Su historia empresarial recuerda bastante a la de los reyes inmobiliarios de la burbuja española del ladrillo. Un directivo ambicioso y carismático, con estrechos lazos con la política, que vive las mieles del éxito hasta que la presión de la deuda hace saltar por los aires todo su entramado corporativo. Es lo que le ha pasado a René Benko (1977), considerado uno de los nombres más poderosos del sector inmobiliario europeo, promotor y comprador de edificios icónicos, como el Chrysler de Nueva York o los grandes almacenes Selfridges de Londres.
Hace unas semanas, su grupo, llamado Signa y compuesto por multitud de filiales, asumió que se había quedado sin liquidez para operar con normalidad. La consecuencia, dejaba de pagar la deuda con algunas de las principales entidades financieras de Europa y se quedaban sin terminar obras que ya estaban en marcha en el centro de las principales capitales de Alemania o Austria, el país de origen de Benko.
Con la declaración de insolvencia del holding y de parte de las filiales comienzan las dudas sobre si la cartera inmobiliaria valía lo que decía la empresa -cerca de 30.000 millones de euros- y sobre el modelo de gestión de un grupo construido a golpe de relaciones personales y carisma. Como comparación, los activos de Pontegadea, la sociedad inmobiliaria de Amancio Ortega, se cifran en 18.000 millones de euros. De hecho, circula la idea de que Benko decía de sí mismo que solo la familia real británica y el Vaticano tenían una cartera más valiosa que la suya. Cierto o no, Benko gozaba hasta hace poco de buenas relaciones empresariales y políticas.
Ese entramado de nexos con el poder político conduce, sobre todo, a Austria. Hace menos de seis años, Sebastian Kurz era la estrella que más brillaba en el panorama político conservador europeo. Nombrado canciller cuando tenía poco más de 30 años, estaba considerado el nuevo referente político de las derechas.
A finales de 2021, Kurz fue la estrella de la convención política del PP. Sin embargo, su brillo se apagó rápido. Solo una semana después de compartir escenario con el también destronado Pablo Casado, Kurz tuvo que dimitir por sus presuntos lazos con un caso de corrupción, que también implicaba a su formación política, el ÖVP, y a estrechos colaboradores en un escándalo de malversación de dinero público para encargar encuestas que dejaban mal a sus rivales políticos.
Kurz llegó al poder haciendo gala de sus buenas relaciones empresariales y de su capacidad de hacer política de otra manera. Por ejemplo, en las Navidades de 2017, echó una mano para que un ascendente empresario, de nombre René Benko, se hiciese con el control de una cadena de distribución -Leiner, una especie de Ikea austriaco con tiendas en el corazón de Viena y otros puntos de Austria- que estaba al borde del precipicio. Según cuenta el Financial Times, Kurz medió para que un tribunal vienés estuviese activo durante esas vacaciones navideñas para aprobar la transacción y salvar así cerca de 5.000 puestos de trabajo.
Esa no era la única relación de Benko con el Gobierno austriaco. El citado artículo también menciona la colaboración de la compañía con Thomas Schmid, un ex alto funcionario del Ministerio de Finanzas austriaco y lugarteniente político de Sebastian Kurz, quien acabó trabajando para Benko, según datos obtenidos por la Fiscalía y que cita el diario británico.
Signa es un gigante inmobiliario, un holding compuesto por diferentes empresas, donde las principales son Signa Prime y Signa Development, dos de las que han tenido que declararse en el equivalente al concurso de acreedores por no poder hacer frente a la deuda que deben devolver a corto plazo.
El grupo, como otras compañías inmobiliarias, se ha construido a golpe de operaciones corporativas, compra de edificios, contratos para renovarlos, obras de remodelación en los ejes financieros y comerciales de las principales ciudades -sobre todo centroeuropeas- y contratos de alquiler a largo plazo. En este caso, también, se enfocó en la actividad de los grandes almacenes. Por ejemplo, el KaDeWe de Berlín o el citado Selfridges londinense, cuya propiedad comparte con un grupo tailandés que ahora se ha quedado con la gestión.
Singa también se hizo con el control de dos cadenas alemanas parecidas a El Corte Inglés, Karstadt y Kaufhof, que unificó y que fueron uno de los primeros negocios en declararse en situación de insolvencia.
Cuando compró esas cadenas, hace seis años, Benko confiaba en su futuro. En esta entrevista con el diario alemán Handelsblatt, se mostraba confiado en la capacidad de crecimiento de los grandes almacenes, como ejes sobre los que vertebrar el comercio del centro de las ciudades.
También reconoció que aprovechó la crisis financiera de hace algo más de una década para comprar activos "premium" a buen precio, que le expulsaron del colegio y que su primer negocio fue la venta de áticos en su localidad natal, Innsbruck. "Mi jornada laboral suele ser de 18 horas. Es como el deporte, donde se trata de trabajar duro. El talento por sí solo no es suficiente. Hay que demostrarlo y entrenar cada día. Se trata de resistencia", aseguró en la entrevista.
Los problemas de la compañía para hacer frente a su deuda habrían comenzado en 2020, con la pandemia de coronavirus, el pinchazo de los alquileres de oficinas con el teletrabajo, la posterior subida de los tipos de interés, así como la de los costes de los materiales de obra y la inflación, según Bloomberg. Esta agencia ha tenido acceso a la documentación de la declaración de insolvencia de las principales sociedades del grupo Signa.
En ella, se cifran las exigencias de pasivo a corto plazo -de devolución de deuda en los próximos meses- en más de 5.000 millones de euros. Entre las entidades a las que debe dinero, gigantes financieros europeos como Julius Baer, ABN Amro o BNP Paribas, pero también fondos soberanos como el de Arabia Saudí, aunque no indica cifras concretas. Además, existirían numerosos préstamos intragrupo, entre las filiales, que según diferentes informaciones elevarían el endeudamiento por encima de los 10.000 millones.
Ahora, el holding de Signa y las filiales en situación de insolvencia tienen por delante un periodo de reestructuración que puede prolongarse en el tiempo, porque según la legislación austriaca los equipos directivos pueden continuar y tienen hasta dos años para pagar a los acreedores el 30% de lo que se les adeuda. Para conseguirlo, tienen que lograr liquidez, por ejemplo, a través de la venta de activos.
Uno de los que tiene colocado el cartel de 'se vende' es el edificio Chrysler de Nueva York, donde Signa comparte la propiedad con el promotor Aby Rosen y que adquirieron justo antes de la pandemia.
Los lazos corporativos de Benko no se quedan solo en Alemania o Austria, también llegan a Francia.
La familia Peugeot, que está en el origen de la firma automovilística ahora controlada por Stellantis, reconocía a finales de 2023 que veía difícil recuperar su inversión en una de las filiales de Signa. "Dado el importante retraso en la recepción del dividendo, sin actualizaciones confirmadas sobre el pago por parte de la empresa participada, hemos decidido adoptar un enfoque prudente", reconocía el holding familiar al hablar de su participación. Ahora, a esos inversores, como al resto de los que apostaron por Signa y Benko, les tocará esperar a ver si la inmobiliaria consigue reconstruirse a sí misma.