Canciones como Once In A Lifetime, This Must Be The Place o Take Me To The River eran irreconocibles para mí, con ese ruido de fondo de martillo neumático. Lo mismo me pasó con Psycho Killer, todo un himno de los tiempos con una base rítmica juguetona que sirvió para abrir la mejor película musical de la historia; me refiero a Stop making sense, dirigida por Jonathan Demme, donde un espasmódico David Byrne aparecía con un traje que le venía grande. La mirada anfetamínica y la guitarra acústica acompañaban su canción. En el suelo, el casete con la claqueta marcaba los tiempos.
Cuando vi aquella película en los Alphaville de entonces, caí rendido a la magia de los Talking Heads. Era tarde y tuve que esperar al otro día a que abrieran las tiendas para hacerme con el disco; la banda sonora de la película. Qu'est-ce que c'est? Fa-fa fa-fa, fa-fa-fa-fa-fa-fa, better Run, run, run, run, run, run, run away, oh, oh, oh, oh Ay-ya-ya-ya-ya-ya, ooh... y en ese plan, por seguir con el asalto del recuerdo, Psycho killer me arrastró hasta una pequeña casa detrás del Rastro donde vivía Ray Heredia con su mujer y su hija Triana. Allí me acercaba yo todas las tardes. En el sofalito, con su guitarra Takamine enchufada al ampli, Ray componía mientras Triana gateaba por el suelo con el chupete en la boca.
Me pedía que le grabase “cosicas molonas, su primo”. Y yo le llevaba Matt Bianco, Prince, Funkadelic, Chic y toda la pandilla. Una de las veces decidí probar y le grabé el Stop making sense entero. Con los primeros compases del Psycho killer, agarró la Takamine y ya no se pudo sacar la melodía del cuerpo. Yo tampoco. Era una versión gitana con aires rumberos; una “cosica” muy fresca, muy nueva, pero en la que se reconocía la canción original. Le dije que teníamos que grabar eso en una maqueta, que yo me encargaba de hacérselo llegar a David Byrne.
Ray y yo nos vimos una vez más y hablamos de ello; me dijo que ya tenía la versión lista para maquetar. La tocó con la Takamine, rumbeando el ritmo, y luego agarró un bajo eléctrico y me hizo los dibujos de la melodía con los graves. Un teclado Casio, con el que Triana jugaba, iba marcando la claqueta. Fue la última vez que vi a Ray Heredia, ya digo; me despedí de él, “hasta mañana, su primo”. Desapareció para siempre. Cuando lo encontraron, estaba muerto.
Me estoy haciendo viejo y ahora me acuerdo de estas cosas con el cedé tributo a Talking Heads, una aberración que ya mismo voy a colgar del tejado, para espantar a los pájaros, que no me caguen más la ropa. A ver si por lo menos sirve para algo. Qu'est-ce que c'est? Fa-fa-fa-fa, fa-fa-fa-fa-fa-fa.