Si en este momento alguien enciende un televisor en Argentina y pone un canal con informativos se va a encontrar seguro con tres valores sobreimpresos en pantalla: la temperatura, la hora y la cotización del dólar. Y lo más probable es que el último dato sea el más relevante para el espectador: sobre ese número girará la charla del ascensor con los vecinos o la conversación de pasillo con los compañeros de oficina.
Para los argentinos, el dólar no es una moneda extranjera. Los precios de algunos bienes se fijan en la divisa estadounidense y la gente tiende a ahorrar con el billete verde –y no en su moneda nacional, golpeada por la pérdida de valor–.
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