Podría parecer que el Gobierno alemán está tambaleándose después de que el Tribunal Constitucional declarara ilegales las maniobras presupuestarias del canciller Olaf Scholz. En el Gobierno alemán contaban con 60.000 millones de euros para la transformación climática que salían del fondo creado en su momento para luchar contra la Covid.
Tras esa decisión del Tribunal Constitucional, Scholz, su ministro de Economía, el ecologista Robert Habeck, y el titular de Hacienda, el liberal Christian Lindner, han echado un duro pulso para encontrar un nuevo compromiso y poder cerrar así las cuentas de los presupuestos para 2024.
En este contexto, Lindner ha salido reforzado o, por lo menos, no tan debilitado como los socialdemócratas del SPD y Los Verdes, según analistas como Andrea Römmele, profesora del Hertie School of Governance. Lindner es, entre otras cosas, un duro defensor del control presupuestario, contrario al endeudamiento, al gasto y las subidas de impuestos. De Lindner, de hecho, ecologistas como Habeck dicen que tiene “fobia al endeudamiento”.
“La decisión del Tribunal Constitucional ha hecho daño a Lindner, pero también le ha planteado nuevas posibilidades”, han analizado en páginas económicas en el influyente diario Frankfurter Allgemeine Zeitung. Así, Scholz y Habeck han vuelto a discutir – y perder – frente a Lindner el debate sobre la idea de incumplir también en 2024 con el freno de la deuda, dispositivo que limita el déficit público de Alemania al 0,35% del PIB.
Para Lindner, la lucha contra las deudas no es simplemente una batalla nacional. También en Europa hizo campaña este político liberal para que haya más controles sobre la deuda de los países de la UE.
Es también a través de Lindner que Berlín ha logrado que se incluya en el debate europeo la idea de establecer objetivos numéricos de recortes anuales de la deuda y las limitaciones anuales de gasto. Esto es algo que en la capital alemana ven como “un gran éxito en las negociaciones” en las que sólo había un 50% de que los germanos se salieran con la suya, de acuerdo con representantes del Gobierno alemán citados por la agencia británica Reuters.
Lindner ha dicho, desde el primer momento que la reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento debe mejorar las “herramientas para ser capaces de reducir la deuda y los déficits de modo realista y seguro”. “Alemania no está sola en esto. Otros pueden que no lo digan tan claro pero hay países que comparten nuestra visión”, ha dejado dicho el titular de Hacienda del Gobierno alemán. Finalmente los ministros de Economía de los países de la UE cerraron un acuerdo para el nuevo corsé fiscal de la UE plagado de cesiones a Alemania.
En Alemania, Scholz, Habeck y Lindner, luchaban aún a finales de esta semana por encontrar un compromiso y poder cerrar así las cuentas de los presupuestos para del año próximo. En esas cuentas, lo que seguro no va a faltar es dinero para la industria metalúrgica.
El Gobierno alemán se está volcando con este sector para ayudarlo en su transformación hacia la neutralidad climática. Es más, ante unos 3.000 empleados del metal en la ciudad de Völklingen, Habeck decía a esos trabajadores hace unos días que asistían a “un momento histórico”.
Con esos términos hablaba Habeck se refería al desembolso que va acometer el estado germano para apoyar el sector metalúrgico en El Sarre, Land alemán en el que se encuentra Völklingen. En esa región se estima que, sólo para el holding SHS – la gran firma de la siderurgia allí – trabajan unas 14.000 personas.
La actual marcha de la economía tiene mucho que preocupar a esos trabajadores. Ha sido 2023 un año de recesión económica y, desde que comenzó la invasión de Rusia contra Ucrania y a los alemanes se les cerró el grifo del barato gas natural ruso, los costes de producción lastran al rendimiento de Alemania, un país donde la tradición industrial sigue teniendo un notorio peso en el PIB.
Con todo, Alemania persigue objetivos de descarbonización para ser neutral desde un punto de vista climático de aquí a 2045. Eso implica, en el caso de sectores como el que mantiene empleados a los trabajadores de SHS en El Sarre, transformar toda una industria en un proceso costoso. Estas empresas van a contar con el apoyo del Estado alemán.
“Habéis querido 2.600 millones de euros y obtenéis 2.600 millones de euros”, decía Habeck en su intervención de hace unos días en Völklingen. Habeck asegura que estaba presentando allí “el mayor programa de ayuda directa que jamás haya tenido lugar en la historia de la República de Alemania”.
Ese desembolso aún tiene que contar con la luz verde de la Comisión Europea. Pero de producirse esas ayudas – y apoyos de este tipo ya se han registrado a lo largo y ancho de la geografía metalúrgica teutona – ya sólo faltaría un gran nombre del sector por recibir ayudas: el de Arcelor Mittal. Esta empresa, la mayor siderúrgica del mundo, tiene intención de transformar acerías en Bremen (noroeste alemán) y Eisenhüttenstadt (este alemán).
Según el diario económico alemán Handelsblatt, esa empresa multinacional con sede en Ciudad de Luxemburgo, necesitaría ayudas por valor de 1.500 millones de euros en Alemania para su transformación climática. Hasta 2.000 millones de euros ha puesto en ayudas el estado alemán para Thyssenkrupp, otra empresa que pese atravesar momentos delicados también quiere descarbonizar su negocio.
“La industria del metal es la columna vertebral de nuestra industria”, decía la socialdemócrata Anke Rehliner, presidenta de El Sarre, durante la visita de Habeck a Völklingen. De ahí que se viera al ministro de Economía hacer anuncios como el que hacía ante los trabajadores del holding SHS. Llamativo resulta a muchos que Habeck prometiera esos miles de millones cuando el Ejecutivo aún estaba parcheando el agujero que dejó la decisión del Tribunal Constitucional alemán en los planes presupuestarios de Scholz y compañía.
Al parecer, la industria no se va a quedar sin ayudas pese a que el Gobierno alemán vuelva a tener como prioridad la lucha contra las deuda, en su país y en Europa.