"Pretenden apropiarse de la palabra libertad, y la libertad que le proponen al mundo es la de la ley de la selva", afirma Pizarro, senadora de la bancada del Gobierno de Petro que despunta como posible candidata del Pacto Histórico para las presidenciales de 2026: "Quieren una sociedad estúpida, les molesta la gente que piensa"
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María José Pizarro (Bogotá, 1978) es relativamente nueva en la política institucional.
Aunque ha mamado la política desde que nació: su padre y su madre eran combatientes del M-19, la guerrilla colombiana a la que perteneció el presidente del país, Gustavo Petro, que dejó las armas en marzo de 1990. Pero eso no significó que le llegara la paz: el padre de la senadora Pizarro, Carlos Pizarro Leongómez, comandante máximo del movimiento, murió asesinado a los 38 años cuando estaba de campaña electoral como aspirante a la presidencia del país hace justo 35 años –26 de abril de 1990–.
María José Pizarro volvió al exilio entonces con su familia, y vivió en España, entre otros países europeos. “Aquí limpié casas y cuidé niños”, recuerda. En Barcelona estudió Joyería Artística en la Escuela de Arte y Diseño Massana, y poco a poco fue retomando el hilo de su padre hasta regresar a Colombia en 2010 para ir participando en la política institucional, si bien no fue hasta 2018 cuando se convirtió en diputada de la bancada de Colombia Humana, uno de los grupos que participó de la coalición del Pacto Histórico que llevó a Petro a la presidencia de Colombia en 2022.
Ahora, la senadora Pizarro, que figura como una de las posibles candidatas del Pacto Histórico para las presidenciales de mayo de 2026, conversa con elDiario.es en Madrid, por donde ha pasado para participar en la Quinta Asamblea de Podemos.
En estos días se cumplen 35 años del asesinato de su padre, cuando era candidato presidencial. Usted vivió en España, donde ha dicho que cuidó niños, limpió. Después de todo ese recorrido, vuelve a Colombia y entra en la vida política e institucional en un país que ya no es el de hace 35 años. Por primera vez hay un presidente progresista. ¿Puede durar esta experiencia? ¿Confía en que la presidencia de Petro no sea un accidente en la historia?
No creo que sea un accidente en la historia, creo que es el resultado, precisamente, de la forma en la que estas fuerzas políticas hegemónicas en nuestro país han operado, han construido el poder y han construido el Estado. Y dependerá también de su forma de entender la sociedad que podamos tener un tránsito hacia una democracia mucho más sólida, o el regreso a una deriva autoritaria; si vamos a regresar a la hegemonía del uribismo, de las fuerzas políticas más conservadoras y más reaccionarias de nuestro país, o si vamos a poder profundizar en la democracia y, por lo tanto, en la posibilidad de construir una sociedad diferente.
Después de una historia de conflicto armado de más de cinco décadas, con unas cifras que son dolorosísimas, que deberían alertarnos como sociedad y alertar al mundo, estamos ante esa gran oportunidad, independientemente de si tú estás de acuerdo o no estás de acuerdo con el presidente Gustavo Petro.
Pero creo que la pregunta va hacia las fuerzas democráticas: si vamos a seguir profundizando en el conflicto, en la guerra, en la confrontación, en lo que nos ha llevado a herirnos como sociedad colombiana, o si, por el contrario, más allá de quién quede en la Presidencia de la República, somos capaces de construir relaciones mucho más justas entre los ciudadanos, si somos capaces de superar desigualdades históricas y de construir una nación dentro de América Latina con una voz mucho más potente, que es lo que ha sucedido con el presidente Petro.
El presidente Gustavo Petro le ha dado un lugar a Colombia en América Latina. Hoy no se habla de Colombia solamente por su historia como país productor de coca y por los carteles de la droga, sino que se va mucho más allá de eso. Y eso quiere decir que hay un esfuerzo por construir una visión de Colombia diferente y que América Latina y el mundo nos ven de una manera distinta.
Tenemos una voz cada vez más potente y, con el regreso a una deriva autoritaria, podríamos quedar inmersos en una espiral de violencia en lugar de en la posibilidad de profundizar la democracia. Eso es lo que está en juego en Colombia en este momento.
