El infatigable cineasta plantea una típica historia de casas encantadas donde asumir el punto de vista del Poltergeist lo cambia todo
Si hay un subgénero de terror que guarda una simpatía obvia por el asesino este es el slasher. Hasta el punto de prácticamente nacer con una secuencia donde la cámara abrazaba el punto de vista del psicópata, en un plano subjetivo que seguía su paciente deambular por una casa hasta sorprender a sus víctimas teniendo sexo, y pasar a acuchillarlas.