La antipolítica se consolida ante unos partidos tradicionales cada vez más alejados de sus votantes históricos y augura un nuevo año de ofensiva diplomática personalista acompañado de un progresivo desmantelamiento de las instituciones internacionales
Después de EEUU, objetivo Alemania: revuelo por la injerencia de Elon Musk a mes y medio de las elecciones
2025 arranca bajo los efectos de una profunda resaca poselectoral. Es el año del regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos. Un año de gesticulación política y personalismos, de imprevisibilidad y de reconfiguración del poder, tanto público como privado, simbolizado todo ello por la alianza de intereses del nuevo inquilino de la Casa Blanca y el magnate más rico del mundo, Elon Musk.
Ellos son los principales exponentes de esta “egopolítica” que ha salido reforzada de las urnas. Es el triunfo del narcisismo sobre el carisma. La antipolítica se consolida ante unos partidos tradicionales cada vez más alejados de sus votantes históricos. Pero, ¿estamos ante un Trump factor de cambio o ante aspavientos y fuegos de artificio político?
Está por ver hasta qué punto nos adentramos en un año que reforzará todavía más los diques de contención y repliegue que han ido bunquerizando las sociedades y fragmentando la hiperconectividad global; o, por el contrario, veremos emerger una aún tímida voluntad de pensar políticas alternativas que den respuestas a las verdaderas causas del malestar e intenten recomponer consensos cada vez más frágiles.
De momento, el ciclón electoral de 2024 nos ha dejado la democracia un poco más magullada y un mundo movilizado desde el enojo, el malestar o el miedo. Muchos de los 1.600 millones de votantes que pasaron por las urnas lo hicieron, en general, para castigar a los partidos en el poder: en Estados Unidos, Francia, Irlanda, Portugal, Reino Unido, Uruguay o Panamá. Incluso aquellos que han resistido han salido debilitados, como atestiguan el descalabro electoral del Gobierno de Ishiba Shigeru en Japón, o las coaliciones necesarias en la India de Narendra Modi y la Sudáfrica de Cyril Ramaphosa.
También la nueva andadura institucional en la Unión Europea está cimentada en unos apoyos parlamentarios históricamente débiles, pendiente de Alemania, que pasará por las urnas en febrero con su modelo económico gripado, un malestar social rampante, y con dudas sobre la fortaleza política que puedan arrojar unas elecciones que tienen a los ultras de Alternativa por Alemania (AfD) como segunda fuerza en intención de voto en los sondeos.
La volatilidad democrática de Occidente colisiona con la hiperactividad geopolítica del Sur Global y la virulencia de los focos de conflicto bélico.
Treguas sin pazLa convulsión geopolítica global cierra el año con el colapso inesperado del régimen sirio de Bashar al Assad. Pero, también, con el encuentro a tres bandas entre Donald Trump, Volodímir Zelenski y Emmanuel Macron en París en el marco de la reapertura de Notre Dame.
Los compases diplomáticos y la aceleración bélica colisionan en las agendas políticas internacionales. Y Rusia, convertida en el hilo conductor que hilvana los últimos acontecimientos en Siria y Ucrania, se encarga de mandar el recordatorio de que cualquier movimiento diplomático deberá pasar también por Moscú. En este contexto, en 2025 se hablará de alto el fuego, pero no de paz.
Los anuncios electorales de un Trump decidido a acabar con la guerra en Ucrania “en 24 horas” llevaron, de entrada, a una intensificación bélica sobre el terreno. Y, si bien en 2025 la ofensiva diplomática ganará terreno, está por ver cuál es el plan, quién se sentará a la mesa y que disposición real de llegar a un acuerdo tendrán las partes. Para la Unión Europea se trata de una batalla esencial, para no verse excluida de una posible negociación sobre el futuro inmediato de un Estado llamado a ser miembro de la UE y en el cual se decide, en estos momentos, la seguridad del continente.
