Los argumentos de quienes dan por buena la operación para derrocar a Evo Morales siempre parten de un hecho que se da por demostrado: en Bolivia hubo fraude electoral. Sobre esa afirmación, sobre ese primer ladrillo, se levantó una reacción social, un amotinamiento policial y finalmente la petición del Ejército de que Morales dimitiera. Un golpe de Estado que no ha encontrado una oposición internacional contundente, entre otros motivos porque, se dijo, venía tras un fraude electoral.
Sin embargo, no ha trascendido mucho sobre lo que pasó realmente con el recuento de los comicios del 20 de octubre. La misión de la Organización de Estados Americanos asegura que hubo "irregularidades" y, por otro lado, otros expertos advierten de que la acusación de la OEA no viene acompañada de pruebas de que estas anomalías sean "generalizadas o sistemáticas".