Fernanda Valadez (2020)
El hijo de Magdalena abandonó su pequeño pueblo natal para cruzar la frontera hacia Estados Unidos. No ha tenido ninguna noticia de él desde hace meses y las autoridades migratorias mexicanas le exigen que firme unos papeles en los que reconoce su defunción. Ella se niega, porque firmar es tanto como darlo por muerto o, peor, matarle. Entonces empieza un viaje por todo México siguiendo los pasos de su hijo, para averigüar si sigue vivo.
El pulso de este drama social, con la cuestión migratoria siempre de fondo, asume con presteza su mayor virtud: la rotundidad de unas imágenes que perturban con una fuerza del todo inesperada. Como si el Denis Villeneuve de Incendies se encontrase con el Cuarón de Hijos de los hombres en el México que reconocemos en el telediario. Que este sea el primer largometraje de Fernanda Valadez y que fuese Premio del Público en el Festival de Sundance y Premio Horizontes a la Mejor película latinoamericana en el pasado festival de San Sebastián, solo auguran un futuro brillante para esta realizadora y guionista mexicana.
Óscar Martín (2019).
Las amistades hay que cuidarlas. Así, cuando estemos en el peor momento y no tengamos a nadie que cuide de nosotros, esas amistades estarán ahí. Aunque la mayoría de veces sea por obligación moral. Es lo que debe pensar David cuando decide hacerse cargo de su amigo de la infancia Javi, que sufre diversos males tras un accidente. Lo que ocurre es que pronto empiezan a saltar las chispas entre los dos, y lo que fue un acto de amor casi fraternal se convierte en una pesadilla para ambos.
Entre la tensión latente en el detalle del cine más calculador de Haneke, y el juego con el terror cotidiano que tan bien manejó Chicho Ibáñez Serrador, esta pequeña película de Óscar Martín demuestra sobradas virtudes como particular thriller. Especialmente en un guion que no tiene miedo a coquetear con la comedia negra y que, precisamente, coescribieron el realizador y los dos actores principales: unos fantásticos Javier Botet y David Pareja.
Gaspar Noé (2019)
Si la semana pasada se estrenaba la historia del rodaje de Ciudadano Kane, esta semana destaca en la cartelera la historia de otro rodaje: el de una película que no existe pero ojalá lo hiciese. Hablamos de Lux Æterna, que narra la historia de la primera película dirigida por la actriz francesa Beatrice Dalle. La que fuese uno de los rostros más célebres de terror galo decide ponerse tras las cámaras y contar con su compañera, Charlotte Gainsbourg, para el papel protagonista. Gainsbourg deberá interpretar a una bruja a punto de ser quemada en la hoguera. Pero las cosas, durante el rodaje, se les irán de las manos a ambas.
De existir, la película de Beatrice Dalle sería fascinante. Pero lo que existe en realidad es el último proyecto de Gaspar Noé, un mediometraje de 50 minutos que aprovecha el envoltorio de 'cine dentro de cine' para explorar las tensiones que se generan en muchos rodajes, y el deje tiránico y profundamente retrógrado que desarrollan muchos realizadores, como él, en el set. Una reflexión sobre si el cine puede y debe hacerse de otra forma, al tiempo que una excusa para dar rienda suelta a la vena más estroboscópica de su obra. Una película de peripecias formales y mucho lenguaje metarreferencial cinéfilo no apta para personas fotosensibles.