilar, la única que puede decir cómo fue la infancia de Miguel porque ella estuvo presente.
“Tiene mucho de verdad porque los que lo cuentan lo vivieron y lo explican tal como fue. No hay la fantasía con la que ella como estrella o como famosa podía reinterpretar un poco su vida”, afirma. Entre los muchos participantes están Elia Urquiza, directora del documental De Carmen a Carmen (2003); Carlota Junquera, autora de Carmen de Mairena. Una biografía (Blackie Books, 2017); el cómico Carlos Latre, el presentador Javier Cárdenas o “el abogado que le llevó el caso de proxenetismo cuando fue juzgada por trata de blancas”, apunta Villas. Gracias a la diversidad de testimonios el homenaje no es tampoco una oda, porque las sombras también están reflejadas y sus cercanos se encargan de matizar algunos hechos que no habían ocurrido tal y como ella los había contado.
El personaje y la manera de plantear el proyecto hicieron que a Bob Pop le pareciese un planazo y dijese que sí cuando en verano le llamaron para ser el narrador. “Además que yo siempre he querido ser voz en off en mi vida”, completa. También participó en el contenido de la audioserie con una reflexión final sobre la sensación que le había quedado después de leer la historia. “Fue sobre todo de tristeza. Pero también me despertó muchísima curiosidad descubrirla a través de sus mentiras, a través de quien ella quería que nosotros creyéramos que era, quien ella creía ser, quien ella quería ser y con cómo la veían los demás que estaban cerca de ella. Esa configuración me pareció muy interesante para ahondar en ese personaje que sobre todo es una superviviente”, comenta.
Este recorrido por la biografía de la artista no solo se ciñe a ella, sino que también refleja las diferentes realidades a las que se tuvo que enfrentar el colectivo LGTBIQ. “No solo es su vida sino la situación de personajes como ella. Es decir, hay que entender que nace en los años 30, que es gay, que le pilla la Guerra Civil, que después tiene una vida dura. Hay mucha gente de su entorno que va contando un poco cómo vivían o cómo tenían que hacerlo por su condición sexual. Durante todos los capítulos también hay dos especialistas en el tema que van explicando cómo se van ganando y perdiendo derechos a lo largo de las décadas. Y, al mismo tiempo, es un retrato de una Barcelona muy concreta, llena de teatros, de espectáculos. Era un lugar muy especial con una cierta libertad en una España muy oscura”, especifica Villas.
Carmen de Mairena ha sido catalogada en muchas ocasiones como icono de la lucha por los derechos del colectivo LGTBIQ, aunque no todo el mundo está de acuerdo. Al igual que ocurre con Veneno, cuyo nombre sale durante la conversación por el boom de la serie televisiva. Tanto Villas como Pop coinciden en opinión. El segundo explica que para él: “Ambos personajes tienen un componente quinqui-trash que me interesa mucho. Y también tienen en común la supervivencia. Dos mujeres que no fueron ni símbolo ni estandarte de nada pero que se convirtieron en iconos pop y que probablemente hicieron mucho más, tanto bueno como malo, por el colectivo trans de lo que ellas pensaron o quisieron. Lo bueno fue estar ahí, resistir. Y lo malo fue entender que la aceptación era el dinero. Fueron víctimas de lo que eran, retratos de supervivientes a cualquier precio. Y fueron precios muy altos”.
Villas dice que: “Mi sensación es que esta gente bastante tenía con luchar por lo suyo con la vida que les tocó. Y no creo que tuvieran un pensamiento, una intención, un objetivo, una concienciación. Pero a través del humor, de la simpatía, de un cierto encanto, normalizan una situación que luego puede beneficiar. A través de un tipo de metodologías que estaremos más o menos de acuerdo. Pero a veces hay gente que cuando se ríe de algo o de alguien, como les entretiene o les divierte, lo aceptan un poco más. Les parece extraño pero no peligroso”.
También recuerda que Carlota Junquera describe en su libro que Carmen de Mairena y sus amigos de la misma generación: “en los años 90 o en los 2000 tenían frases que podían llegar a ser homófobas. Ellos no entendían que dos señores puedan tener un hijo. La intelectualización de eso es mucho pedir a determinados personajes en determinadas culturas y en determinadas épocas. Su condición les ha dado muy malos ratos, por lo que es muy comprensible que, por mucho que tú quieras defender, si a ti te han dado palizas por ser como querías nunca puedes poner en positivo lo que eres y lo que has conseguido ser porque hay mucha parte oscura y negativa detrás. A lo mejor preferirías que otros no pasaran por esto”.
