ELÍAS ISRAEL
Un Barcelona-Real Madrid es una de las imágenes más recurrentes de nuestro país en el planeta, un foco demasiado tentador para los violentos, una patata caliente demasiado peligrosa para los políticos en vísperas de elecciones y un quebradero de cabeza para LaLiga, que se gasta millones de euros en proyectar y cuidar su imagen en todos los continentes. El 26 de octubre ya es también un problema de estado.Javier Tebas, amparado por la excepcionalidad de la situación y por las nulas garantías de seguridad, propuso lo que el sentido común decía: cambiar el orden de las sedes, ya que no modificaba fechas en el calendario ni tenía una afectación directa a la competición.
Un doble e inteligente movimiento, LaLiga daba primero, a la vez que se cubría. Aunque la situación sea excepcional y las medidas que se tomasen pudiesen serlo, la Federación, o sea Rubiales, no va a secundar ni una sola propuesta de LaLiga. Hay algunas barricadas que están puestas todo el año, aunque no se vean tanto. La Federación se agarra al reglamento y se pone a trabajar en el aplazamiento para el 18 de diciembre, apretado también por el Gobierno, que exige soluciones fuera de Barcelona. No es casual que la fecha propuesta sea pasadas las elecciones.El Madrid, por su parte, tampoco está dispuesto a facilitar la situación. Curioso que el Bernabéu se postulase para albergar la final de la Libertadores entre River y Boca y ahora no sea la solución para un cambio de sede en la competición doméstica. Sí es cierto que las obras del Bernabéu, no es broma, llevan sus tiempos y la organización de un Clásico con un margen tan ínfimo supondría un trastorno serio para el club blanco. Su coartada es real.Y, para rematar, el Barça, tan posicionado políticamente, tan presionado localmente, mantiene su papel de poner el grito en el cielo. En Barcelona ven el aplazamiento del partido como una metáfora del conflicto, que se alarga en el tiempo y siempre parece lejos de solucionarse. Imposible separar fútbol y política. El humo de los violentos apesta tanto que se puede llevar hasta un Clásico por delante, sin nadie que lo remedie hasta después de las elecciones, claro...