Cuando, a principios de 2022, recién iniciada la guerra de Rusia contra Ucrania, el canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz, y los miembros de su gobierno se oponían a un eventual embargo del gas ruso, se llegó argumentar que implicaba jugar con “la paz social” en Alemania. No hubo embargo porque no hizo falta. Moscú cerró el grifo. En Berlín tuvieron que buscar alternativas al barato gas natural ruso. Esas alternativas son más caras, con lo que puede que la “paz social” en Alemania siga en juego.
Este miércoles, a partir de las dos de la tarde, comenzó una de las mayores pruebas que se recuerdan para la economía alemana por culpa de un conflicto social. El Sindicato Alemán de Maquinistas (GDL) convocó hasta el próximo lunes a las dos de la tarde una huelga como no se recordaba en el país. En el sector ferroviario, la protesta convocada por el sindicato GDL es la mayor en la historia reciente.
GDL representa a unos 40.000 trabajadores. Al frente de esta organización se encuentra Claus Weselsky, un veterano sindicalista de 65 años del que no se puede decir que el paso de los años lo haya ablandado. No se recordaba en la historia de los conflictos sociales germanos que alguien como Weselsky rechazara de forma tan clara esa tradición de Alemania tendente a alcanzar acuerdos entre actores sociales. Antes de la huelga que comenzó este miércoles, GDL ya había llevado a cabo tres jornadas de paros en los últimos tres meses.
Esta huelga de seis días es diferente. Supone una escalada considerable en un conflicto social en el que el sindicato lucha por mejorar sus condiciones laborales. Los maquinistas alemanes son un colectivo que cobra entre 3.127 euros y 3.825 euros al mes, según recogen los medios alemanes. GDL pide subidas salariales de hasta 555 euros adicionales, reducciones de jornadas –pasando de 38 a 35 horas de trabajo semanal– y un paquete especial para la lucha contra la inflación. Así, quieren proteger a sus representados ante el alza de los precios. La inflación de 2023 terminó con una media del 5,9%, según datos de la Oficina Federal de Estadística (Destatis).
La dirección de la Deutsche Bahn, la gran empresa de ferrocarriles de Alemania, había hecho una oferta para que los maquinistas podrían ver reducida su jornada a partir de 2026, obtengan una subida salarial de hasta el 13% hasta 2025 junto a una paga extra contra la inflación de 3.000 euros. La oferta del jefe de personal de Deutsche Bahn, Martin Seiler, no ha surtido efecto. Al contrario, lo planteado por la compañía es sólo “una oferta en apariencia”, han dicho en GDL, donde han manifestado sentirse “engañados” por Deutsche Bahn, una compañía privatizada en los años 90 pero que está controlada por el Estado germano.
De fondo, hay un problema que enfrenta a dirección y maquinistas. Así lo resumía un editorial del diario progresistaFrankfurter Rundschau: “Muchas cosas van mal en Deutsche Bahn: por un lado, hay cancelaciones de trenes, retrasos, una red ferroviaria descuidada y, por otro, hay una dirección que lleva muchos años sin resolver estos problemas, pero que sigue llevándose bonificaciones millonarias”, se leía en el editorial que el periódico llevaba en su portada.
Aludía el editorial a las bonificaciones que se embolsaban en la dirección de Deutsche Bahn y que se hicieron públicas a finales del año pasado. Entonces, las televisiones públicas NDR, WDR y el diario Süddeutsche Zeitung daban cuenta de que, en concepto de bonificaciones de 2022, hasta cinco millones se habrían repartido en la alta dirección de la compañía.
La concesión de un bono, pese a que el funcionamiento de la compañía ha hecho que terminara 2023 con unos problemas de impuntualidad en sus trenes nunca vistos en los últimos ocho años. Según cuentas de la edición dominical del diario Bild, “sólo uno de cada dos trenes de larga distancia” era puntual.
El conflicto de los ferroviarios con Deutsche Bahn causará un considerable impacto en la vida de los alemanes en los próximos días. GDL avisó con 48 horas de antelación de la huelga. En total, serán 136 horas de perturbaciones en el tráfico de personas y mercancías, en trenes de cercanías, regionales y de larga distancia.
Esta huelga va a dejar su huella en la ya de por sí lastrada economía de Alemania, que terminó en 2023 en recesión y que tiene ante sí un complicado 2024. En su edición del martes, el diario berlinés Der Tagesspiegel, avisaba en su primera página de que el coste de la huelga para la economía sería de “miles de millones de euros”.
En editoriales, este periódico, de línea ideológica en el centro-izquierda, se calificaba a la “mega-huelga” de GDL de “desmedida” y “peligrosa”. El Instituto de la Economía Alemana (IW), centro de estudios económicos con sede en Colonia, señalaba que cada día de huelga se perderán unos 100 millones de euros.
En el Gobierno del canciller Olaf Scholz, que quisiera ver despegar la economía del país porque, entre otras cosas, parte de su supervivencia política también depende de ello, hay una explícita incomprensión con los huelguistas. En particular, el ministro de Transportes, el político liberal Volker Wissing, decía en unas declaraciones a la televisión pública ZDF “no tener comprensión alguna por esta forma de discusión salarial”.
El Gobierno alemán ha visto como a principios de este año buena parte del país se paralizaba por culpa de las protestas de agricultores y transportistas. Estos protagonizaron también una semana de movilizaciones culminada en una gran tractorada en Berlín con la que mostraron su oposición a la intención del Ejecutivo de recortar los subsidios al combustible a los trabajadores del campo y la carretera. Si a principios de mes los tractores cortaban las carreteras, ahora toca la huelga de los maquinistas de GDL.
El sindicato de Ver.di, la mayor organizaciones de trabajadores del sector servicios, también tiene sus más y sus menos con la dirección de Lufthansa, la gran compañía de aerolíneas de Alemania. A mediados de este mes comenzaron las negociaciones a cuenta de las remuneraciones en la compañía. Los trabajadores también quieren mejorar sus salarios para medirse en mejores condiciones a un entorno económico inflacionista, por un lado, y, por otro, para ver repercutir en ellos “los beneficios de récord” que ha registrado Lufthansa, explican en Ver.di.
Lufthansa emplea a 25.000 personas en Alemania. Una huelga de los trabajadores de esta compañía, como las ocurridas en julio de 2022 o a finales de 2019, dejaron a decenas de miles de pasajeros sin vuelos. Que se repita un pulso en Lufthansa como el que GDL mantiene ahora con la Deutsche Bahn seguro que es uno de los peores escenarios económicos en los que pudieron pensar el canciller Scholz.