El dictador Paul Kagame ha sabido explotar la culpa de la comunidad internacional por no evitar el genocidio de 1994 contra los tutsis para obtener el apoyo y la financiación a su régimen en Ruanda, que actualmente participa en la invasión de República Democrática del Congo de la mano de la guerrilla M23
Quiénes son los rebeldes del M23 y por qué están combatiendo en República Democrática del Congo
Willy Ngoma levanta el dedo y da unas palmaditas en la espalda a un grupo de personas blancas mientras desfilan con la cabeza agachada delante de él.
Un día antes, los milicianos congoleños del M23 habían entrado en la ciudad de más de dos millones de habitantes sin gran resistencia tras más de un año merodeando los alrededores de la región de Kivu Norte. No es la primera vez que lo hacen: en 2012 el grupo de mayoría tutsi, financiado y apoyado con material por la Ruanda del dictador Paul Kagame, de la misma etnia, ya entró en Goma desatando una crisis regional. Ahora el M23 ha entrado acompañado por soldados del Ejército de Ruanda, cuyo presidente, Paul Kagame, jamás había admitido apoyar explícitamente al grupo hasta la fecha, a pesar de las pruebas confirmadas por la ONU.
Han podido con todo y contra todos: a Ruanda y el grupo M23 le ha dado igual asesinar a 17 soldados extranjeros, entre ellos uno uruguayo, uno de Malaui y 13 sudafricanos, todos parte de la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (MONUSCO) así como de las fuerzas regionales de la Misión Comunitaria de Desarrollo del Sur de África (SAMIDRC). También han podido con los mercenarios rumanos a los que despedía Ngoma y las milicias de autodefensa congoleñas wazalendo. En el este de R.D. Congo hay más de seis millones de personas desplazadas y la ONU calcula que tan solo en lo que llevamos de 2025 otras 400.000 personas han sido desplazadas por los combates.
La situación es peor y puede derivar en un conflicto continental. El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, dijo en un comunicado que la muerte es por los ataques del M23 y el Ejército de Ruanda, lo que enfureció a Kagame, que respondió que había “mucha distorsión, ataques deliberados e incluso mentiras” en su declaración, negando que fueran sus fuerzas o las del M23 las que asesinaran a sus soldados, responsabilizando así al Gobierno congoleño.
Félix Tshisekedi, presidente de RDC, ha llamado a todos los ciudadanos mayores de edad a alistarse en el Ejército y ha prometido una respuesta contundente, amenazando con atacar Ruanda. Esta posibilidad es poco creíble visto que no los han podido contener en su propio país y que incluso avanzan hacia Bukavu, capital de la región de Kivu Sur.
El presidente ha cargado también contra la inacción de la comunidad internacional tras protestas en la capital que han provocado incendios en las embajadas de Estados Unidos y Francia.
Tres décadas de conflictoEl conflicto entre Ruanda y RDC no es nuevo. Ya en 1996, el Gobierno de Kagame invadió junto con la vecina Uganda el este del país vecino en lo que se consideró la Primera Guerra del Congo. Kagame acusaba al dictador congoleño Mobutu Sese Seko de dar cobijo a los milicianos hutu que habían dirigido el genocidio en Ruanda contra la minoría tutsi dos años antes y que acabaron con la vida de más de 800.000 personas y decidió apoyar al guerrillero Laurent-Desiré Kabila.
Estos ayudaron a la insurgencia a derrocar a Mobutu y vencer, pero en 1998, poco más de un año después, Kabila, ya como presidente, quiso desprenderse de la influencia de Ruanda y Uganda y acabó provocando una nueva rebelión que derivó en la Segunda Guerra del Congo, la más mortal que duraría cuatro años e involucró a nueve países africanos.
Tras la paz, la tensión ha continuado con la aparición del Movimiento 23 de Marzo, que surgió de las críticas por la falta de integración de los tutsi en el Ejército congoleño liderado por el presidente Joseph Kabila, hijo del primero. En 2012 consiguieron hacerse con Goma, pero la retirada de los más de 270 millones de ayuda internacional al gobierno de Kagame hizo que se forzara a un acuerdo tácito para dejar de financiar al M23, que acabó derrotado.
Nueve años después, el M23 resurgió de sus cenizas en 2021 tras las diferencias con Tshisekedi y ya en 2023 se rumoreaba que podrían hacerse con Goma. Ahora, vuelven a conseguirlo y ya controlan Kivu Norte, un territorio que es dos veces el tamaño de Bélgica, y buscan seguir hacia Kivu Sur, una provincia igual de grande.
