Después de Macron, el primer ministro británico visita este jueves la Casa Blanca con la esperanza de que EEUU aporte algún apoyo a una fuerza europea en Ucrania y deje de alinearse tan claramente con Putin
ENTREVISTA - Nathalie Tocci: “Este Gobierno de EEUU está muy interesado en destruir Europa”
Los líderes europeos siguen intentando mantener viva la histórica alianza con Estados Unidos esta semana en la que Donald Trump ha votado con Rusia, Bielorrusia y Corea del Norte en Naciones Unidas, ha puesto como modelo al príncipe saudí acusado del asesinato de un periodista y ha forzado a Ucrania a un acuerdo para ceder parte de su riqueza natural sin comprometerse a ayudar en la defensa del país.
Después de las buenas palabras, los apretones de mano efusivos y las palmaditas amables del presidente francés Emmanuel Macron, este jueves le toca el turno al primer ministro británico, Keir Starmer, que lleva semanas preparándose para su primera visita a la Casa Blanca.
Starmer, cuya efusividad se suele reducir a media sonrisa, no desplegará el lenguaje no verbal por el que Macron es célebre, pero se espera que siga alabando a Trump para que no se retire completamente de la defensa europea.
Varios comentaristas británicos fantaseaban estos días con una escena parecida a la de la película Love Actually con Hugh Grant en su papel de primer ministro plantándole cara a un presidente acosador de Estados Unidos, pero la realidad no cuadra con la ficción.
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Antes de volar a Washington, Starmer habló por teléfono con Macron para intercambiar información sobre su experiencia en Washington. Después de la llamada, Downing Street aseguró que ambos líderes consideran “positivo” el liderazgo de Trump y resaltaron que Ucrania debe estar “en el corazón” de las negociaciones, un eufemismo poco claro. Tampoco reclaman ahora que sus gobiernos sean parte de las negociaciones de paz, y sólo subrayan que el Reino Unido y la UE “tienen un papel” que jugar. Ese papel, al menos según el plan de Starmer y Macron, podría ser una fuerza militar europea desplegada en Ucrania.
Fuerzas europeasEl objetivo de sus conversaciones es que Estados Unidos dé algún tipo de apoyo aunque sea indirecto ya que Trump no quiere participar en ninguna misión ni ofrecer ninguna garantía de seguridad a Ucrania contra nuevos intentos de invasión de Putin si hay un acuerdo de alto el fuego o congelación del conflicto.
Trump sugirió el lunes a Macron que Putin no pondría pegas a una fuerza europea para velar por la paz, pero el Kremlin ha repetido varias veces desde entonces que no es así. El ministro de Exteriores, Sergei Lavrov, aseguró este miércoles que su país no aceptará “ninguna opción” que incluya fuerzas europeas en Ucrania.
Starmer todavía sigue repitiendo que Estados Unidos podría ofrecer algún tipo de “barrera” de protección que evite nuevos ataques rusos si hay un alto el fuego. Para convencer a Trump, intenta insistir en que los europeos llevarán la mayoría del peso de cualquier operación. De hecho, el británico llega a Washington unas horas después del anuncio sorpresa que hizo este martes de que aumentará el gasto en defensa hasta el 2,5% del PIB (ahora es el 2,3) de aquí a 2027, antes de lo previsto, y que financiará parte de la subida con un recorte de la ayuda humanitaria. Pero Trump no ha dado señales hasta ahora de que eso cambie su postura y este miércoles insistió en que no aportará “mucho” a la seguridad de Ucrania.
Giro radicalEn un giro radical e inédito de la política exterior de Estados Unidos, Trump escenificó el lunes su renovada alianza con Putin al votar en contra en la Asamblea General de la ONU y el Consejo de Seguridad de las resoluciones que se referían a la invasión rusa de Ucrania en el tercer aniversario del comienzo de la guerra.
En la Asamblea, Estados Unidos votó alineado con Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte, Nicaragua y otras dictaduras (y también con Israel, que hasta ahora solía apoyar a Ucrania en estas votaciones). En el Consejo de Seguridad, Estados Unidos aprovechó su poder de veto para ir contra Reino Unido, Francia, Dinamarca, Eslovenia y Grecia, y aprobar una resolución que no contenía ninguna crítica a Rusia (sobre la que se abstuvieron los europeos).
