En tan solo 80 páginas, el pensador analiza la COVID-19 como la evidente catástrofe que es, pero también como la oportunidad para instalar un nuevo sistema social que sustituya al "Nuevo Orden Mundial liberal-capitalista" y que él define como "comunismo" (entre comillas).
La apostilla "de urgencia" describe bien el resultado de este libro -que se enmarca dentro de una nueva oleada de publicaciones sobre la situación actual-, pues a veces enuncia las mismas constantes durante varios capítulos distintos o incurre en una contradicción con su propio pensamiento. No obsta, sin embargo, para que muchas de las ideas plasmadas sean fruto de un certero análisis político y sociológico del azote sanitario actual.
"Lo realmente difícil es aceptar el hecho de que la epidemia actual es el resultado de la pura contingencia. Somos una especie que no posee una importancia especial".
En la introducción de Pandemia, Zizek afirma que "la nueva normalidad tendrá que construirse sobre las ruinas de nuestras antiguas vidas" o surgirán barbaries. No se refiere únicamente a reforzar los sistemas de salud de todo el mundo, sino a reformular desde los cimientos la mayoría de nuestras democracias.
Por ejemplo, "la globalización, el mercado capitalista y la transitoriedad de los ricos" serían ahora conceptos favorecedores para la propagación del virus, así que propone aprovechar el pánico para mejorar la organización mundial. "Israel coopera y ayuda a Palestina en la crisis, no por bondad, sino porque la pandemia no distingue a judíos de palestinos", escribe. En su opinión, para que esto perdure y lo haga a nivel global, hay que limitar la soberanía de los estados-nación, pero usar sus herramientas para proteger a los débiles.
Para ello hace falta un Estado fuerte y líder porque "las medidas a largo plazo, como las cuarentenas, tienen que llevarse a cabo con disciplina militar". En China ha sido un éxito, según Zizek, aunque no se vaya a repetir en otros países occidentales como Estados Unidos porque "bandas de libertarios, provistos de armas y de la sospecha de que la cuarentena es una conspiración estatal, intentarán romperla de manera violenta".
Sin embargo, además de fortaleza, el filósofo cree que se necesita la confianza de la ciudadanía, algo en lo que China ha fracasado estrepitosamente. Si bien, "hay veces que no decirle toda la verdad a la opinión pública puede evitar de manera eficaz una oleada de pánico que podría dar lugar a más víctimas", en otras es la mecha que prende la desconfianza y más teorías de la conspiración.
Por eso, Slavoj Zizek defiende una reformulación del "comunismo" donde prime la confianza en el propio Estado y en los de alrededor, algo necesario ante una crisis global que no entiende de fronteras. "Como dijo Martin Luther King, "puede que todos hayamos llegado en diferentes embarcaciones, pero ahora estamos todos en el mismo barco".
"El reto al que se enfrenta Europa es demostrar que se puede hacer lo mismo que hizo China de una manera más transparente y democrática".
"Comunismo o barbarie""El coronavirus nos obligará a reinventar el comunismo basándonos en la confianza de la gente y en la ciencia", asevera Slavoj Zizek en un capítulo titulado ¡Comunismo o barbarie, así de simple!. El filósofo reconoce que ha recibido numerosas burlas al enunciarlo, pero rechaza que sea una visión utópica, sino "un comunismo impuesto por las necesidades de la pura supervivencia".
"No estoy hablando de ninguna utopía, no apelo a la solidaridad idealizada entre la gente. Por el contrario, la crisis actual demuestra que la solidaridad y cooperación global tienen como finalidad la supervivencia de todos y cada uno de nosotros, y que obedecen a una pura motivación racional y egoísta".
Lo compara, aunque lamenta el nombre, con el "comunismo de guerra" que implantó la URSS en la Primera Guerra Mundial y cuyas medidas están aplicando a su manera algunos países de Europa y Estados Unidos: "¿Cómo llaman sino a limitar la libertad de las empresas privadas y obligarlas a producir lo que resulta imprescindible para luchar contra el coronavirus?".
Por su parte, en su "comunismo" (con comillas), "el sistema sanitario institucional tendrá que contar con ayuda de las comunidades locales para que cuiden a los débiles y los ancianos. Y, en el lado opuesto de la escala, habrá que organizar algún tipo de cooperación internacional eficaz para producir y compartir recursos". Si los Estados simplemente se aíslan, comenzarán las guerras, asegura: "A eso me refiero cuando hablo de "comunismo" y no veo otra alternativa que no sea una barbarie".
La pandemia sería en ese caso como La técnica de los cinco puntos de puntos de de presión que hacen estallar el corazón, que aparece en Kill Bill Vol 2, para el sistema capitalista global. "Una señal de que no podemos seguir como hasta ahora, de que hace falta un cambio radical", concluye.
En ese mismo párrafo ilustra las que para él son las dos amenazas actuales de la siguiente forma: "El capital es un virus pero en forma de entidad espectral, por lo que dejará de existir si dejamos de actuar como si creyéramos en él. Mientras que el coronavirus es una realidad a la que solo podemos hacer frente con la ciencia".
Aunque alerta del "triste hecho de que necesitamos una catástrofe para ser capaces de repensar las mismísimas características básicas de la sociedad en la que vivimos", no niega sus posibilidades. "El primer modelo de dicha coordinación global podría ser la OMS, que ha optado por realizar advertencias precisas anunciadas sin pánico", afirma en Pandemia.
"Si los Estados simplemente se aíslan, comenzarán las guerras. A eso me refiero cuando hablo de "comunismo" y no veo otra alternativa que no sea una barbarie.
Para el filósofo, la OMS debería tener más poder ejecutivo de cara a otras catástrofes que asoman en el horizonte: sequías, olas de calor o tormentas mortales y en las que "la respuesta no es el pánico, sino una labor ardua y urgente para establecer una coordinación global eficaz". También afirma que la "nueva normalidad" no es un término tan inapropiado, pues "no será la misma que teníamos antes de la epidemia. Tendremos que aprender a sobrellevar una vida mucho más frágil con constantes amenazas".
Por otra parte, aprovecha el momento para destacar algún efecto secundario positivo e involuntario de la crisis -"siendo consciente del peligro al que me expongo al hacer públicos estos pensamientos"-, como que las mascarillas ofrezcan "un bienvenido anonimato y la liberación de la presión social" o que los tiempos muertos a los que nos enfrenta el confinamiento sean "fundamentales para la revitalización de nuestra experiencia vital".
En su peculiar batería de referencias a la cultura pop, como Will y Grace, Kill Bill o Los crímenes del Valhalla, el filósofo esloveno reconoce el coronavirus como una versión inversa de La guerra de los mundos, de H.G Wells. "Los invasores marcianos que explotan la Tierra de manera implacable somos nosotros", compara. Ahora, "la naturaleza nos ataca con un virus y lo hace para devolvernos nuestro propio mensaje: lo que tú me has hecho a mí, yo te lo hago a ti".