Recientemente explicaba que en el mundo ya no está en juego si se ponen más o menos impuestos o si hay más o menos protección social, sino que lo que está en juego es la democracia, incluso la propia vida.
Con la llegada de Gustavo Petro no solamente llega un gobierno progresista, es un gobierno popular, porque siete millones de personas que viven en una situación de exclusión en el país, en territorios que parecieran no formar parte de la nación colombiana —porque nunca ha existido presencia del Estado colombiano y, por lo tanto, de la inversión del Estado colombiano—, por fin existen para la sociedad colombiana.
¿Esto qué quiere decir? Que tienen voz, que ven y pueden percibir al Estado de manera mucho más cercana. Y eso es construcción y profundización de la democracia. No es solamente elecciones cada cuatro años: implica que, en términos de derechos, se avance y, por lo tanto, en la construcción de oportunidades. Esa es la profundización de la democracia. Porque puedes tener elecciones cada cuatro años y, aun así, una gran ausencia democrática.
Si nosotros logramos que esto se materialice, yo creo que podemos tener una salida y un tránsito más tranquilo. Estamos en la transición de la transición. No solamente el tránsito de la sociedad colombiana hacia una nueva época, sino también hacia la comprensión de sí misma y de la forma en la que se construye el poder y la democracia.
Si nosotros terminamos en una deriva autoritaria por culpa de un montón de personas que desprecian el ejercicio mismo de la democracia, donde no seamos capaces de construir condiciones reales y materiales para la gente, vamos a entrar sencillamente en un ciclo de violencia mucho más degradada. ¿Y cuál va a ser la reacción de esta gente, de esos siete millones de personas, cuando vean que nuevamente no existen en el mapa nacional y para la sociedad colombiana? Pues muy seguramente van a salir a protestar.
Si terminamos en una deriva autoritaria por culpa de un montón de personas que desprecian el ejercicio mismo de la democracia, vamos a entrar en un ciclo de violencia mucho más degradada
Y cuando salgan a protestar, con la derecha que nosotros tenemos, con los niveles de violencia que nosotros tenemos, podríamos terminar en una situación mucho más compleja que el estallido social de 2020 y 2021. Podríamos terminar en una situación mucho, mucho más compleja de violencia real y una reacción absolutamente violenta por parte de una élite que no va a dejar que le vuelvan a quitar el poder que ha ostentado durante 200 años. Y eso va a ser trágico para la gente.
Solo hay que ver lo que está sucediendo en Argentina con Milei. Y no solamente en términos económicos, sino en el trato hacia sus pensionados y pensionadas, hacia la gente que hoy se siente fuera de cualquier oportunidad en Argentina. Eso, en un país como el nuestro, con una derecha reaccionaria y sanguinaria como la nuestra, puede ser catastrófico.

Y se da la situación de que algunos de esos líderes ultras, como Milei, se presentan como los verdaderos adalides de la libertad.
Ellos pretenden apropiarse de la palabra libertad, y la libertad que le proponen al mundo es la de la ley de la selva, del sálvese quien pueda, la ley del más fuerte. Es la libertad de que cada uno tiene que salir adelante por sus propios medios, como si las oportunidades fueran iguales para todos, como si todos hubiésemos nacido en el mismo nivel, con las mismas oportunidades y en las mismas circunstancias.
¿Y entonces? Pues que venga la competencia que ellos proponen entre los individuos que formamos parte de la sociedad humana. Para mí, eso es una comprensión errada de la libertad. La libertad implica, sí, la libertad de los individuos que componemos una sociedad. Pero también implica equidad: que todos podamos tener las mismas oportunidades y los mismos derechos; implica reconocer al otro. Si tú no reconoces al otro, ¿cuál es la libertad que estás proponiendo? Eso ya no es ni siquiera el concepto de libertario, sino de libertinaje. En el sentido de: 'No me importa el resto de la humanidad, paso por encima del que está al lado como una apisonadora y no le reconozco ni siquiera el respeto necesario para que pueda no solo surgir, sino también construir relaciones humanas diferentes'.
Entonces, no existe ningún reconocimiento, no existe igualdad, y tampoco existe justicia. Y la justicia no es solamente poder acceder a un tribunal: es que tú puedas, en justicia, acceder a los mismos derechos y oportunidades. Que se equilibre la balanza: tenemos una concepción completamente distinta de la libertad.
