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Bruno Dumont, cineasta: “Hollywood es como el cristianismo, para ellos solo existe el bien o el mal”

Hollywood ha simplificado el mensaje para que no haya dudas. Para que no haya claroscuros morales y el espectador salga de la sala con la lección aprendida. Todo mascadito y sin que uno se haga preguntas realmente incómodas. La identificación con el héroe es mucho más amable. Nadie quiere sentirse representado por los malos de la película.

Pero, ¿qué pasaría si la eterna batalla entre el bien y el mal ocurriera en un pueblo del norte de Francia? Uno de esos que no se suelen mostrar en el cine. Con su gente, sus acentos y sus costumbres. Pues quizás esa dicotomía, esa claridad de lo correcto y lo erróneo no sería tan sencilla. Es lo que propone el cineasta Bruno Dumont en su nueva y original propuesta, L'empire (El imperio). Una space opera que se mezcla con su habitual estilo naturalista. Las naves espaciales con diseños catedralicios y vidrieras a lo Sainte-Chapelle se mezclan con lo rural, y las estrellas del cine francés como Fabrice Luchini con actores no profesionales como los que suelen habitar sus historias. 

Dumont, uno de los directores más originales y diferentes del cine de autor europeo, ha presentado su película —que ganó el Premio del Jurado en la Berlinale de 2024— en el festival D’A de Barcelona, donde además le han dado un premio de honor y ha dado una masterclass para alumnos y seguidores de su obra. A pesar de ello, confiesa mientras se toma un agua con gas, que de maestro no tiene nada. “Sigo considerándome un estudiante. El cine me parece un arte muy difícil y creo que sigo aprendiéndolo. Si fuera un maestro dejaría de hacer películas”, dice. 

Su primer largometraje, La vida de Jesús —que de alguna forma podría formar un díptico con L’empire— fue en 1997, y desde entonces considera que el cine ha cambiado, “porque el mundo, el público y la industria han cambiado mucho”. Asegura que no lo dice con nostalgia, pero sí que cree que el público es cada vez “más uniforme, y entonces se establece una estética uniforme”. “Por eso me resulta más difícil acercarme al espectador de hoy”, apunta.

Sin embargo, pese a no gustarle el signo actual del cine, no es un fundamentalista de las salas de cine, ya que considera que lo realmente importante son las películas. “Para mí las plataformas no son un problema. Yo no admiro el cine, admiro las películas. He visto alguna cosa realmente buena en Netflix y he visto alguna realmente mala en el cine. La sala de cine no es un tótem. No es un problema ver algo en una plataforma o en una sala de cine”.

Ahora ha recurrido a la ciencia ficción “porque nunca lo había hecho antes” y porque le parece que “permite abordar grandes preguntas un tanto filosóficas, porque el espacio se presta a eso”. Lo complicado fue mezclar el universo espacial y el naturalismo de su cine, sobre todo porque “la vida es mucho más complicada”. “El bien y el mal, separados, es difícil encontrarlos en la naturaleza. En el espacio todo está más claro, hay buenos y malos. Juntar estos dos universos era una forma de cuestionar el mundo actual”, añade. Ese cuestionamiento se hace poniendo en duda el moralismo, la simplificación en blanco y negro del que la sociedad actual y el cine hacen gala constantemente.

El mundo se ha vuelto muy moralista. El cine no debe estar en esas. Mi película no nos dice cómo debe ser el mundo. De ninguna manera

Bruno Dumont — Cineasta

Una película, en ese sentido, contra la narrativa hollywoodiense. “Ahí lo tienes”, lanza Bruno Dumont cuando se le menciona, pero añade que “no es solo Hollywood”. “Esa dicotomía también está en la iglesia, en la moral, está en nuestra cultura, en nuestra educación… creo que los europeos somos una cultura un poco más naturalista, pero al mismo tiempo tampoco, porque existe la Iglesia católica. Existe el cristianismo, y el cristianismo es como Hollywood, está solo el bien y el mal. Así son las instituciones. Yo tengo una cultura más bien 'no institucional', pero me interesa ver lo que ocurre en ellas”, subraya.

Ese problema moralista cree que ha llegado hasta el cine de autor europeo. “No me gusta”, expresa contundente: “El mundo se ha vuelto muy moralista. El cine no debe estar en esas. Mi película no nos dice cómo debe ser el mundo. De ninguna manera. Creo que nos muestra el mundo como es, y el mundo no es genial. Los hombres y las mujeres son así. Pueden ser brutos y pueden ser educados, y deben intentar ser educados”.

Bruno Dumont con el Oso de Plata por 'L'empire' Bruno Dumont con el Oso de Plata por 'L'empire'

Dice que la vida no es como Hollywood. Que no hay buenos o malos. Pero viendo a políticos como Trump uno se lo plantea, ¿ha superado a realidad a la ficción? Para Dumont es al revés. Es la ficción la que ha redefinido la realidad. “El hecho de que todos tengamos pantallas ha cambiado la realidad, y la realidad actual se acerca más a la ficción del cine gracias a esas pantallas. La realidad es una pantalla. Eso es muy disruptivo para el mundo contemporáneo, porque existe un lenguaje nuevo. No hay muchos pensadores que nos ayuden a comprender el mundo en el que vivimos. Vivimos en una ficción, y eso plantea problemas porque la gente considera la realidad como si fuera un videojuego”, analiza.

Para Dumont, y así lo muestra en su película, hay algo que hace que el bien y el mal se mezclen aunque no lo deseen: el deseo. Para el cineasta, los seres humanos “somos el resultado de que tenemos fuerzas contradictorias dentro de nosotros”: “Está el deseo y el sexo. El sexo viene a frustrar a las fuerzas del bien. Porque el bien puede sentirse atraído por el mal, y al revés. De hecho, son el sexo y el deseo los que mezclan todo. En la vida siempre es el deseo el que lo trastoca todo”. 

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