"¿Dónde están?" es la pregunta a la que familiares de detenidos desaparecidos durante la dictadura en Chile buscan respuesta desde el golpe de Estado de Augusto Pinochet, el 11 de septiembre de 1973, para honrar la memoria de las víctimas y construir un futuro sin repetir los horrores del pasado.

Por este motivo, los familiares sacaron hoy a la calle, como hacen cada viernes, imágenes de los rostros en blanco y negro de sus ausentes, sus nombres y la fecha de su desaparición, para evitar que el olvido haga mella en la historia.

Sin embargo, en esta jornada cobró más fuerza aún la protesta con motivo de la conmemoración del Día Internacional del Detenido Desaparecido, establecido desde 2006 por las Naciones Unidas cada 30 de agosto.

Una fecha que trae de vuelta el recuerdo de cada uno de los 1.192 desaparecidos que oficialmente se contabilizan en Chile, según las cifras oficiales de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, conocida popularmente como Comisión Rettig, que puso en marcha desde 1990 el expresidente Patricio Aylwin (1990-1994).

La Organización de Estados Americanos (OEA) estipula en su Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas que "se considera desaparición forzada la privación de la libertad a una o más personas, cualquiera que fuere su forma, cometida por agentes del Estado o por personas o grupos de personas que actúen con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado".

Pero para Marisol Vegas, cuidadora del memorial a los detenidos desaparecidos y ejecutados políticos durante la dictadura de Pinochet (1973-1990), un detenido desaparecido, como es el caso de su abuelo Julio Vegas, es "un luchador social por los derechos del ser humano", dijo a Efe.

Más de un millar de chilenos fueron sacados a la fuerza de sus casas o detenidos en la vía pública, llevados por los agentes del Estado y de quienes nunca más se supo.

Algunos fueron torturados hasta la muerte o fusilados, y cuyos cadáveres se ocultaron en fosas comunes, o incluso fueron arrojados desde helicópteros y aviones al mar como parte de la Operación Cóndor, un plan de varias dictaduras latinoamericanas en las décadas de 1970 y 1980 para eliminar a sus opositores.

Una situación que fue negada sistemáticamente por el Gobierno dictatorial de Pinochet hasta que el cadáver de la profesora Marta Ugarte Román apareció varado en la playa La Ballena, en el centro de Chile, el 9 de agosto de 1976, semidesnudo, dentro de un saco atado a su cuello con un alambre, y con el vientre rajado.

"Vino del mar envuelta en agua azul, la trajo el viento del más allá dormida en las olas de espuma y sal sobre su propia herida mortal", destaca el inicio de la canción en homenaje del histórico grupo chileno Inti Illimani.

El caso de Ugarte Román fue único, ningún otro cadáver volvió de los conocidos como "Vuelos de la Muerte", una situación similar a la que se da con los enterrados sin identificar a lo largo de todo Chile.

En una zona al final del Cementerio Nacional, en Santiago, en límite del muro perimetral del camposanto, el conocido como Patio 29 donde se enterraban a las personas sin identificar (NN) y fue utilizado durante la dictadura como fosa común en la que ocultar más de 2.000 cadáveres.

En 1991 comenzaron las exhumaciones, ya en democracia, y se pudieron recuperar 124 restos óseos diferentes dentro de 107 sepulturas.

En la actualidad, los restos de esas personas están en nichos con sus nombre custodiando, en otra zona del cementerio capitalino, el inmenso memorial de mármol en homenaje a los detenidos desaparecidos y a los ejecutados políticos.

Una concatenación de nombres, apellidos y fechas que se alzan desde 1994 varios metros de altura bajo la frase del poeta chileno Raúl Zurita: "Todo mi amor está aquí y se ha quedado pegado a las rocas, al mar, a las montañas...".

En la izquierda los nombres de quienes desaparecieron forzosamente, a la derecha los de los ejecutados políticos, en el centro el del expresidente Salvador Allende (1970-1973), y en los costados, nichos con nombres de los que ya fueron encontrados y nichos limpios para que ocupen los que aún no se sabe dónde están.

"Estamos aquí para seguir con el legado de los detenidos desaparecidos, seguir en la búsqueda de nuestros familiares, compañeros y amigos", indicó Vegas, quien agregó que "sin memoria se tienden a cometer los mismos errores, las mismas injusticias. No hay un futuro sin memoria y sin historia".

Con la foto de su abuelo colgada de su blusa, adereza el monumento con flores y recuerdos y, como el resto de defensores de derechos humanos en Chile, se niega a permitir que el olvido debilite la búsqueda de su familiar.

"Ni perdón ni olvido, no podemos perdonar a quien no han pedido de corazón perdón. Ni podemos olvidar porque estamos dando una señal de no seguir construyendo. La historia es la que te permite construir futuro y sin historia, ¿qué futuro vas a construir?", destacó Vegas.

Alberto Peña