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Putin busca agotar a Ucrania mientras Trump evidencia su nerviosismo

Putin busca agotar a Ucrania mientras Trump evidencia su nerviosismo

Es Trump el que ahora muestra más nerviosismo para rematar su plan de salida de Ucrania ante la constatación de que no todos los actores implicados se muestran sumisos a sus dictados

Trump y Zelenski se reúnen antes del funeral del Papa, su primer encuentro desde la bronca en la Casa Blanca

Lo único que realmente tiene seguro Volodímir Zelenski es que no está en sus manos lograr la paz con Rusia. Sabe que en solitario no tiene ni los efectivos militares, ni la capacidad industrial, ni la base económica suficiente para expulsar a los invasores rusos de su territorio.

Eso lo coloca en una indeseable situación de dependencia, convertido en un mendicante internacional a la búsqueda de apoyos económicos y militares para, al menos, sostener el empeño defensivo a la espera de que en algún momento (muy improbable) puedan cambiar las tornas a su favor.

Empeñado en preservar la integridad territorial de su país asiste con lógica desesperación a los tejemanejes imperialistas que Donald Trump y Vladímir Putin se traen entre manos para decidir el futuro de Ucrania, sin contar con los ucranianos y, de paso, sin la Unión Europea. De hecho, incluso calcula (con razón) que una rendición en los términos que plantea el inquilino de la Casa Blanca no significa la paz, sino un mero paréntesis hasta que Rusia decida volver a la carga.

Por su parte, Putin tiene mucho más margen de maniobra y sus actos dejan claras sus intenciones. Su decisión de reclutar 160.000 nuevos efectivos para las fuerzas armadas y su demanda al sector industrial de la defensa para que duplique su producción anual no parecen apuntar hacia la paz, sino más bien hacia la intensificación de la apuesta militar. Tampoco cabe interpretar de ese modo el recrudecimiento de los bombardeos sobre ciudades ucranianas, incluyendo la capital, como si fuera el clásico recurso táctico cuando se acerca el arranque de una negociación de paz, para ganar terreno adicional que sirva para quedárselo definitivamente o para emplearlo como baza de negociación en un hipotético intercambio de territorios.

Como bien demuestra el reciente ataque a Kiev, no cabe interpretarlo de ese modo porque no se trata de acciones ofensivas en el frente de batalla con la finalidad de avanzar y controlar más territorio. Más bien se trata de la más cruda expresión del deseo de acogotar a los ucranianos por la vía de la fuerza bruta, haciéndoles ver que su única opción es aceptar lo que Trump les ofrece. Y, para mayor escarnio, Putin lo hace porque no solo siente que el tiempo corre a su favor en términos generales, sino porque entiende que está en condiciones de desairar incluso a Trump. Sabe que el mandatario estadounidense quiere desentenderse cuanto antes de la carga que le supone Ucrania para poder concentrar aún más su atención sobre China, definida abiertamente como su principal rival estratégico. Y una vez que ya ha logrado colocar a Trump en su bando —ahí está el proceso de normalización de relaciones bilaterales, la oferta para levantar las sanciones que pesan sobre Moscú y la imposición a Kiev, como condiciones de partida, de renunciar a buena parte de su territorio y a la entrada en la OTAN— considera que solo es cuestión de tiempo que Zelenski acabe poniendo la rodilla en tierra.

Metido en una dinámica que no controla a su gusto como pensaba, es Trump, que este sábado se reunió en Roma con Zelenski, el que ahora muestra más nerviosismo para rematar su plan de salida de Ucrania. El problema no es solamente que no haya resuelto el conflicto de Ucrania en veinticuatro horas, como prometía cuando ganó las elecciones, sino que ahora descubre que no todos los actores implicados se muestran sumisos a sus dictados. Así, Putin ha decidido no ajustarse al alto el fuego que Zelenski terminó por aceptar hace más de un mes, contando con que eso no le supondrá ningún coste sustancial y que Trump no va a dar marcha atrás, volviendo a suministrar armas y fondos a Kiev. Este sábado el presidente estadounidense le ha amenazado con nuevas sanciones porque piensa que quizá su homólogo “no quiere parar la guerra”. Y hasta puede ser que Trump se encuentre con que finalmente Zelenski rechace el acuerdo que le está planteando al considerar que el precio a pagar es demasiado alto.

En todo caso, para que esto último pueda suceder sería necesario que finalmente la Unión Europea decidiera ofrecerse como alternativa, tanto en el ámbito económico, como en el de suministrador de ayuda militar. Una posibilidad que no cabe descartar —no solo por intentar salvar a Ucrania, sino por el convencimiento de que la situación resultante dejaría también a los Veintisiete en una situación muy vulnerable ante la amenaza rusa—, pero que hoy no deja de ser más que una entelequia. Son muchas las reuniones, tanto entre actores políticos como mandos militares, celebradas hasta ahora en diferentes capitales europeas, pero sigue sin concretarse un plan de ayuda económica capaz de cubrir el hueco que deje Washington y, más aún, un plan de despliegue militar que ofrezca verdaderas garantías de seguridad a Kiev y que sirvan para disuadir a Moscú de futuras intervenciones bélicas.

Ahora mismo la probabilidad de que se llegue finalmente a un acuerdo es mayor que la de una ruptura total, aunque solo sea por la debilidad de Ucrania frente EEUU y Rusia y por la ambigua posición de los aliados europeos. Pero si ese acuerdo se firma con las cláusulas que ahora mismo se han dado a conocer, solo cabe pronosticar que la paz en la región todavía está muy lejos.

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