Como directora, con el cartel de 2023 ya anunciado, debe sacar adelante la venta de abonos en competencia con Mad Cool, asegurar la movilidad y los accesos a Arganda del Rey y convertir los terrenos de una Ciudad del Rock que no ha vuelto a usarse desde el Rock in Río 2008 en un lugar agradable para pasar tres días de conciertos, con Depeche Mode, Rosalía, Kendrick Lamar y Blur a la cabeza.
¿Cómo valora la la temporada de festivales en 2022?
Ha sido un regreso a los escenarios, que ya es mucho con respecto a lo que se vivió en el 20 y el 21. Para el Primavera Sound ha sido relevante porque el regreso, por la internacionalización, por abrir nuevos espacios y nuevos festivales. Esos dos años nos dieron para repensar cómo tenía que ser el crecimiento del festival. Celebramos un aniversario retrasado dos años e hicimos dos fines de semana, pero nos dio para pensar en dar el paso adelante de cambiar de modelo y venir a Madrid. Es una apuesta relevante con respecto al resto de festivales
¿Cree que fueron anecdóticos o importantes los problemas logísticos de algunos festivales, la gestión de entradas o las cancelaciones? Durante el verano pareció que estábamos viviendo en un mercado estresado, que los festivales no se estaban desarrollando con la normalidad de años anteriores.
Es lógico que sucediera así porque la pandemia supuso una debacle en el sector de la música, no solo para los festivales, también las salas o las fiestas populares. Sobre todo afectó a la parte de los trabajadores más vulnerables, que es el sector técnico. Habiendo mucha gente que se había quedado atrás en el camino, ha sido una situación complicada de salvar. Había una cierta escasez de medios técnicos, de personal, de camareros. Ha sido un año complicado pero no puede ser un paradigma de lo que va a suceder en el futuro. Ha sido un problema puntual y concreto, pero no anecdótico.
Hubo interpretaciones que llamaron a lo del año pasado "burbuja de festivales".
2022 no es un modelo ni una situación que debamos asumir como normal. Este es un país donde hay una oferta muy amplia y muy compatible de festivales. Se han incorporado áreas geográficas que no tenían tanta tradición, pero que ahora tienen festivales buenos. Y hay un público de aquí y un público internacional. Yo no lo llamaría burbuja, en tanto que no hay festivales que se queden sin público.
¿Qué efecto cree que va a provocar la llegada del Primavera Sound a Madrid?
Yo creo que es un efecto positivo. En líneas generales, Madrid es una ciudad muy grande que no tenía un volumen de festivales como han tenido otras ciudades del Estado. Y yo creo que la llegada del Primavera Sound aporta una visión distinta de cómo hacer un festival, tanto por el volumen de artistas, de escenarios o su incidencia más allá de lo que sucede en el recinto principal del festival.
¿Cree que una ciudad como esta puede albergar de manera natural dos macrofestivales, Primavera Sound y Mad Cool, dirigidos a un público muy similar que suceden en menos de un mes y a pocos kilómetros de distancia el uno del otro?
Yo creo que sí. Yo creo que sí, porque no son festivales exactamente iguales. Tampoco estoy segura de si el público es exactamente igual. El cartel no lo es. Primavera tiene un cartel que es muy amplio en cuanto a géneros musicales. Un festival donde hay muy distintos tipos de público. Primavera ha tenido siempre una incidencia muy importante de público internacional y lo estamos viendo ahora en las tendencias de ventas, que están muy recientes. De hecho, hay gente que está comprando el abono doble [por 520 euros más gastos de gestión] para ir a Barcelona y a Madrid, porque Madrid está en un momento muy efervescente en cuanto a turismo, gastronomía u hostelería.
El cementerio de Madrid está lleno de festivales muertos...
No hay tantos.
Quizá no tantos, pero son pérdidas dolorosas. ¿Cuál es su análisis sobre que no sea fácil montar un festival en Madrid?
Creo que hablamos de momentos políticos e históricos distintos. Hasta hace relativamente poco tiempo, los festivales se entendían muchas veces como una actividad que generaba molestias a los ciudadanos. Las instituciones públicas no iban más allá de de las molestias que podían generar. Pero hay un momento en el que los festivales empiezan a hacer balance de la repercusión económica, mediática y social que tienen y las instituciones empiezan a cambiar su forma de ver los festivales, a entenderlos como un evento que aporta riqueza cultural, económica y laboral. Y sí que hay que velar por la convivencia con los ciudadanos, no solo por ellos sino también por los propios festivales, para no sufrir en el intento.
Ha nombrado a las instituciones públicas. Todos los festivales madrileños relevantes, cuentan con ayudas públicas. ¿Por qué Primavera Sound no las quiere?
