Las principales compañías aérea libias anunciaron hoy el fin de sus actividades en la base aérea de Maitiga, único aeropuerto civil en funcionamiento de Trípoli, debido a los reiterados bombardeos de la fuerza bajo el mando del mariscal Jalifa Hafter, hombre fuerte del país.
Las aerolíneas Libyan Airlines, Afriqiyah Airways, Buraq Air y Libyan Wings seguirán ofreciendo sus servicios pero con base en la vecina ciudad de Misrata, situada a unos 250 kilómetros al este de la capital, anunciaron en un comunicado.
La decisión se produce escasos días después de que más de una decena de personas, entre ellas varios menores, resultaran heridos en un ataque con drones que afectó a un vuelo procedente de la ciudad saudí de Yeda.
Los heridos eran peregrinos que estaban tanto en el avión, alcanzado por la metralla, como en la sala de recepción en espera a aquellos que habían logrado completar la peregrinación o "Haj", uno de los cinco pilares del Islam.
El tráfico aéreo civil en la capital libia sufre interrupciones constantes desde que el pasado 4 de abril el mariscal Hafter, tutor del gobierno instalado en la ciudad oriental de Tobruk, lanzara una ofensiva para conquistar la capital y desalojar el Ejecutivo sostenido por la ONU.
Desde entonces, los combates han segado la vida de más de medio millar de personas, causado heridas a más de 5.000 y obligado a más de 25.000 familias a abandonar sus hogares y a convertirse en desplazados internos.
Los enfrentamientos, concentrados desde hace días en las localidades de Marzuq y Gharyan, en el sur de la capital, han afectado también gravemente a los miles de migrantes que se encuentran hacinados en centros de detención gobernados por milicias afines al GNA.
Libia es un estado fallido, víctima del caos y la guerra civil, desde que en 2011 la OTAN contribuyera militarmente a la victoria de los diferentes grupos rebeldes sobre la dictadura de Muamar al Gadafi.
Desde el fallido plan de paz de la ONU de 2015 tiene dos gobiernos, uno reconocido por la comunidad internacional e impuesto en Trípoli, y otro bajo tutela de Hafter, un ex miembro de la cúpula gadafista que en los años ochenta fue reclutado por la CIA y se convirtió en el principal opositor a Al Gadafi en el exilio.
El GNA cuenta, asimismo, con el apoyo de la ciudad-estado de Misrata, enemistada con Hafter y apoyada militarmente por Turquía e Italia.
De la situación actual se benefician decenas de señores de la guerra y milicias de tendencia islamista radical dedicados al contrabando de armas, personas y combustible, verdadero motor de una economía nacional destruida.