Daniel pasa los días con su pareja en un pequeño piso de cuarenta metros cuadrados en Madrid. "Para dos personas acostumbradas a hacer vida fuera de casa, es ideal", cuenta. "El agobio viene al tener que estar encerrados todo el día. Es un primero interior. Las ventanas dan a dos patios pequeños. Para leer, cocinar o realizar cualquier actividad, es necesario tener las luces encendidas".
A no muchos kilómetros, en Arroyomolinos —uno de los municipios que más ha crecido en las dos últimas décadas—, la rutina de Rosana, su pareja y sus tres perros transcurre entre la buhardilla, las dos plantas, la bodega y el jardín del chalet.
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