Si hay un guionista que sabe plasmar la oscuridad del ser humano, ese es Paul Schrader. Lo hace convirtiendo esa oscuridad en una metáfora de EEUU. Su bisturí siempre se clava en una sociedad esquizofrénica, traumatizada y violenta. Sus personajes son seres atormentados por las heridas de su país. Buscan el perdón y la redención, o a veces simplemente venganza, pero sufren en sus carnes y sus mentes los problemas a los que les han abocado unos gobernantes que nunca piensan en ellos.