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El petróleo transmite una tensa calma ante el riesgo de que EEUU se involucre en la contienda israelí contra Irán

El petróleo transmite una tensa calma ante el riesgo de que EEUU se involucre en la contienda israelí contra Irán

El barril ha reaccionado con leves subidas a la colisión armada entre Israel e Irán. El exceso de oferta en el mercado, la espita del ’oro negro’ de EEUU y otras latitudes americanas ajenas a la OPEP + y unos stocks nutridos mantienen los suministros sin obstrucción. Pero su valor puede estallar si Washington entra en el enfrentamiento con Teheran

Jameneí advierte a Trump: “Irán no se va a rendir y una intervención de EEUU tendrá consecuencias irreparables”

Donald Trump muestra cada vez más incontenidos deseos de atacar Irán.

Y no solo para impedir que el régimen de los ayatolas alcance el estatus de potencia nuclear. En el supuesto de que no haya conseguido ya una condición en la que lleva avanzando casi dos decenios con un programa atómico, teóricamente de uso civil, al que Teherán ha dedicado ímprobos esfuerzos financieros, científicos y diplomáticos, con sanciones occidentales de por medio. Sino porque el mandatario republicano sopesa la involucración inminente y directa de EEUU en la confrontación armada de mayor inquietud geoestratégica, la que acaba de desencadenar Israel contra Irán. Trump no muestra reparo alguno en admitir que su propósito exige una rendición incondicional del Estado islámico. En medio de alusiones nítidas -desde Washington y desde Tel Aviv- de asesinar al líder espiritual iraní Alí Jamenei

Nada de toda esta excitación en el avispero de Oriente Próximo parece haber agitado al mercado de crudo. Sensible, como pocos, a cualquier factor que altere el complejo equilibrio entre oferta y demanda, ya sean asuntos económicos, productivos y, sobre todo, geopolíticos. Pero el barril de Brent y el WTI -de referencia en Europa y EEUU- no han emitido signos bruscos de alteración ante la peor de las pesadillas en la región más convulsa del planeta: una confrontación armada directa y sin frenos diplomáticos entre Israel e Irán. Si por señales moderadas se entiende unos repuntes de una docena de dólares a la semana de que Tel Aviv diera orden a sus cazas para que iniciaran sus incursiones en espacio iraní para bombardear centros energéticos y neurálgicos del régimen de Teherán.

El barril ha marcado el máximo en cinco meses. Sin embargo, venía de una larga temporada con precios en torno a los 65 dólares. Demasiado bajo para el objetivo velado de la OPEP + de situar la cotización en los 80 dólares para generar capacidad de saneamientos a las cuentas estatales. Tras elevar, en una maniobra que se aleja de la ortodoxia del cártel, las cuotas productivas para provocar la quiebra técnica de empresas petrolíferas estadounidenses dedicadas al negocio del fracking y el crudo y gas de esquisto, que han inundado el mercado y deprimido el precio del oro negro, pero que empiezan a emitir síntomas de debilidad de ingresos, beneficios y rentabilidad.

Arabia Saudí no quiere que el sector privado estadounidense consagre el estatus de EEUU como primer exportador neto de petróleo y de gas. Incluso si para ello precisa romper la baraja de un negocio, el del crudo, que maneja a su antojo desde hace décadas.

Aun así, los analistas, que ven el escenario dentro de un clima de calma tensa, no descartan que el barril se dispare y se instale en los triples dígitos. En función de las distintas variantes que se planteen en el transcurso de los acontecimientos venideros. Algunos de ellos, de suma gravedad geopolítica. Quizás el de mayor enjundia sea el cierre del Estrecho de Ormuz, la arteria marítima por la que sale la práctica totalidad del petróleo de la Península Arábiga y que está bajo control de Teherán.

Un salto hacia los tres dígitos

Bajo este supuesto, el crudo saltaría por encima de 130 dólares con suma facilidad, advierten. Así lo creen en JP Morgan, que antes del ataque israelí situaba el barril para el resto de 2025 en una horquilla entre 60 y 65 dólares de promedio y ahora, en un informe a inversores en el que no descarta “una involucración geopolítica a tres bandas” con alianza entre EEUU e Israel para tratar de derrocar a Jamenei que propicie el cierre del enclave de Ormuz, por donde -recuerda la nota- fluye la quinta parte del tránsito mercante del crudo- con cuellos de botella logísticos. Goldman Sachs aduce la misma razón, las disrupciones de suministro, para augurar saltos de 10 dólares, incluso en una misma jornada, e inminentes, que llevarían el barril hasta los 90 dólares.

Este sombrío horizonte no resulta descartable. Hay campos abonados para que salte la chispa y el conflicto detone sin solución de continuidad.

La Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) acaba de declarar a Irán en situación de incumplimiento de sus obligaciones de no proliferación nuclear por primera vez en 20 años. La institución encargada de certificar los plácets de pertenencia al club de propietarios estatales de la bomba atómica aduce que sus inspectores han descubierto actividad nuclear no declarada -de uso militar- en múltiples zonas y emplazamientos.

Tampoco ayuda que Trump enfatice que “nuestra paciencia se agota”, salga precipitadamente de la cumbre semestral del G-7 para eludir el comunicado consensuado de las siete potencias industrializadas llamando a Israel a la distensión o convoque de urgencia el Consejo de Seguridad para evaluar la estrategia de castigo que baraja para “obtener el rendimiento incondicional” de Irán tras departir telefónicamente con Benjamin Netanyahu.