El Israel de africanoLa retórica oficial ruandesa para invadir a su vecino está en el miedo a una posible invasión hutu que provoque un segundo genocidio, pero la realidad es el interés económico por los minerales presentes en el este de R.D. Congo.
Ruanda no tiene recursos minerales propios, pero su vecino tiene algunos de los minerales más valiosos del mundo como el oro, diamantes y, sobre todo, dos terceras partes del coltán y la mitad de las reservas de cobalto que hay en todo el mundo. Estos son vitales para la transición energética, especialmente para baterías eléctricas y teléfonos móviles y se calcula que el valor de todos los minerales del Congo equivale a la economía de Estados Unidos.
Aun así, si miramos el mapa, llama la atención que un país como Ruanda con un tamaño menor a Cataluña y una población de 15 millones de personas pueda invadir sin contestación una región rica en minerales en un país con 100 millones de habitantes y una superficie total que suma la de todos los países de Europa Occidental.
Para poder entenderlo hay que comprender el poder geopolítico que Kagame ha sabido granjearse. Kagame ha sabido explotar la culpa de la comunidad internacional por no evitar el genocidio de 1994 contra los tutsis para obtener el apoyo y la financiación a su régimen.
El 40% del presupuesto anual del Gobierno ruandés viene de los cerca de 1.300 millones de ayuda al desarrollo que recibe de sus socios internacionales, principalmente de Estados Unidos, que aporta 174 millones, casi tres veces más que Japón y Alemania. Francia también es un socio vital tras retomar relaciones diplomáticas en 2019 y dar en cuatro años 500 millones de dólares en ayuda al desarrollo, así como Reino Unido, que más allá de los casi 40 millones de dólares anuales ha tenido una gran relación bajo gobiernos conservadores que han legitimado el país como un lugar seguro con su acuerdo para expatriar inmigrantes irregulares.
Todo ese dinero le ha servido a Kagame para limpiar su imagen bajo la propaganda Visit Rwanda, el lema turístico que se puede ver en todo el mundo en la manga de equipos de fútbol como el Paris Saint-Germain, el Arsenal. El Ejecutivo ha sabido además posicionar Kigali como una capital de eventos internacionales y ha llegado a acuerdos con la NBA para acoger las finales de la máxima competición continental de baloncesto africana, el congreso anual de la FIFA o este año el Mundial de Ciclismo en Ruta. En diciembre, Ruanda confirmó su candidatura para que la F1 volviera a África.
Ahora, todo ello podría estar en jaque. El ministro de Exteriores británico, el laborista David Lammy, ha avisado a Kagame que podría perder los 1.000 millones de dólares en ayuda al desarrollo si no deja de apoyar al M23. Eso ya ocurrió en 2012, pero esta vez Kagame se considera en una posición fuerte.
El presidente ruandés ha calculado que esta vez no le darán la espalda. La llegada de Donald Trump puede haberle alentado. Trump ya criticó al Gobierno congoleño en campaña lanzando bulos sobre que enviaban a sus presos a Estados Unidos como inmigrantes irregulares. Además, el año pasado el gobierno de Tshisekedi denunció a la tecnológica Apple por robar sus minerales de minas no autorizadas por el Gobierno. Kagame puede haber valorado que Trump, amigo de las grandes empresas tecnológicas, podría preferir asegurarse los minerales con el control del M23 y Ruanda y no del Congo, obviando con ello la integridad territorial congoleña y toda la legislación internacional. Por el momento, el secretario de Estado, Marco Rubio, ha pedido un alto al fuego que evite una escalada de la tensión y que permita una “economía regional próspera”.
Sea como fuere, de los socios internacionales dependerá el futuro escenario regional. La posibilidad de una Tercera Guerra del Congo con participación continental es posible, aunque es difícil pensar en un ataque coordinado contra el Ejército de Kagame. Así pues, tampoco es descabellado pensar que Kagame acabe controlando con el M23 las regiones de Kivu Norte y Kivu Sur de facto como Rusia ha hecho en localizaciones del Donbás o Israel con los territorios ocupados en Palestina.
Aun así, la retirada de la financiación internacional a Ruanda —y por lo tanto también al M23 como ocurrió en 2012— sigue siendo una posibilidad, pero no es de descartar que Kagame use su poder para acordar un alto al fuego que le dé concesiones sobre las zonas mineras a cambio de la retirada del país vecino.