Desde hace dos décadas, la elección por la opción más efectiva para oponerse al kirchnerismo ha orientado el voto de millones de argentinos. Hay, por supuesto, motivaciones ideológicas, tradiciones políticas y económicas genuinas, pero el rechazo y la animadversión a la figura de Cristina Fernández de Kirchner y su entorno, así como la adhesón, han jugado un papel directriz en el mapa electoral.
Esa marca de la democracia argentina reciente habla de la fortaleza de Néstor y Cristina Kirchner y de los poderes que enfrentaron con políticas a favor de la igualdad, rebeldes de las recetas ortodoxas, pero también de la magnitud de sus déficits.