La fragilidad de los últimos dos primeros ministros nombrados por Macron alimenta las especulaciones sobre un adelanto electoral, en el que la líder de extrema derecha y el fundador de Francia Insumisa serían los dos políticos más favorecidos
El primer ministro francés impone los presupuestos por decreto y tendrá que afrontar otra moción de censura
“En la segunda vuelta de las elecciones presidenciales veremos qué proyecto prefieren los franceses: el mío o el de Le Pen”, afirmaba en julio Jean-Luc Mélenchon en una entrevista al diario italiano La Reppublica.
Aquella primera vuelta supuso una prueba de fuerza de la extrema derecha francesa, que llegó en cabeza en el porcentaje de voto, seguida por la alianza progresista del Nuevo Frente Popular. También constató el enorme retroceso del centro y de la coalición de partidos que apoya a Emmanuel Macron desde 2017. Solo un pacto electoral de candidatos de centro e izquierda de cara a la segunda vuelta impidió al partido de Marine Le Pen lograr la mayoría de escaños (192 diputados del NFP, 164 centristas y 143 de extrema derecha).
El bloqueo político resultante de las legislativas, unido a la continuación de la caída del bloque central, forman parte de los argumentos del líder de Francia Insumisa para acelerar el calendario electoral. En diciembre, la Asamblea Nacional derribó con una moción de censura a Michel Barnier –con los votos de toda la izquierda y la extrema derecha– y el futuro de su sucesor, François Bayrou, depende de los socialistas en la votación a la que se enfrenta esta semana.
Mélenchon espera que, si el primer ministro cae de nuevo, aumente la presión para que Macron no llegue al final de su mandato, previsto en 2027. Por eso, en los últimos meses los miembros de LFI multiplican los llamamientos a la dimisión del presidente y han activado el proceso de destitución contra el jefe de Estado previsto por la Constitución, un procedimiento complejo que exigiría un voto conjunto de Asamblea y Senado). Y también por eso el líder de LFI presiona a los socialistas para que voten la censura presentada esta semana contra Bayrou por su partido.
Líder de la izquierda“Si no se logra una cierta estabilidad en torno al Gobierno, el presidente tendrá que afrontar las responsabilidades; si se instala el desorden, la dimisión es posible. Esa es la situación que desea Jean-Luc Mélenchon”, dice a elDiario.es el politólogo Olivier Rouquan, profesor asociado del Centro de Estudios e Investigaciones de Ciencias Administrativas y Políticas (Cersa) de París. “Aunque este escenario no se puede descartar, a día de hoy no es el más probable, porque Francia necesita dotarse de unos presupuestos y, bajo la presión internacional, demostrar que está gobernada”.
Entretanto, Mélenchon ya se prepara para un posible cambio en el calendario electoral. El 28 de enero presentó el programa electoral de LFI para las futuras elecciones presidenciales. “Este es el inicio de la campaña”, anunció. “Queremos demostrar que estamos preparados en cualquier circunstancia”.
El líder de La Francia Insumisa, Jean-Luc Mélénchon, al inicio de la campaña para las elecciones europeas.Adelantar los comicios a este año presentaría una importante ventaja para el líder insumiso. Aunque las últimas citas electorales han permitido una cierta recuperación del Partido Socialista, a día de hoy no parece contar con ningún candidato que pueda competir a escala nacional con Mélenchon.
Este contexto incentiva al PS a no acelerar el calendario electoral y a preferir que Macron llegue al final de su mandato. La “estabilidad” es uno de los factores que los líderes socialistas están invocando estos días para justificar el anuncio de que no votarán con el resto de partidos progresistas a favor de la moción de censura contra Bayrou.
Principales beneficiadosMarine Le Pen y sus aliados, por su parte, han hecho en los últimos meses un diagnóstico similar al de Mélenchon sobre el futuro de Macron. En diciembre, diputados de Agrupación Nacional pidieron la dimisión del presidente, aunque la dirigente de extrema derecha optó por un tono más moderado. “Tendremos que seguir el funcionamiento normal de las instituciones”, explicaba Le Pen a Le Monde en noviembre. “Si cae un gobierno, luego un segundo, luego un tercero... Entonces tendremos que preguntarnos qué opciones constitucionales tiene el presidente”.
Todos los análisis apuntan a que Mélenchon y Le Pen serían los principales beneficiados en caso de adelanto electoral. Aunque tras la victoria de Macron en 2022 ambos dieron discursos con aires de despedida, la inestabilidad política y la posibilidad de unas elecciones anticipadas les ha dado un nuevo impulso.
Ahora confían en que el rechazo a Macron (que no puede presentarse a un tercer mandato consecutivo) y su política sean un lastre del que el centro no pueda recuperarse. Ambos cuentan con la experiencia de tres elecciones presidenciales y son las figuras más consolidadas de sus respectivos bloques.
Las encuestas predicen que, para Marine Le Pen, una segunda vuelta ante Mélenchon sería la opción más viable para llegar a la presidencia. Y viceversa. “Está claro que para ambos un cara a cara es, a priori, el mejor escenario. Marine Le Pen puede estimar que el fuerte rechazo a Mélenchon y LFI en la opinión pública le harán superar el umbral del 50% de los votos al debilitar el frente republicano”, dice a este medio Mathieu Gallard, director de estudios de Ipsos Francia.