El shock en la ONU, que ya se venía preparando desde hace días, no ha impedido que en público los líderes intenten disimular. Este martes, en rueda de prensa, al ser preguntado sobre el giro de Estados Unidos en Naciones Unidas y el enfrentamiento directo a su país, Starmer evitó criticar a Trump.
“Votamos como votamos. Nuestra posición está clara. Nuestro apoyo a Ucrania es inquebrantable. Los vamos a apoyar el tiempo que sea necesario. Esto va de la soberanía de Ucrania, esto va de la libertad y la seguridad de Europa y de nuestro propio país”, contestó Starmer. “Voy a ver al presidente Trump… para asegurarme de que la relación entre nuestros países vaya de fortaleza en fortaleza y de que podemos responder juntos a los retos del mundo tal y como es hoy. Para mí, eso es mucho más importante que comentar sobre resoluciones individuales de la ONU sin importar el contexto que eso inevitablemente crea”.
“Tenemos una buena relación”, repitió Starmer, que desde su elección en julio de 2024 ha sido objetivo de una campaña en su contra sostenida por Elon Musk y otros asesores de Trump.
Como Macron, Starmer sigue haciendo equilibrismos para responder a las críticas del presidente de Estados Unidos sin contradecirle explícitamente, pero subrayando la realidad. El británico repite, por ejemplo, que Zelenski es un “líder elegido democráticamente” en contra de los mensajes de Trump y el Kremlin, pero no critica al presidente estadounidense por repetir falsedades.
La estrategia que desplegó Macron el lunes fue parecida: contradecir las palabras de Trump pero de una manera que no sonara a enfrentamiento. Mientras aclaraba frente a las cámaras que los europeos han dado el 60% de la ayuda total a Ucrania y que no eran préstamos que esperaran devolución, Macron agarraba la mano de Trump y hablaba en tono amable.
Pero mientras esto sucedía en Washington, en Nueva York, sede de la ONU, Estados Unidos se alineaba con sus antiguos enemigos y en contra de Francia y otros europeos.
En las comparecencias ante los periodistas, Trump ponía mala cara y en la rueda de prensa con Macron se puso a alabar repentinamente al príncipe saudí Mohammed bin Salman. “Es un tío joven maravilloso con una visión muy afilada”, dijo Trump sobre el príncipe que, según la CIA, ordenó matar y descuartizar a Jamal Khashoggi, periodista del Washington Post. “Es muy respetado en todo el mundo”.
La ruptura de MúnichHace unos días, el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, escenificó con teatralidad la ruptura con los aliados europeos en la Conferencia de Seguridad de Múnich, donde hizo discurso centrado en describir que la “amenaza” que le preocupa en Europa “no es Rusia, no es China”, sino, según su discurso, legislaciones nacionales que penalizan el acoso a las mujeres delante de clínicas donde se practican abortos o la decisión de los partidos políticos de Alemania de no pactar con la extrema derecha ligada al nazismo.
Vance evitó tratar con el Gobierno alemán, pero se reunió con la líder de extrema derecha ocho días antes de las elecciones, en un gesto que ha llevado al futuro canciller de Alemania, Friedrich Merz, a ser más claro que ningún otro líder europeo sobre hacia dónde va ahora la relación con Estados Unidos.
“Nunca habría pensado que diría algo como esto en un programa de televisión, pero después de lo que dijo Donald Trump la semana pasada [en referencia al ataque contra Ucrania] está claro que a este Gobierno no le importa mucho el destino de Europa”, dijo Merz en la mesa redonda en la televisión pública alemana de todos los candidatos la noche de las elecciones. “Mi prioridad absoluta es fortalecer Europa lo más deprisa posible, paso a paso, hasta que podamos conseguir la independencia de Estados Unidos”, aseguró el candidato conservador, que incluso expresó dudas de que para cumbre de la OTAN prevista en junio en La Haya la Alianza vaya a existir “en su forma actual”.
Merz también dijo que “las intervenciones de Washington” en sus elecciones a favor de la extrema derecha “no han sido menos dramáticas, drásticas e intolerables que las que hemos visto de Moscú”.
Las palabras de Merz reflejaban el estado de ánimo europeo en Múnich, según describen algunos de los presentes.
Nathalie Tocci, directora del Instituto de Asuntos Internacionales de Roma, cuenta a elDiario.es que ese momento en Múnich fue “impactante” y la representación clara de que “este Gobierno de Estados Unidos está muy interesado en Europa, está muy interesado en destruirla”. En la entrevista, la veterana de la política exterior de la UE insiste en que la Administración Trump es “realmente otra cosa”.
