Hace más de tres meses, John Fulton, consultor de Biolyse, una pequeña farmacéutica que fabrica medicamentos inyectables estériles en Canadá, intentó ponerse en contacto con varios productores de vacunas contra la COVID-19 para ofrecerles su colaboración ante la gran demanda mundial.
Fulton hizo llamadas, mandó correos electrónicos, rellenó formularios. El 4 de febrero, recibió la respuesta de Janssen, que produce la vacuna de la estadounidense Johnson & Johnson (J&J). El mensaje comenzaba con su apellido mal escrito y un "gracias por su interés". A continuación vino el "pero no": "Johnson & Johnson ha ampliado su capacidad de fabricación mundial.