En un duelo directo, la activación de un nuevo 'cordón sanitario' contra la extrema derecha en favor de Mélenchon sería el elemento clave. “En el lado opuesto, Mélenchon también puede pensar que una segunda vuelta ante Le Pen le ofrece la única perspectiva posible de victoria, precisamente al reactivar el frente republicano que todavía fue eficaz en las elecciones legislativas de julio”, confirma Gallard.
La incógnita del frente republicanoDe cara a la primera vuelta de la presidencial, los últimos sondeos confirman que Mélenchon es el gran favorito entre los candidatos de izquierda. Pero la mayoría de encuestas le otorga entre un 12% y un 15%, aún lejos de Gabriel Attal y de Édouard Philippe —que suenan como posibles candidatos del centroderecha— que superarían el 20%. Y muy lejos de Marine Le Pen a la que un sondeo Ifop situaba en diciembre muy por delante de sus rivales, con un 38% .
Para la segunda vuelta, otra encuesta situaba a la líder de extrema derecha claramente por delante de Mélenchon (64%-36%) en caso de duelo directo. Y todo apunta a que el líder insumiso lo tendría aún más difícil en caso de enfrentarse con un candidato centrista, como Philippe; el sistema francés a doble vuelta favorece a los candidatos moderados, en particular a los que son capaces de tejer alianzas.
Marine Le Pen, líder de la ultraderecha francesa, durante el juicio en su contra en París.Aunque la imagen del líder de LFI moviliza a una parte del electorado de izquierda, inquieta en el resto de categorías. De hecho, los barómetros políticos de Ipsos sitúan a Mélenchon como el político que más rechazo suscita (por delante del ultra Éric Zemmour). En ese contexto, una nueva activación del frente republicano es incierta.
“La imagen de Jean-Luc Mélenchon se ha convertido en un repelente para una mayoría de los electores. No ha sabido moderar su imagen para seducir a parte de la clase media que valora mucho el orden”, apunta Olivier Rouquan. “Y además una parte significativa de la élite económica e institucional considera hoy mucho más aceptable a Le Pen que a él”.
Movilización de los abstencionistasPara recortar distancias y franquear las barreras que le separan de la presidencia, Mélenchon cuenta con su demostrada habilidad en campaña, con el rechazo popular a los herederos de Macron y con desbloquear un nuevo electorado. “Tenemos que movilizar a los jóvenes y a los barrios populares”, explicaba hace unos meses, durante una manifestación contra Michel Barnier. “Es ahí donde se encuentra la masa de gente interesada en las políticas de izquierdas. Olvidémonos de todo lo demás, porque si no estamos perdiendo el tiempo”.
“Hay una parte significativa del electorado que no vota y que los candidatos esperan atraer”, confirma Mathieu Gallard. “La idea más extendida es que estos electores tienden a la izquierda, algo que parece confirmado por el hecho de que en las pasadas elecciones presidenciales (2017 y 2022) Mélenchon progresó en los sondeos a medida que iba avanzando la campaña y que los votantes —en especial en barrios populares— se interesaban en ella”.
No obstante, Gallard señala que las presidenciales son históricamente unas elecciones de alta participación y que el impacto de los abstencionistas en el voto de la izquierda podría ser menor del esperado. “Puede que incluso se vean tentados por otra candidatura antisistema, como la de Marine Le Pen, que intente atraer a un electorado políticamente poco comprometido”.
Esa estrategia electoral de centrarse en la movilización de un voto joven, popular y urbano ha creado tensiones en LFI, con una parte de diputados acusando al líder insumiso de abandonar a la clase obrera de otros territorios más rurales o de zonas que han sufrido de la desindustrialización, en particular en el norte. Los disidentes acabaron por abandonar el partido ante lo que consideran una falta de democracia interna.
'Conflictualización' vs normalizaciónPor otro lado, la estrategia de “conflictualización” de la vida pública, teorizada por el propio Mélenchon –una amplificación de los debates como método para movilizar al electorado y para hacer avanzar sus ideas–, inquieta a las figuras ajenas a Francia Insumisa. “Jean-Luc Mélenchon se hace ilusiones de radicalidad”, se lamentaba el exprimer ministro socialista Lionel Jospin en una reciente entrevista en la radio pública. “Cree que la situación en Francia es en cierto modo revolucionaria. Si existe un peligro hoy, es un riesgo contrarrevolucionario”.
En este sentido, Marine Le Pen puede aprovechar el contraste de los diputados de LFI –cuya presencia se hace notar en la Asamblea Nacional–, con los de extrema derecha –que han moderado las formas, aunque no el fondo– para alimentar su estrategia de normalización del partido ultra, con la que intenta maquillar el legado racista, homófobo y antisemita de su padre, Jean-Marie Le Pen, el fundador del Frente Nacional. Marine Le Pen espera que eso le permita ganar el voto en nuevas categorías de electores, en particular los pensionistas, un segmento de la población que votó masivamente a favor de Macron en 2017 y 2022.
Todo ello a condición de que los tribunales no den al traste con todos estos escenarios mediante el veredicto del caso de los asistentes parlamentarios del partido lepenista. Previsto para el 31 de marzo, podría impedir a Marine Le Pen presentarse como candidata a las próximas elecciones presidenciales en caso de inhabilitación con efecto inmediato.