Ha sido una máxima del festival, en Madrid y en Barcelona. Pensamos que el festival tiene que ser sostenible por sí y a través de los medios de financiación que tiene un festival, que es la venta de entradas o los patrocinios. Recurrimos a las administraciones públicas para cuestiones que no tengan que ver directamente con la celebración del festival, como el desarrollo del Plan de Movilidad.
¿Pero qué tendría de malo?
No es que sea algo negativo, lo haríamos si hiciera falta. Yo entiendo las subvenciones como una aportación económica de las instituciones públicas para apoyar al desarrollo de proyectos culturales. En el momento en que tu festival tiene beneficios económicos, no hay necesidad de recurrir a las subvenciones públicas.
Ha mencionado la movilidad. Con el cartel ya asegurado, yo diría que el reto principal del Primavera es cómo mover a la gente.
Ese desafío lo hemos asumido desde el minuto en el que se decidió hacer el festival en Madrid y hacerlo en el recinto de Arganda del Rey, que nos ofrece muchísimas ventajas y no ejercer una presión en los ciudadanos. Es un recinto construido específicamente para hacer festivales que hay que renovar e intervenir, pero que está hecho para eso. Entendimos la responsabilidad que supone trasladar al público en condiciones de rapidez, de eficacia y de comodidad al recinto. Estamos desarrollando un plan de movilidad que va a ser histórico. Hay que desarrollar algo que es lo suficientemente serio y ambicioso como para que haya los mínimos problemas imprescindibles en cuanto a volumen de tráfico en las vías de acceso. Estamos cerca de poder anunciar cuáles son las condiciones de ese dispositivo. Somos conscientes de que el aforo final del recinto tendrá mucho que ver con la cantidad de gente que podamos desplazar en condiciones.
¿Aún no está fijado el aforo?
Hay un aforo legal máximo en torno a las 100.000 personas, pero no va a estar en esa cifra. Hay que fijarlo en relación al traslado de público y a las condiciones de comodidad en el recinto. En Madrid hay menos problema que en Barcelona porque es un recinto prácticamente diáfano, casi en un solo nivel. En Barcelona, que es un recinto con distintos niveles, estamos planteándonos para este año una reducción de aforo de entre el 10% y el 15% con respecto a la edición anterior, para que no haya aglomeraciones en los tránsitos de público, entre unos escenarios y otros, y que haya pocas aglomeraciones en barras.
Hemos visto en Mad Cool que lo puedes hacer muy bien dentro, pero si algo que va mal en la puerta o no tienes una manera sencilla de llegar a casa, te arruina el recuerdo.
Somos muy conscientes de lo importante que es eso. Es importante propiciar el uso de transporte colectivo frente al privado, que no nos ayudaría mucho porque al final colapsa mucho más las vías. También queremos primar el uso de las lanzaderas que vamos a poner. Hemos hablado con las distintas asociaciones del sector del taxi, que están encantadas de colaborar con nosotros para prestar servicio, tanto aquí en Madrid como en Arganda.
¿La inflación está siendo un problema para el festival?
Todo se ha encarecido enormemente: los gastos de producción y los costes artísticos, que son las dos grandes partidas de un festival. Es un problema que hay que salvar y que no puedes hacerlo incrementando exponencialmente el precio de los de los abonos.
El precio de los abonos ya es bastante elevado (325 euros más gastos de gestión).
El Primavera es uno de los festivales que están en el top cinco de festivales internacionales pero estamos en el rango más bajo de precios. Tenemos unos 200 artistas contratados en tres días de actividad. Mientras que un concierto en un estadio o en un gran auditorio vienen a ser unos 100 euros. Se cargan mucho las tintas sobre un precio que no es un tan elevado cuando lo comparas. Es verdad que ha habido un encarecimiento que por fuerza tiene que reflejarse, pero lo hemos intentado reflejar lo mínimo posible. Creo que estamos en un rango razonable.
Puede que comparativamente no sea tanto, pero es que en general las entradas de los grandes conciertos y festivales han subido muchísimo el precio. ¿Tenemos que aceptar que ir a un concierto o a un festival es es un producto de lujo si lo medimos no en relación a lo que cuestan otros conciertos, sino en relación al sueldo que ganamos o lo que nos cuesta la vivienda, lo que nos cuesta la vida?
Sí, es así. Se han encarecido enormemente los precios de los vuelos, de los alojamientos, los costes para los artistas, sobre todo cuando vienen del Reino Unido o de Estados Unidos, los gastos de visados, los impuestos que se aplican y las retenciones a los artistas internacionales o el encarecimiento del coste del combustible. La situación política internacional ha afectado mucho. Lo que lo que dudo es si una vez que esto pase, las cosas volverán a un escenario normal. No lo creo. Lamentablemente hay determinados conciertos que son caros y no son accesibles para todo el mundo. Nosotros damos descuentos a los residentes y los jóvenes de 18 años pueden aplicarse el Bono Cultural.
