Donald Trump ha dado un giro político al problema racial latente puesto de relieve una vez más por el asesinato de George Floyd en Minnesota a manos de un policía blanco. La maniobra busca consolidar un enemigo interior que le pueda sacar de un apuro a escasos meses de las elecciones. Una disputa que le puede ocasionar muchos problemas y que está directamente vinculada a lo estructural de la política nacional. En EEUU se puede ser racista pero no decir que un negro tiene menos derechos, pero sí se puede enarbolar el antifascismo como si fuera un bando violento de una guerra de bandas.
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