¿El detalle? Escif le había añadido una mascarilla sanitaria al rostro del ninot. La obra se llamaba Esto también pasará mucho antes de la crisis del coronavirus.
El artista valenciano pidió entonces, a pesar de la cancelación de las populares fiestas, que se terminase de construir y se mantuviese como símbolo. "La crisis del coronavirus es una crisis mundial muy difícil de combatir", afirmaba el artista en su perfil de Instagram, "no existe vacuna contra la enfermedad y las infraestructuras sanitarias se quedan pequeñas ante la velocidad de propagación. Se está demostrando que las únicas armas que tenemos para combatir esta crisis son la paciencia, la calma y la esperanza".
Según él, "tenemos que conseguir decelerar el movimiento de la sociedad el tiempo suficiente como para que la gente ya infectada pase la enfermedad y no la siga propagando. Estos son precisamente los valores que transmite la gran mujer meditando en la plaza del Ayuntamiento. Esto también pasará".
"Una de las funciones primarias de la cultura es la de reforzar el imaginario simbólico de cada sociedad", añadía el artista. "La batalla contra el coronavirus es una batalla de comunicación y concienciación. El buen uso de los medios y de los símbolos será aquí crucial para conseguir restablecer la calma. Es por estos motivos por los que proponemos mantener la gran meditadora en la plaza, hasta que se reanuden las fallas. Un símbolo de paciencia, calma y esperanza tan necesario en estos días".
Con todo, los artistas falleros que hicieron realidad el diseño de Escif, Manolo Martín y José Ramón Espuig, anunciaron el viernes 12 de marzo que iban a quemarla sin especificar el día ni la hora, y asegurando que lo harían sin público para evitar el contagio por el coronavirus.
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Licenciado en Bellas Artes y especialista en Arte Público, Escif entiende el arte como herramienta inherentemente política, en tanto que generadora de reflejos y reflexiones de la sociedad en la que se ejerce. Empezó a pintar a mediados de los noventa, pero no fue hasta la segunda década de los dosmil, cuando el artista no se dio a conocer en todo el mundo.
En Valencia, su lienzo principal, sus obras sobre la crisis, los recortes educativos y de sanidad, la Primavera Valenciana o la corrupción, sobreviven a la especulación y la construcción en algunas calles y muros. Escondidos o a plena luz, a veces efímeros a la espera de que alguien los borre o pinte sobre ellos.
"La calle no es una galería de arte, ni un museo, ni una tienda de regalos. ¡Por suerte!", describe el propio artista. "La etiqueta de arte es una frontera entre una intervención en la calle y el espectador. El mercado y los políticos monopolizan la calle en beneficio propio, en contra de la gente. Tenemos la oportunidad de afrontar esto con un lenguaje diferente. No nos sentimos artistas sólo para promocionarnos a nosotros mismos. Nos sentimos artistas para proponer un uso diferente del espacio público", reflexiona en su web.
En 2011, Escif recibió el Premio Gràffica por poseer "un estilo propio con una gran capacidad de contar pequeñas y grandes historias según su lienzo. Por su alta capacidad de producción y su proyección a nivel mundial". Y lo cierto es que ha trabajado y realizado intervenciones artísticas muy distintas en todo el mundo, de Londres a México pasando por Berlín y Miami. Siempre ofreciendo una perspectiva inteligente y precisa sobre la sociedad que retrata, satiriza o enfrenta a un espejo cuando menos quiere mirarse a sí misma.
"La ciudad es una novela, un cómic. Hay que escribirla y leerla barrio a barrio y casa a casa; hay que dibujarla y comprenderla muro a muro", escribía para él Santiago Alba Rico en el libro Elsewhere, la única publicación que recoge la obra de Escif hasta el momento. Según el ensayista y filósofo, la obra del artista valenciano no trata de "tunear" o "decorar" la ciudad en la que se asienta. "Trata de desenrollar la ciudad como un viejo papiro, de desplegarle las alas, de plantear su enigma y de añadirle alguna solución".
Cuatro obras para descubrirleAdemás de La meditadora, para conocer a Escif lo mejor es ver el resultado de sus intervenciones artísticas. Visitarlas, más bien, dado que sus intervenciones son también diálogos que el artista establece con el entorno en el que crea. En 2018, por ejemplo, Escif pintó la pared de un edificio de siete plantas para realizar homenaje a lo que él consideraba una conquista ciudadana. En mayo de 1977, las y los vecinos del barrio de la Salud, en Sant Feliu de Llobregat, consiguieron frenar la construcción de una gasolinera que iba a acabar con en núcleo del espacio público más utilizado de la comunidad.
"Hoy, 40 años más tarde, la pared que encabeza esta plaza presenta un mural que rinde homenaje a estos vecinos y a estas vecinas. A su lucha, a sus valores, a su memoria. Recuperar la memoria del movimiento vecinal es mantenerlo con vida", explica el artista en la web del proyecto. "La esencia de una lucha no está en sus logros; pero si en su compromiso y constancia. Es importante rescatar el pasado, darle voz al presente y abrir la puerta al futuro. Mantener la llama encendida para que otros puedan seguir su luz".
En 2017, El Institut Valencià d’Art Modern (IVAM) presentó un gigantesco mural en la parte trasera de sus instalaciones, obra de Escif. Era el primer paso para renovar y dotar de actividad un solar abandonado que se convertiría en el jardí de las esculturas del mismo.
La obra, además del mural, contaba con un apéndice en otro edificio contiguo a las dependencias del IVAM. Escif aprovechó la invitación de la pinacoteca para realizar en ambas un fresco que reflejase las problemáticas sociales históricas del barrio en la que está asentada. "Escif habla del pasado del barrio del Carmen, de los antiguos habitantes que fueron expulsados y del movimiento de protesta que desencadenó", aseguraba el director del centro.
El mismo año del gran mural para el IVAM, el artista viajó a Francia, hasta Saint Malo, en la Bretaña francesa. Situado muy cerca de allí se encuentra Notre Dame des Landes, comuna en la que el Estado francés quiere construir un aeropuerto desde hace más de medio siglo. Un proyecto duramente criticado por la población del lugar, que cuenta con un largo historial de movilizaciones opositoras.
Agricultores y ambientalistas defienden que el aeropuerto no les reportaría ningún beneficio, pero sí destruiría un ecosistema muy específico de la zona, y conllevaría la expropiación de tierras y la expulsión de sus habitantes. Escif pintó en la zona un enorme salmón salvaje de una especie autóctona del lugar, amenazada por la construcción del aeropuerto.
La Punta es un barrio de la capital del Túria que sufrió la expropiación de los terrenos donde residían un centenar de familias cuando en los 90 empezó a tramitarse la construcción de la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) del puerto de València. El ZAL marcó a fuego la vida en La Punta, con la construcción supuestamente urgente de 700 mil metros cuadrados de utilidad portuaria que, desde 2002, son un páramo sin utilidad.
En contra de los planes del ayuntamiento, los vecinos reclaman utilizar el espacio para el construir un corredor verde y revitalizar la maltrecha salud de la huerta valenciana, uniendo el antiguo cauce del río Túria con el Parque Natural del Saler y la Albufera. Con esta obra, Escif apoyaba públicamente a la plataforma 'Horta és Futur, No a la ZAL' que lucha por la consecución de estas demandas ciudadanas.