En la audioserie salen a relucir numerosas anécdotas, muchas tan trágicas que acaban siendo cómicas. Desde un punto de vista con pocos prejuicios, claro. Villas pone el ejemplo de cuando ella monta el meublé [el piso que alquilaba por habitaciones a las prostitutas para que llevasen a los clientes]: “podría parecer una operación empresarial pero que es casi la primera okupación, porque ella sube al piso de arriba que está vacío, le pega una patada a la puerta, lo abre y se lo queda. Luego coge un bidet de la calle y lo pone sin agua ni nada y grapa las sábanas a la cama para que no se las roben”, comenta Villas.
Y señala otros dos momentos: “Hay un compañero suyo que cuenta que un día llevaba un brillante que le había costado un pastón y al bajar del taxi se le cayó en una alcantarilla. Otra persona habría levantado el taxi con la mano y arrancado la alcantarilla. Ella dijo ‘lo que el agua trae, el agua se lo lleva’ y se fue a tomar una copa a la discoteca. O un día estaba haciendo una comida para no sé cuántos y como vivía en una casa que estaba muy vieja se cayó con la olla de la comida llena al piso de abajo. Al final el Ayuntamiento cerró aquel edificio por peligroso y ella se tuvo que ir, después de 50 años viviendo allí”.
Villas subraya otra parte que a él le parece especialmente interesante, que es la del cambio de sexo. “Ahí contamos con una amiga suya que creo que es la primera española que se operó. Y cuenta que había dos opciones. O te ibas a operarte a una clínica abortiva en Casablanca, de la que podías salir viva o incinerada, o te inyectabas la silicona líquida de una señora de Barcelona que iba por los bares con la jeringuilla en el bolso. Te cerraba los agujeros que te hacía al pincharte con Loctite. Y tenía un husky que te lamía las heridas porque se suponía que desinfectaba. Este era el tipo de vida que tenían”.
La historia de por qué lo hizo finalmente tiene ciertos matices entre lo que ella contó y lo que opinan los que la rodearon. Según la amiga, cuando él aún era Miguel y ella le comentó que se quería cambiar de sexo, le dijo que no. “En las grabaciones inéditas que tenemos, ella cuenta que lo hizo por un amor que le decía que era demasiado masculino. Otros de la época dicen que podría ser, pero que es evidente que como cantante masculino tenía mucha competencia pero con el personaje que él crea le salió muchísimo más trabajo. Y en la cuestión sexual: al final como mujer, por extraña, accedía a muchas relaciones a través de la prostitución o exhibición. Al final yo creo que todo es cierto en alguna medida”, interpreta Villas.
Carmen de Mairena quería ser una artista famosa o por lo menos vivir como ellas e invertía en su proyecto. Ropa, joyas, chófer, asistente personal, lo que hiciese falta para ser como las folclóricas, como Rocío Jurado o Lola Flores (esta no habría perdido el brillante. Fue capaz de parar una actuación para reclamar un pendiente de oro que se le había extraviado) pero sin el dinero que ellas tenían. Villas recuerda que: “Era una señora que cogía un coche de caballos y se paseaba por la Rambla saludando como la reina de Inglaterra para que la vieran y la saludaran, para que la quisieran de cierta forma. Al final ella consiguió sentirse, vivir, creerse y ser un personaje conocido. Porque en el micromundo que creó tenía todo: la popularidad de la televisión y el cariño de la gente que antes a lo mejor la miraba mal”.
Detrás de todo eso estaban las desdichas, la decadencia que llegó con la edad, la ruptura con su familia, de la que se desentendió. En ella casi todo fue extremo: tanto lo bueno como lo malo. Ahora Adrián Amaya –una persona cercana a la artista durante sus últimos años que finalmente rechazó salir en la serie– está recogiendo firmas para que le pongan su nombre a una calle de Barcelona. Bob Pop opina que se lo merece muchísimo: “Carmen también significa o representa el final de la época del Barrio Chino, de la Barcelona más canalla. Yo siempre digo que el triunfo televisivo para Carmen fue como las olimpiadas de Barcelona. Se remozó y luego se descubrió que tras esa fachada había quedado mucha miseria detrás".