Pero hay que recordar también que el consumo de música no es específico en esos ámbitos. Las salas de conciertos siguen siendo la fuente de creación de carreras artísticas. Es donde se desarrolla el talento, redescubrir la música de otra forma distinta. Ahí los precios no son tan elevados pero la gente no va tanto a las salas. La música en sí no va a quedar relegada a las élites ni mucho menos.
Es cierto que Primavera Sound hace un trabajo con las salas que otros festivales no. Pero también es posible que si el público invierte el dinero que tiene para gastar en música en una entrada de un macroconcierto o festival, quizás eso le impide ir continuadamente a lo largo del año a ver conciertos en salas.
No sé hasta qué punto la gente gestiona su presupuesto cultural de esa forma. Nosotros somos promotores de conciertos que hacemos a lo largo del año conciertos en salas. Y los precios son lo suficientemente razonables como para que un perfil medio pueda gastarse 20, 30 o 40 euros en una entrada. No creo que los festivales vayan a aniquilar a las salas de conciertos, que es algo que se lleva diciendo mucho tiempo. Es que sin las salas de conciertos, los festivales tampoco podríamos vivir. Al final, los artistas no nacen para actuar en los grandes festivales sino que tienen que tener un rodaje previo, que se hace en las salas. Es algo con lo que convivimos y que nos parece esencial para el desarrollo de la industria de la música en directo.
¿Cuántas mujeres dirigen festivales de música en España?
[Ríe] No lo sé. Está Carolina Rodríguez del Low Festival y alguna más. Se pueden contar con los dedos de una mano. Del tamaño del Primavera, creo que soy la única. Prefiero no pensarlo mucho, que da un poco de miedo, pero también orgullo.
¿Cómo valoras que una mujer dirija el Primavera Sound en Madrid? ¿Qué significa eso para la música?
Lo que no entendía es que no hubiera ninguna mujer que lo hiciera, por la trayectoria que tenemos las mujeres en la industria de la música. Es un tema que me preocupa muchísimo. Estoy en la Junta Directiva de la Asociación de Mujeres de la Industria de la Música, y es algo que hemos puesto de manifiesto con distintos estudios desde hace años. Las mujeres tenemos capacidad y experiencia y suficiente como para hacer esto. Muchas veces se valora la paridad en la industria de la música a través de los carteles artísticos de los festivales, pero eso es mirar solamente lo que es el escaparate de una tienda. No puedes mirar solo eso, tienes que entrar en la tienda y ver cómo funciona. La clave es que las plantillas de trabajadores y trabajadoras de los festivales sean paritarias y para eso hay que hacer un esfuerzo.
En el momento en el que empieza a haber más mujeres programadoras, más mujeres directoras y directoras de departamento en los festivales, en las compañías discográficas, en las agencias de contratación, empezaremos a ser mucho más paritarios. Hoy por hoy sigue habiendo un techo de cristal en la industria de la música. Es una cuestión de poner cuidado y de pensar que en las plantillas ha de haber género masculino o femenino y no binario porque hay que mirar al mundo.
¿Qué decisión tomaría si salta públicamente la noticia o tiene conocimiento de que un músico contratado para el cartel del festival ha realizado abusos sexuales o acoso sexual contra las mujeres, qué haría?
Lo primero que hay que ver es si es real o es un mero rumor de redes sociales. Mi decisión, si dependiera de mí exclusivamente, yo no favorecería darle visibilidad pública a alguien que haya cometido un hecho de esa índole. A mí me costaría francamente mucho trabajo darle un espacio de visibilidad a alguien que se haya demostrado que ha cometido, o si hay una certeza importante, un abuso sexual. Va en contra de todo lo que creo.
¿Intenta también diseñar carteles que sean antirracistas?
Según la filosofía de nuestro festival, no tienen cabida artistas que tengan una actitud racista. Nosotros queremos construir un festival que sea un espacio seguro para cualquier persona, independientemente de cómo sea y de quién sea. Igual que el de género, nuestro propósito es la programación de artistas racializadas en el cartel. Y también poner atención al lugar de procedencia. No es lo mismo ser una artista racializada en los Estados Unidos que ser un artista racializada en Nigeria o en Sudáfrica. Nuestro cartel también es muy activo en cuanto a la incorporación de artistas que vienen de todas las partes del mundo.
¿Piensa que un festival es no solo un acto económico y un espectáculo sino también un acto político?
Claro, pero es que todos los actos de la cultura son actos políticos. Puedes tratar de quitarles cualquier tipo de significación pero en el fondo lo son. Es un sitio de comunicación pública y de expresión artística y cultural. No quiere decir que haya un posicionamiento partidista pero sí que lo hay en cuanto a cómo quieres ver tu sociedad y cómo quieres que la gente la perciba. Tenemos un poder social y un poder político importantes. Hay que ser conscientes y coherentes con la sociedad, tratando de construir a nuestra medida un mundo un poco mejor.