Su concepto de democracia tampoco nos sirve. La forma en que ellos construyen la democracia se reduce a elecciones cada cuatro años y a desmantelar el Estado
La libertad que ellos nos proponen no nos sirve, porque es la libertad del mercado. Del mismo modo, su concepto de democracia tampoco nos sirve. La forma en que ellos construyen la democracia se reduce a elecciones cada cuatro años y a desmantelar el Estado. ¿Y eso por qué? Pues porque vienen de grandes conglomerados económicos y comerciales, y lo que pretenden es que la vida de la gente sea gestionada como si estuviéramos en una gran multinacional.
Pero estamos hablando de la vida de seres humanos. De Estados en los que hemos invertido lo mejor del conocimiento humano desde la Revolución Francesa, desde la Ilustración, con valores humanos fundamentales y el derecho al debido proceso, por ejemplo, algo que ellos desconocen. Quieren acabar con el Estado, con el Estado para todos, en favor de un Estado para unos pocos. Al contrario de lo que ellos proponen, necesitamos fortalecer el Estado para que existan mejores condiciones reales y materiales, y, por lo tanto, libertad, derechos y oportunidades para la gente.
La diferencia es que a ellos les estorba la democracia. A nosotros no nos estorba la democracia, ni nos estorba la gente. Nosotros queremos más demos en la cracia. Ellos quieren más cracia que demos. Ellos quieren al demos, a la gente, únicamente para que legitime sus decisiones y adormecida.
Quieren una sociedad estúpida, quieren gente ignorante porque es gente manipulable. Les molesta cuando el pueblo camina con sus propios pies, les molesta la gente que piensa. Ellos quieren autómatas que digan que sí a todo. Que trabajen de forma cada vez más precarizada para que ellos puedan seguir acumulando dinero.
Nosotros, si bien no estamos necesariamente de acuerdo con el capitalismo, si nos lo presentan como el único modelo posible, tendremos que pensar cómo hacer para que el capitalismo pueda ser para todos, no solo para ellos, para sea un capitalismo más democrático.
Pero ellos nos llevan por una deriva peligrosa, son un montón de niños ricos jugando con la vida de la gente, como si esto fuera un casino. Juegan al Monopoly con nuestras vidas. Son como el Tío Gilito con un tablero de Monopoly. Y al Estado lo usan como parte de ese juego. ¿Y qué pasa? Que nos quieren dejar siempre en la cárcel, sin poder tirar el dado, fuera del juego que ellos proponen. Y nosotros no queremos el tablero que ellos proponen, proponemos un juego diferente.
¿Cómo es posible llegar a estos límites del absurdo? Para entender un poco su modelo de país, no hace falta más que ver ejemplos como los de Donald Trump: más pitillos (pajitas) de plástico, más caudal en las duchas… ¿Por qué? Porque dice que las pajitas de papel se le dañan, o que su pelo no queda bien cuando se baña. ¿Y el planeta? No les importa nada.
Simplifican todo con ejemplos cotidianos para hacer parecer razonables sus ideas. Pero lo que quieren no son personas pensantes, quieren autómatas.
Y creo que las sociedades humanas tenemos que reaccionar ante ese modelo de vida y de relaciones sociales, y decir: 'No queremos que los dueños del mundo, los ultramillonarios, sean quienes nos gobiernen'.
Necesitamos recuperar el valor y el lugar de la política, para gente con vocación social, con sentido, y que la política no sea el hobby de un puñado de niños multimillonarios jugando con nuestras vidas.
Antes comentaba que Petro había recuperado una voz propia para Colombia en el ámbito internacional, y viene a la memoria ese rifirrafe con Trump por los deportados colombianos, que fueron enviados esposados y en condiciones vejatorias. ¿Qué tipo de relación esperan tener con Trump?
Estados Unidos tiene que entender que América Latina ya no es, y no va a ser, el patio trasero de los norteamericanos, y que no nos pueden tratar de cualquier manera. Nosotros no estamos dispuestos a seguir en una actitud de subordinación con los Estados Unidos. Mejor dicho: nos quitamos las rodilleras, nos paramos y miramos a Estados Unidos de una manera diferente, como unos vecinos con los que compartimos la misma tierra, con muchísimos latinoamericanos que se han ido a su país de libertades, ahora que ellos mandan al carajo sus propias libertades.
