Cenar en un iglú de plástico o en una cabaña de plexiglás y madera en medio de la acera mientras que las calles de Nueva York están recubiertas de nieve es parte de la nueva realidad de la ciudad. Tras meses de cierre, los espacios interiores acaban de reabrir con un máximo de aforo del 25%, pero los exteriores siguen siendo el principal espacio para comer y beber en la ciudad.
“Queríamos crear un oasis para que los neoyorquinos, que han sufrido y luchado durante la pandemia, puedan escapar a unas pequeñas vacaciones y sentirse como si hubieran sido trasportados al Mediterráneo, específicamente a Egipto”, dice el dueño de Casa le femme, Medhat Ibrahim, quien ha recubierto la terraza de su local de plantas, lámparas de papel, guirnaldas de luces y calefactores.