Desde Georges Méliès el cine siempre ha sido como un truco de magia. Y la base de todo truco de magia, y de toda película, es engañar al espectador. Los efectos visuales son la última fase evolutiva de esa lógica, y hoy en día están en todas partes. Las películas más taquilleras del año, desde Jurassic World: Dominion hasta Doctor Strange en el multiverso de la locura, son todo efectos visuales, así como las series más comentadas, como La casa del dragón y Los anillos de poder. La industria global de los VFX ha crecido de forma exponencial durante los últimos 10 años hasta llegar a estar valorada en 26.300 millones de dólares en 2021, según un estudio de Vantage Market Research. Detrás de todos esos efectos y animaciones, de esas imágenes imposibles y espectaculares, hay un ejército de cientos de miles de artistas y técnicos repartidos por todo el mundo. Y algunos de ellos están hartos.
Esa es la sensación que quedó este verano, cuando salieron a la luz docenas de quejas, casi todas ellas anónimas, en foros y redes sociales. Estrés, falta de sueño, malos hábitos alimenticios y crisis de ansiedad son algunas de las consecuencias que artistas de efectos visuales citaban en Reddit y Twitter; la mayoría de sus críticas estaban dirigidas contra Marvel, una de las productoras audiovisuales que más uso hacen del CGI ahora mismo. “Sinceramente estoy harto de trabajar en series de Marvel”, decía uno de ellos. “Llevo casi tres años seguidos trabajando para Marvel. Bienvenidos al séptimo círculo del infierno”, añadía otro. Un usuario de Reddit aseguraba que le había costado seis meses recuperarse de su trabajo en Bruja Escarlata y Visión, la serie que se puede ver en Disney+.
No todo el mundo está de acuerdo con lo que Edu León, artista español de VFX afincado en Bruselas, califica como un “alarmismo repentino”. “Ha habido medias verdades en todo esto. Además, no ocurre exclusivamente con Marvel, es algo más generalizado en la industria. Y tampoco es para tanto”. Él y Héctor Gallego, otro artista de efectos visuales que vive y trabaja en Budapest, comparten una experiencia laboral mucho menos catastrofista. “Por lo general, tengo amigos que están en Nueva Zelanda, en Canadá… hablo con ellos, y todos estamos contentos”, asegura Gallego, que dedica su tiempo libre a divulgar sobre su trabajo en la cuenta de YouTube Esperando el render.
En lo que sí coinciden, tanto los que se quejan como los que no, es en que la industria tiene una carga de trabajo casi inasumible. Llevaba años en ascenso, pero tras la pandemia la producción se ha multiplicado. “Ha sido como un tapón de champán que ha explotado, y ha salido todo y de golpe”, explica León. “Hay más trabajo que nunca. Estamos en un momentazo en la industria como no se ha visto nunca antes. Yo llevo cinco años enlazando proyectos en Bruselas, y ahí sigo”. Gallego habla de una insaciabilidad por parte de las productoras audiovisuales y el público: “Seguro que os ha pasado que veis una serie que se estrena, de repente es trending topic en todas las redes y al momento se pasa y desaparece. Pero para nosotros, esa serie supone unos seis meses de trabajo. Y la gente no para de pedir más y más”.
A esa sobreproducción hay que añadirle otro factor: no hay suficientes personas cualificadas para entrar en el sector. “En mi especialidad, que son los efectos de fluidos, explosiones, magia y demás, no hay artistas suficientes para lo que se demanda”, afirma Gallego, que lleva una década trabajando en los VFX. En España ocurre lo mismo, según Andrés: “Si te fijas en LinkedIn, en los perfiles de todas estas empresas, están buscando gente todo el rato, porque no se para de producir. Si en mi equipo ahora se necesitan a 10 artistas compositores o de 3D, o animadores, hay que sudar mucha sangre porque no están”.
Así que los que sí están cualificados echan horas extra. Andrés ha llegado a trabajar 16 horas en una jornada, especialmente en épocas de rodaje, a los que tiene que ir para supervisar que se grabe de forma que se esté teniendo en cuenta los efectos visuales que habrá que incluir en postproducción. “Y cuando estoy en la oficina es un poco igual. Yo empiezo a las 9 y puedo hacer 12 o 13 horas. Jamás me puedo ir a las 5”. Sus amigos y su familia le preguntan si duerme. “No mucho, la verdad. No podemos dormir porque nos acostamos a las tantas, y a primera hora tenemos que ponernos de nuevo a trabajar porque tienes que acabar los proyectos”.
En España la falta de personal es aún más grave debido a la fuga de cerebros. Hay unas 200 productoras de efectos visuales en el país, repartidas entre Madrid, Barcelona, Valencia, las islas canarias, Andalucía o el País Vasco, y entre las más conocidas están El Ranchito y LampPost VFX. Pero los sueldos son mucho mayores en otros países. “Cuando trabajé en Suecia cobraba más, pero también era un país muy caro. En España el sueldo era bastante más bajo, pero también lo era el nivel de gasto”, recuerda León, que lleva 20 años trabajando en la industria y ha pasado por 21 productoras de efectos visuales, algunas en España.
En cualquier caso, los sueldos son, por lo general, relativamente altos. Al menos según Gallego: “En comparación con otros trabajos, las condiciones son bastante buenas. Dependiendo del país, del rango en el que trabajes y tu experiencia, y también del estudio, puedes ganar entre los 10.000 euros y los 150.000 al año”. “Como cualquier sueldo que se pueda comparar con el equivalente fuera de España, estamos por debajo, pero personalmente no me puedo quejar en absoluto de lo que me pagan”, añade Andrés. “Nadie se va a hacer rico con esto, pero nos permite vivir bastante bien”, concluye León. “Nunca me tengo que preocupar de llegar a fin de mes”.