Esa gente se fue a buscar una mejor vida, y no aceptamos el trato de delincuentes para nuestros connacionales, que son personas trabajadoras, no delincuentes. Los que sean delincuentes deben recibir el trato de delincuentes, pero la mayoría de los migrantes no lo son, ni se comen los perros en las esquinas. Al contrario, estamos hablando de una población inmensa en el mundo, de distintas nacionalidades. Es casi un Estado completo: estamos hablando de más de 9 millones de personas que, en el planeta, son migrantes. No pueden ser 9 millones de delincuentes. No aceptamos que lleguen o los devuelvan esposados —niños, mujeres y hombres trabajadores— porque se les ocurre que nuestra gente son todos delincuentes. Son personas trabajadoras que, entre otras cosas, hacen el trabajo que ellos no quieren hacer.
Ellos no quieren cuidar a sus adultos mayores, a sus niños, no quieren servir en los restaurantes, limpiar las calles, los baños, no quieren recoger la fruta ni la comida. No quieren los trabajos precarizados. Es nuestra gente la que hace ese trabajo, suponen un aporte inmenso a las sociedades a las que llegan, y parece que no fuese comprendido.
Yo fui migrante. Nosotros aportamos a nuestras sociedades, a los países de acogida, y no merecemos el trato indigno que nos dan cuando hacemos el trabajo que no quieren hacer.
Yo quiero ver a los norteamericanos construyendo edificios, grandes proyectos de infraestructura, casas para la gente, quiero verlos recogiendo su propia comida, limpiando los baños, lavando las calles, a ver si están dispuestos a hacerlo. Nosotros estamos dispuestos, y lo hemos hecho históricamente. Lo hacemos en todos los países a los que llegamos. No llegamos a robar: llegamos a vivir, inclusive a construir relaciones amorosas, relaciones de igualdad. Nuestros niños enriquecen a la sociedad.
Si algo América Latina puede mostrarle al mundo, después de haber vivido la tragedia de su surgimiento como naciones, después de que nos dejaron millones de esclavos africanos en nuestras tierras y de que arrasaron con nuestras culturas, es que, si se hubiese respetado la visión del mundo latinoamericana, habría sido vital para la transformación del mundo y para una relación distinta en la humanidad.
Cuando llegaron miles de europeos a nuestras costas, a nuestros mares y a nuestra tierra, a construir un futuro para ellos pasando por encima de nuestras propias culturas y sociedades, ¿cuál fue la respuesta de América Latina? Convertirse en el lugar donde todas las razas se pueden mezclar, donde todas se enriquecen entre sí, desde una concepción distinta de la democracia y de su relación con el mundo.
Nosotros tenemos eso que enseñarle a otras naciones: que es posible convivir. Y exigimos un mínimo de reconocimiento. No estamos dispuestos a aceptar una relación de subordinación con Estados Unidos. Eso sí, tenemos tareas que hacer en América Latina. La primera: diversificar nuestras relaciones comerciales, entender cómo van a ser nuestras relaciones con otras potencias del mundo, entendiendo que no vamos a estar subordinados ni a China ni a Europa.
Necesitamos mayor cooperación Sur-Sur. América Latina tiene que conformarse como un bloque sólido en el mundo, que pueda construir relaciones económicas con otras naciones. No sé si el modelo es el de la Unión Europea, pero sí tiene que haber un mecanismo de unidad e integración de América Latina, y la posibilidad de establecer relaciones con África. Tenemos relaciones culturales, identidades culturales comunes. Con Europa también compartimos identidades culturales comunes, empezando porque hablamos la misma lengua.
La forma en la que nos vamos a relacionar con el mundo tiene que cambiar. Ese debe ser un motivo de reflexión profunda. Y el modelo de subordinación que nos propone Donald Trump no nos sirve. Tal vez tendremos que mirar a Europa. Y si Europa se mira a sí misma y entiende que ciertas relaciones comerciales tampoco le sirven, tal vez podamos establecer vínculos distintos y sacarle provecho a todo lo que nos ha sucedido históricamente.