Las armas estadounidenses resultan cruciales para lograr la destrucción completa del programa atómico de la República Islámica. Hasta ahora, la Casa Blanca ha evitado participar en ataques directos contra Teherán. Pero ya ha ordenado movimientos militares que han activado todas las alarmas. Entre otros, el desplazamiento urgente del portaaviones USS Nimitz al Golfo Pérsico con un extenso grupo de combate. Además de “un flujo más que notable” de aviones cisterna de la Fuerza Aérea estadounidense que sobrevuelan Oriente Medio, según OSINTechnical, una cuenta de Inteligencia de código abierto. Todo ello, coincidiendo con la revelación de la OIEA de daños en las salas subterráneas de enriquecimiento de uranio en la planta nuclear de Natanz.

“Trump está considerando seriamente intervenir, el Ejército de Israel está ganando y al líder del MAGA le gusta estar en el equipo vencedor”, destaca a The Economist Dana Stroul, analista del Washington Institute for Near East Policy, antes de puntualizar que, “de momento, nadie parece estar reparando en los daños económicos y energéticos colaterales”. En medio de una colisión entre dos petroleros en Ormuz, de una actividad frenética de fragatas iraníes por sus aguas y de que Qatar, la mayor potencia gasística del área, se afane en redirigir el tránsito de los metaneros desde sus puertos.

Por si fuera poco, fuentes diplomáticas occidentales recuerdan que Israel mantiene desde hace decenios al menos dos submarinos nucleares en aguas del Golfo con sus proyectiles apuntando permanentemente sobre Teherán. O que Israel siga sin ser declarada potencia atómica, pese a disponer de la bomba nuclear por transferencia de tecnología con total respaldo militar desde EEUU.

Análisis geopolítico y bursátil coincidente

Todo ello ha llevado a Morgan Stanley a elevar sus precios objetivos sobre las acciones de ciertas petroleras. En concreto, aquellas sin exposición a activos en Oriente Próximo. Después del alza del 12% en la jornada del pasado miércoles del barril de Brent que situó el precio en el nivel más elevado en cinco meses. Las revalorizaciones del banco de inversión americano a estas compañías energéticas oscilan entre el 7% y el 11%. Mientras describe a sus clientes tres escenarios futuros con precios que van desde los 60 hasta los 120 dólares en función de la carga geopolítica y de la intensidad que la volatilidad pueda generar en los mercados. Los dos focos que alumbrarán todo tipo de incertidumbre que surja en el normal suministro del oro negro, precisan sus expertos.

A la espera de que Teherán acepte la reclamación de EEUU e Israel de un enriquecimiento cero de uranio, lo que equivale a “renunciar a su capacidad para concentrar este material fisible en sus reactores nucleares para elaborar bombas atómicas”, aclara Michael Eisenstadt, director del Programa de Estudios de Seguridad del Washington Institute for Near East Policy, para quien el régimen iraní “podría estar a punto”, como denuncia Tel Aviv, de “conseguir ojivas atómicas”. A pesar de que Israel “ha debilitado la capacidad de disuasión convencional iraní” con su escudo antimisiles, reforzando sus defensas antiaéreas o elevando su producción de misiles.

Por su parte, Morgan Stanley reconoce una “probabilidad mayoritaria” de que la prima de riesgo se dispare por el voltaje geopolítico imperante y catapulte la cotización del barril. “Los conflictos en Oriente Medio siempre las elevan y el actual es de suma gravedad, tal y como atestiguarán los valores bursátiles”, enfatiza Stephen Dover, estratega jefe de Mercados del Instituto Franklin Templeton, quien, sin embargo, admite que “aún no se ha intensificado lo suficiente”. Al menos en la “misma proporción” que se atisba por su tensión geopolítica.

Los análisis diplomáticos y de mercado coinciden en que una guerra regional o alteraciones en el difícil equilibrio de la región como el colapso del estado islámico iraní generarían un caos que traspasaría las fronteras y alborotaría substancialmente el suministro petrolífero. En especial, si como ha empezado a ocurrir, la escalada del conflicto, con cruce de misiles que han superado el halo de contención estratégica de ambos contendientes, destruyen centros energéticos iraníes, tercer productor global.

John Authers trata en su columna de Bloomberg de arrojar algo de luz a esta dicotomía entre la calma tensa del mercado y la mayor amenaza a la inestabilidad en Oriente Próximo. Después de que los inversores saludaran la intervención militar israelí sobre Irán con descensos del oro -uno de los valores refugio más sólidos- aumentos de rendimiento de los bonos del Tesoro e intensa, pero fugaz volatilidad en las bolsas.

Entre los argumentos en contra de esta contención inversora destaca el análisis de Harry Colvin, de Longview Economics, que incide en que el negocio del crudo anticipa colisiones geopolíticas entre Israel e Irán y recuerda que la historia de la OPEP se afana en precisar que el barril siempre duplica su valor antes de propiciar una recesión entre las naciones de rentas altas. Así ocurrió en la década de los setenta, en 1987 y en 2010, según una reciente radiografía comparativa de DataTrek International. O que el S&P 500 tiende a descender más del 6% en las tres semanas posteriores a un shock geopolítico, a juzgar por otro estudio, en este caso de Deutsche Bank.

Por contra, entre las lecturas complacientes con la apariencia de bajos riesgos menciona al gas y al petróleo de esquisto que produce masivamente EEUU y la irrupción en el mercado de otros agentes externos al cártel petrolífero; casi todos, procedentes de América Latina, como asegura la firma de investigación de mercados Fordham Global Foresight.