“Al principio, podías verlo como un Gobierno que no te quiere mucho y no está muy interesado en ti, pero no quiere hacerte daño. En ese contexto, podrías planear hacer más en defensa, tal vez con armas estadounidenses, para tenerlos contentos. Si te das cuenta de que su objetivo es destruirte, de nada sirve intentar tenerlos contentos y, sobre todo, es muy perjudicial aumentar aún más tu dependencia de ellos, ya sea en energía o defensa”. Lo que no ha visto Tocci es un cambio en la actitud de los líderes europeos más allá del miedo.
“Nos hemos dado cuenta de que el nuevo Gobierno de Estados Unidos es algo totalmente diferente, pero no estoy tan segura de que estemos actuando sobre la base de esa conciencia. Hubo conmoción en Múnich, pero la respuesta política sigue siendo cómo encontrar un canal con Washington y cómo podemos tener contentos a los estadounidenses. No existe la sensación de que dos más dos son cuatro”.
El desplante a KallasEsta semana, además de Macron y Starmer, también han visitado Washington el ministro de Exteriores de Polonia, Radoslaw Sikorski, y la jefa de la Política Exterior de la UE, Kaja Kallas, con pocos resultados.
El secretario de Estado, Marco Rubio, incluso dejó plantada a Kallas este miércoles para su cita planeada con días de antelación. Rubio canceló la reunión anunciada cuando la alta representante de la Unión ya estaba en Washington. En enero, el secretario de Estado tardó en aceptar una llamada con ella y también rechazó reunirse con ella y los ministros de Exteriores en Bruselas o de manera telemática. Kallas tenía especial interés en conectar con su homólogo percibido por sus posiciones pasadas como menos favorable a Rusia.
Unas horas después del plantón a Kallas, hablando de aranceles, Trump aseguró que la Unión Europea se “creó para joder a Estados Unidos” (no, se creó en 1950 para reconstruir la economía y las relaciones entre los gobiernos europeos después de la Segunda Guerra Mundial, y Estados Unidos apoyó entonces la idea).
Para reflexionar sobre una semana difícil para Europa, se espera que los líderes de varios gobiernos se reúnan el próximo domingo en Londres, en una cumbre centrada en defensa con Starmer como anfitrión. Zelenski dice que asistirá a la cita después de su viaje a Washington previsto para este viernes. Además, la semana que viene los jefes de Estado y de Gobierno de la UE se volverán a reunir en Bruselas para un Consejo Europeo extraordinario.
¿Puentes?Starmer insiste en que él puede ser “el puente” entre Europa y Trump, si bien Estados Unidos no muestra hasta ahora interés en tener uno.
“Ésta ha sido la metáfora maestra de la política exterior británica durante los últimos 50 años. Los años de Blair estuvieron llenos de conversaciones sobre ‘el puente’”, explicaba en Oxford hace unos días el historiador Timothy Garton Ash en un evento sobre la política exterior británica organizado por UK in a Changing Europe. “Pero claramente estamos en una posición mucho más débil para hacerlo que hace 15 o 20 años, cuando teníamos relaciones sólidas tanto con la anglosfera como en nuestra condición de estado miembro de la Unión Europea”. De hecho, según Garton Ash, “el problema no es el sustantivo, sino el artículo definido” en la idea de “el puente”. “Por supuesto que podemos ser 'un puente', pero no 'el puente', porque hay un puente alemán, un puente francés, un puente polaco, un puente italiano... Giorgia Meloni personalmente está mucho mejor situada para cortejar y ganarse a Trump sobre Ucrania que Keir Starmer. Por eso creo que es una fantasía peligrosa pensar que ese es fundamentalmente nuestro papel global”.
Además, la actitud de Trump hacia los europeos es todavía un misterio que contrasta con su supuesto pragmatismo.
“Parece que no tiene una colección clara de políticas. Hay algunas cosas que le gustan y otras cosas que le disgustan… Pero no está claro qué pretende hacer con el mundo, hasta qué punto tiene conciencia del daño que está haciendo. Es absolutamente extraordinario que te vuelvas contra tus aliados y de maneras que no tienen sentido. Incluso las grandes potencias necesitan aliados”, explicaba en el mismo evento la historiadora Margaret MacMillan, profesora de la Universidad de Oxford y especialista en la Primera Guerra Mundial. “Cuando miremos hacia atrás, si llegamos a un período de calma, veremos la presidencia de Trump como un momento real de gran cambio”.