No solamente porque las papas y el tomate hayan llegado a Europa y hayan cambiado para siempre su forma de alimentarse, son muchos los rasgos identitarios y culturales que compartimos. Todos tenemos familia en Europa, y todos tienen algún familiar latinoamericano. Eso está cambiando el mundo para siempre. Nuestros hijos son mucho más globales.
Trump decidió que “Make America Great Again” significaba, sencillamente, proponer un mundo de subordinación para el resto de las naciones. Libertades mercado interno, pero para el resto del mundo: subordinación absoluta
Entonces, vamos a ver si podemos establecer unas relaciones diferentes. Dependerá de la visión que tenga Europa sobre sí misma, de la relación que nos proponga China, y de la relación, triste, que nos imponga la deriva de Trump, que decidió que “Make America Great Again” significaba, sencillamente, proponer un mundo de subordinación para el resto de las naciones. Libertades internas, libre mercado interno... pero para el resto del mundo, subordinación absoluta.

Hay algunas decisiones del presidente Petro que están generando controversia política por parte de la oposición, como los consejos de ministros televisados, los relevos en los ministerios y la consulta que se está planteando para intentar sortear el bloqueo del Legislativo a la reforma laboral del Ejecutivo.
Voy a empezar por la consulta, que creo que es lo más importante. Nosotros creemos que la democracia tiene que tener más demos y tiene que asentarse en la gente. Y esto implica la forma en la que nosotros entendemos nuestra relación con la gente. No le tenemos miedo a la gente, a andar las calles de nuestro país, y no le tenemos miedo a responderle a la gente por los aciertos y los desaciertos, las equivocaciones de nuestro propio ejercicio de gobierno.
Sabemos que la gente votó por un cambio y que quiere unas mejores condiciones sociales, laborales, quiere un mejor contrato social, quiere oportunidades para poder educarse, para poder pensionarse, para acceder a los servicios básicos... Y como esa es nuestra concepción, ante la negativa de un grupo de congresistas privilegiados que hunden sistemáticamente las reformas, nosotros planteamos una salida diferente: si quienes están en el Congreso no están representando los intereses de la gente, toca salir a preguntarle a la gente cuáles son los temas nodales sobre los que ellos quieren que el Congreso discuta.
La consulta implica eso: salir a preguntarle a los millones de colombianos cuáles son las condiciones laborales que exigen para ellos, y obligar al Congreso de la República a legislar en esa materia. Si el Congreso de la República sigue siendo un lugar de bloqueo, el Congreso de la República no nos sirve. Y no es que no nos sirva a nosotros, no le sirve a la gente de Colombia. Y, por lo tanto, toca ejercer una democracia directa y participativa, y no una democracia representativa, porque quienes están en el Congreso no representan a la gente en su gran mayoría.
Mira, antes de venir estaba en un foro, y los líderes de la oposición decían: “No le digamos a la gente que discuta sobre la reforma laboral, porque para eso están los técnicos”. Pues sus técnicos no nos sirven para nada. Y tampoco le sirven para nada al mundo lo que le están proponiendo los tecnócratas de Trump.
Es como si la gente no tuviese capacidad de decidir, de hablar, de discernir sobre los temas que tocan su vida cotidiana. La gente sabe que recibe un salario desastroso por el trabajo que hace; la gente sabe que quiere recibir unas mejores condiciones laborales. Lo saben aquí, lo saben en Colombia, lo saben en África, lo saben en todo el mundo. Pero resulta que no tienen capacidad de decidir. Pues tal vez hay que decirle a esos tecnócratas que se puede construir, técnicamente, una salida desde la misma gente porque la gente tiene esa capacidad.
Y, finalmente, sobre el Consejo de Ministros: el presidente, en el marco de su fuero presidencial, ha tomado la decisión de darle un aire a su gabinete. Y lo que nosotros le exigimos a nuestro gabinete quienes formamos parte de estas bancadas de gobierno, es que tienen que cumplirle a la gente. Que hay una serie de decisiones, de avances, que no pueden dejar ni paralizados ni echar para atrás. Aquí se trata de cumplir, y nosotros les exigimos el mayor compromiso en este año y escasos meses que nos quedan por delante [hasta el final de la legislatura].
¿Y usted se ve siendo candidata, dando ese paso? ¿Podría convertirse en la primera mujer presidenta en Colombia?
