La Constitución de Cádiz de 1812 es la madre en la que se reconocen todos los liberales españoles. Es el primer intento de enterrar el Antiguo Régimen y alumbrar un nuevo país de derechos ciudadanos. Aquellos liberales españoles se miraban en la Ilutración, en la revolución inglesa, en la francesa y en la americana, incluso mostraban simpatías con los movimientos emancipadores latinoamericanos. Aunque fuera en detrimento de una España imperial.
Hubo quien, en aquellos años de invasión napoleónica, a los liberales los llamaba afrancesados. Algunos, por colaboracionismo con el invasor; a otros, por denigrar al enemigo del absolutismo personificado en aquel Fernando VII –Borbón como el rey francés derrocado en 1789– que sofocó durante una década ese espíritu patriótico que se levantó contra Napoleón y que se había constituido en pueblo soberano en las Cortes de Cádiz (1810-14).