La industria de los VFX está completamente descentralizada; los estudios se reparten por todo el mundo, aunque gran parte de ellos están en el área del Asia Pacífico. Sí hay grandes núcleos en las canadienses Vancouver y Montreal, y está empezando a formarse uno en Australia. En Europa, Londres lleva mucho tiempo siendo la capital de los efectos visuales, aunque el Brexit amenaza con cambiar eso. Todo depende de qué país ofrece mejores beneficios fiscales a las empresas. “Si tú quieres estar viajando constantemente, nuestra profesión ahora mismo te lo permite”, observa Gallego. “Puedes ir tres meses a Vancouver, después te vas a Montreal, después, si quieres, a Japón, y haces lo que quieras. Pero también puedes tener una estabilidad, porque ahora hay tanto trabajo que los estudios están ofreciendo contratos a muy largo plazo”. Como consecuencia, los equipos son multiculturales. “Un estudio de VFX es como un aeropuerto”, resume León. “De hecho se habla en inglés, más que en la lengua nativa de cada lugar”. Gallego explica que su grupo de amigos en Budapest está formado por un hindú, un bielorruso, un ruso y un japonés. Dan para un buen chiste.
¿Cómo puede ser que haya experiencias tan radicalmente distintas en una misma industria? Quizá la respuesta esté en el que siempre es el componente más variable: las personas. “Hay momentos de tensión y desagradables, pero eso depende más del equipo humano del que te rodeas que de los clientes o los proyectos”, dice León. Todos los entrevistados desechan la idea de que Marvel sea un cliente mucho más exigente e insufrible que otros, y subrayan que dependerá de cada productora de VFX cómo gestiona su relación con los clientes que les contratan (por lo general: Netflix, HBO, Amazon y Disney, y en España, además, Atresmedia, Telecinco y Movistar+; aunque películas más pequeñas como Un año, una noche, o las de Almodóvar, también hacen uso de los efectos digitales).
La presión y el estrés también dependen de cuánto quiera uno volcarse en su trabajo. Como en cualquier labor creativa, hay un gran componente de autoexplotación. “Hay muchos artistas que hacen sus horas y ya está, pero luego hay otros muchos que se quedan más tiempo del debido”, observa Andrés.
Sin embargo, sí hay una parte casi ineludible en todo proyecto, el llamado “crunch”, que puede convertirse en un verdadero infierno. “Crunch es la palabra anglosajona y cool de referirse a las horas extras al final del proyecto”, puntualiza León. “Es el último empujón: hay una fecha de entrega y hay que poner unas medidas de emergencia para llegar”. A menudo esta situación surge de una inconsciencia por parte de los clientes, productores o directores de cine que no entienden cuánto tiempo y esfuerzo requiere lo que le están pidiendo al departamento de efectos. Pero para Gallego siempre habrá un elemento de incertidumbre en la naturaleza vanguardista y digital de los efectos visuales que tendrá como consecuencia estos imprevistos. “Todo lo que hacemos es creativo, y todo lo que hacemos no se ha hecho nunca antes. Estamos haciendo algo que requiere ideas nuevas, pensar, un tiempo de preparación… es un reto constante”.
Con mayor o menor cansancio, con mayor o menor estrés, parece que a los entrevistados les vale la pena el esfuerzo. Edu León recuerda una ocasión en la que fue contratado a mitad de un crunch para ayudar a terminar cierto proyecto. “Yo sabía que iba a trabajar como un cabrón, fui allí, trabajé fines de semana, horas extra… Pero todo estaba muy bien pagado. Después de aquello estuve unos cuantos meses sin trabajar, porque podía permitírmelo”. Incluso hay quienes consiguen entrar en algunos de los estudios más exigentes e hipotecan un año de sus vidas a muy buen precio. “Hay cierto estudio donde tú sabes a lo que vas”, explica Gallego. “Tengo colegas que han entrado allí y han trabajado semanas de 60 horas, por contrato, y ganan tanto dinero a lo largo de un año que luego vuelven a España y se pueden comprar una casa”.
Hace unos meses, un reportaje de Bloomberg aseguraba que los artistas de efectos visuales de Hollywood están intentando crear su propio sindicato. “Si alguien me diera un euro por cada vez que he oído lo del sindicato, ahora mismo no necesitaría trabajar”, salta León. “La propia naturaleza de nuestra profesión nos impide hacer un sindicato por el miedo a las listas negras”. Al fin y al cabo, en una industria en la que un mes puedes estar trabajando para una empresa y otro mes para otra, no puedes tener fama de problemático.
Pero eso no parece preocuparles. Ahora mismo, es un buen momento para ser artista de VFX. “Estamos en una situación en la que los estudios no tienen artistas suficientes, por lo que no se pueden permitir tratarnos mal”, asegura Gallego. “Porque si eso pasa, te piras y te contratan en cualquier otra parte. Todos los artistas tenemos ahora mismo un montón de mensajes de recruiters en LinkedIn, que nos escriben diariamente con ofertas”. “Sí, es cierto”, confirma León. “Yo nunca he vivido algo así”.
En la puerta de la industria audiovisual hay un cartel que reza: “Se necesitan magos”.