Vamos a tener una contienda femenina, y parece que en América Latina ha llegado el tiempo de las mujeres. Hay candidatas presidenciales muy fuertes, y hoy tenemos una de las mejores presidentas, yo creo que en el mundo, con un gran porcentaje de apoyo social, como es Claudia Sheinbaum [presidenta de México], que está por encima del 80% de aprobación.
Creo que las mujeres en América Latina estamos dando ejemplo de gobernabilidad, conocimiento y capacidad, y Colombia no va a ser ajena: vamos a tener una contienda femenina.
Y yo, por supuesto, espero, si así lo decide mi fuerza política [Pacto Histórico] y si así lo deciden los colombianos y las colombianas, estar liderando. No solamente dándole continuidad a un proceso de transformación iniciado, sino imponerle una impronta incluso distinta, desde una mirada diferente sobre nuestro modelo de gobierno y de país.
Es decir, el modelo de país del presidente, desde nuestra óptica, la óptica de las mujeres, tiene unas formas y una mirada diferente: le queremos dar continuidad, pero buscamos darle una nueva forma, también una nueva impronta, a los mismos avances que él ha conquistado, sobre los cuales ha avanzado, que nosotros reconocemos, pero que sabemos que podemos llevar mucho más lejos y, seguramente, con rasgos identitarios diferentes.
Justo en el otro lado político, quien parece que se está postulando es Vicky Dávila, que representa precisamente a esas élites de las que hablaba previamente.
Así como los hombres no son todos iguales y hay quienes están reaccionando ante las turbulencias de los nuevos tiempos desde su posición hegemónica dentro de las sociedades, como se retrata en series como Adolescencia, también los hay deconstruidos que construyen relaciones diferentes con las mujeres.
Igual sucede con las mujeres. No porque llegue una mujer, va a ser una mujer que defienda derechos, igualdades y modelos de sociedades más justas. Puede ser una mujer como Margaret Thatcher, por ejemplo, que es una de las mujeres más fuertes, la dama de hierro, que seguramente le puso una impronta distinta a su propia nación, pero que inició para el mundo una nueva época con un neoliberalismo que empezó a surgir desde su gobierno. O pueden ser mujeres como Claudia Sheinbaum, que son capaces de abrazar a las sociedades y construir relaciones diferentes.
Yo creo que nosotros merecemos una mujer más como la segunda. Tal vez necesitamos un gobierno mucho más femenino, que no necesariamente quiere decir feminista, pero que sea capaz de recoger todo ese conocimiento y esas características femeninas para ponerlas en capacidad de construir una sociedad completamente diferente.
Y hablo, por ejemplo, del cuidado de los recursos. Nosotras sabemos que en una sociedad donde casi la mitad de la población son madres solteras, las mujeres hacen milagros con la plata cada día en sus casas y son capaces de darle de comer a todos los niños. Las mamás hacemos eso en todas las naciones del mundo. Quiero decir, tenemos una concepción sobre la administración de los recursos completamente diferente y sobre la transparencia en su uso. Es necesario que se pueda ejercer disciplina y autoridad, pero también ternura y amor, y eso es lo que hace una sociedad mucho más sana, cuando le pones límites a las personas, pero eres capaz de respetar las libertades y el desarrollo personal de las personas.
Unas mujeres que somos capaces de administrar recursos, de ejercer, de negociar, de encontrarle soluciones a los conflictos... Las mujeres todos los días estamos resolviendo conflictos en la casa, con los hijos, con la suegra, con el papá, con la señora, con la vecina, con la comunidad. Una sociedad dirigida por una buena mujer, por una mamá, por decirlo de alguna manera, pues aprendería a resolver los conflictos de las sociedades de una manera diferente. No tiene que ser violenta, no tiene que ser la imposición, no tiene que ser la visión del hombre de “aquí se hace lo que yo digo”, sino que tal vez somos capaces de construir relaciones humanas de manera distinta.
Todo ese conocimiento que era valioso para lo íntimo es profundamente valioso en el ejercicio de lo público y es lo que las mujeres queremos demostrar. Pero para eso se necesita una mujer que tenga esa conciencia.