En cualquier caso, Oriente Medio ha demostrado ya la fragilidad y el crédito limitado de esta estrategia de cese de hostilidades sin capacidad ni consensos suficientes para buscar soluciones duraderas. 2025 arranca con un cambio de objetivos en la región, pero sin pacificación. La guerra civil siria, enquistada desde las revueltas árabes de 2011, entra en una nueva fase.
Asistimos a una recomposición geopolítica regional profunda porque Siria llevaba años convertida en un campo de batalla indirecto en las relaciones de Estados Unidos con Rusia, Irán y Arabia Saudí. Nos encontramos, por tanto, ante unos escenarios completamente abiertos, donde cualquier propuesta de negociación que se plantee tendrá más de movimiento estratégico que de paso previo para abordar las causas fundamentales de los conflictos. Y, sin embargo, estos movimientos diplomáticos –que responden, sobre todo, a iniciativas individuales y personalistas– pondrán a prueba, una vez más, un sistema internacional lastrado por la ineficacia a la hora de lograr amplios consensos globales o de servir como plataformas para resolver disputas.
Por eso, incluso si en 2025 el mundo fija su mirada en las oportunidades de negociación o de cese de hostilidades, el desacomplejamiento de este mundo sin normas seguirá su propia aceleración.
Desmantelamiento institucional globalEn 2025 la crisis de la cooperación multilateral puede llegar a su punto más álgido si el personalismo toma la delantera y daña, todavía más, los espacios consensuados de resolución de conflictos, desde Naciones Unidas, a la Corte Penal Internacional o la Organización Mundial del Comercio, que cumple 30 años desde su creación y lo hace con una amenaza de guerra comercial en el horizonte que refleja el estado de crisis institucional que bloquea al árbitro del comercio internacional.
Estamos en un mundo ya de por sí menos cooperativo y más defensivo, pero ahora el debate sobre la financiación de esta arquitectura institucional posterior a 1945 puede contribuir a redoblar la debilidad estructural del multilateralismo.
Por todo ello, los países buscan fortalecer sus posiciones a través de una pluralidad de alianzas. El mundo es cada vez más plurilateral. India expande sus acuerdos de libre comercio con el Reino Unido y en América Latina. La UE, por su parte, afrontará finalmente este año una difícil carrera de obstáculos para ratificar el largamente negociado acuerdo con Mercosur.
Además, el trumpismo refuerza esta transaccionalidad: alimenta la posibilidad de alianzas más imprevisibles y la necesidad de adaptación, especialmente ante una rivalidad chino-estadounidense que puede derivar en una guerra comercial y tecnológica.
En 2025 veremos como el proteccionismo irá ganando adeptos. Países del Sur Global han empezado a introducir aranceles contra la industria tecnológica china, aunque con otros objetivos. Mientras países como México y Turquía instrumentalizan los aranceles para tratar de forzar nuevas inversiones chinas en su territorio –especialmente en el ámbito de los vehículos eléctricos–, otros, como Sudáfrica, lo hacen para proteger a sus productores locales. En este contexto, es de esperar un incremento de la inseguridad económica y una aceleración de la fragmentación de la economía global, donde ya es observable el mayor acercamiento entre países afines.
El miedo, como dinámica que impregna políticas tanto en el campo migratorio como en las relaciones internacionales, gana terreno en 2025: desde la aceleración de las deportaciones al rearme global; desde el nuevo auge en la nuclearización a la expansión del crimen organizado.
La velocidad y profundidad de los cambios geopolíticos multiplican los interrogantes tanto para los analistas como para los propios actores de las relaciones internacionales. Ante este horizonte, los esfuerzos de multialineamiento que muchos países del mundo intentan desplegar, con la seguridad como núcleo central, se vuelven cada vez más complejos a medida que arrecia la confrontación entre las grandes potencias globales.
Carme Colomina Saló, investigadora sénior en CIDOB, Barcelona Centre for International Affairs. Este artículo es parte de la reflexión colectiva del equipo investigador de CIDOB “El mundo en 2025: diez temas que marcarán la agenda internacional”