Una mujer que está en favor del capital, de los medios de comunicación, de que sigan estos niños ricos gobernando todas las esferas de nuestra vida mientras se enriquecen sus bolsillos... Entonces, no por ser mujer va a ser la mejor opción.
Lo que tienen los colombianos que decidir es cuál es el estilo de mujer que ellos quieren al frente del gobierno y es una decisión que tendrán que tomar, ojalá informada de manera sabia y cada vez menos manipulable, porque los colombianos son más conscientes. Y ahí el Consejo de Ministros es fundamental, porque es un espacio de pedagogía profunda para entender cómo es el ejercicio del poder.

Recientemente comentaba que el panorama en América Latina no es tan desfavorable para las fuerzas progresistas como en Europa, y decía que había que estar pendientes de Ecuador, porque si había cambio, se sumaría a los que ya están, que son varios países importantes como Brasil, México o Colombia... Intentaba trasladar un mensaje de optimismo en medio del pesimismo de buena parte de la izquierda europea.
En cuanto a Ecuador, lo primero es tener en cuenta la reacción de Luisa González, que no ha aceptado el resultado de las elecciones. Tendremos que ver cuál es el devenir en estos días y si se da una salida institucional con un nuevo recuento y presencia fuerte de misiones electorales.
Pero lo cierto es que, desde las fuerzas progresistas ecuatorianas, se había denunciado en los últimos días que se habían cambiado muy rápidamente pequeñas cosas. Por ejemplo, el hecho de no poder tomar fotos a los tarjetones de voto y, por lo tanto, no poder hacer un control electoral. Pero ese cambio abrupto en el seguimiento de las elecciones genera una convulsión, porque no existe tranquilidad por parte del correísmo con el resultado.
Del mismo modo que podemos cuestionar muy fuertemente las elecciones venezolanas, tenemos que cuestionar también el hecho de que este tipo de cosas se presenten en las elecciones ecuatorianas, cuando se supone que estamos ante un gobierno democrático que debería brindar todas las garantías para unas elecciones transparentes.
Desde el grupo de Luisa González hay una denuncia de fraude, y tendrán que responder los organismos internacionales, en el sentido de analizar y brindar todas las garantías. Porque si no, lo que vamos a tener es una salida que puede generar preocupación en el continente, sobre todo por la situación actual de Ecuador, de violencia, incertidumbre y, por supuesto, por lo que representa el Gobierno de Noboa.
Pero, en términos generales, independientemente de lo que suceda en Ecuador, el panorama para las fuerzas progresistas tampoco es desalentador: estamos hablando de México, de Honduras, de Guatemala, de Colombia, está Lula en Brasil; ahora tenemos a Yamandú Orsi en Uruguay, Boric sigue en Chile... Se viene un periodo muy complejo porque habrá elecciones en Bolivia, en Chile, luego en Colombia, y justo después vendrán las elecciones en Brasil. Y allí tendremos que ver qué sucede con el mapa de las fuerzas progresistas en el continente.
A veces desde Europa se olvida ese Sur Global que, cada vez más, cuenta en la política internacional, tal y como se está viendo con la respuesta al genocidio en Palestina o en la búsqueda de alternativas ante la ofensiva de Trump.
Europa está ante un reto, precisamente por el escenario político que plantean las expresiones que ha tenido Donald Trump en relación con Europa, su posición con la guerra en Ucrania, y la guerra arancelaria que le ha impuesto al mundo. Europa está ante una oportunidad, y esperemos que tome el mejor camino.
Tiene que haber una diversificación en sus relaciones comerciales, lo que implica unas relaciones mucho más justas con América del Sur y con los países del Sur Global. ¿Se va a establecer un modelo hegemónico como el que ha venido preponderando en sus relaciones con el resto de las naciones? ¿O, por el contrario, se puede establecer un tipo de relaciones diferentes con el Sur Global, y generar un mínimo de justicia y un trato mucho más horizontal con otras naciones del mundo?
Y lo digo porque los países de Europa se han impuesto en el pasado por la fuerza en estas naciones, y todo el período de la conquista les obliga a tener una mirada y unas relaciones diferentes. Nosotros esperamos que Europa pueda reflexionar y establecer unas relaciones mucho más horizontales, de mucha mayor cooperación, que permitan mayores oportunidades para ambas regiones.