Como el Comité Español de Historia del Arte (CEHA) explicó en Twitter, el cambio brusco de la temperatura, el peso de la nieve o las fracturas del hielo al introducirse en las fisuras del patrimonio "son un peligro muy real". Desde el siglo XVIII existe una forma de proteger las esculturas: cubriéndolas en una caja de madera con paja y estiércol. ¿Y ahora? elDiario.es se ha puesto en contacto tanto con el Ayuntamiento como con la Comunidad de Madrid para conocer si se actuó de alguna forma para prevenir el deterioro de los bienes culturales, pero desde la Consejería de Cultura se limitan a decir que lo que hicieron fue "dirigirse a todos los alcaldes para preguntarles por la situación y ofrecerles colaboración".
Es lo que ha provocado destrozos como el del Palacio de Isabel de Farnesio en Aranjuez (Madrid), todavía a la espera de que alguien recoja los tablones de su fachada derrumbados por la nieve. "Al igual que existe un protocolo para proteger a determinados museos o monumentos contra incendios, también debería existir uno para excesos climáticos como el frío o la lluvia", explica a elDiario.es Miguel Ángel Cajigal (conocido en Twitter como El Barroquista), Historiador del Arte y miembro de ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios). El experto pone como ejemplo las catedrales del norte de Europa, que son sometidas a "un mantenimiento mucho más constante que las del sur". "Se cambian los tejados y se revisa que estén correctos con mucha frecuencia. Además, en muchas ocasiones las esculturas que están al aire libre se protegen durante el invierno o incluso se retiran", añade.
De hecho, existen monumentos que están en permanente protección. Es precisamente lo que ocurre en París con la Torre Eiffel o en Roma, donde resulta extraño no encontrar un edificio histórico sin un andamio. "La cúpula de la Catedral de Florencia, que es un edificio extraordinario pero al mismo tiempo delicado, siempre está en restauración y las fotos que ponen en las guías turísticas son de hace muchísimos años porque desde entonces no se puede ver sin grúas", aprecia el portavoz de ICOMOS.
En cambio, en España, tanto por la falta de concienciación como por un clima habitualmente benigno, las reformas para hacer frente a las inclemencias no suelen ser tan habituales. "Aunque les llueva, les dé el sol o les caiga la nieve creemos que los grandes monumentos van a estar ahí para siempre. A veces incluso cuando se plantean intervenciones de restauración la opinión pública está deseando que los quiten", denuncia Cajigal.
En Madrid, como compartió CEHA en redes sociales, la nieve ha caído sin cortapisas sobre una joya egipcia que lleva 50 años a la intemperie esperando un techo: el Templo de Debod. Es el único de los cuatro santuarios regalados por Egipto a diferentes países que se encuentra al aire libre. El de Dendur (en Nueva York), Ellesiya (Turín) y Taffa (Leiden) están cubiertos y protegidos, tal y como establecía el acuerdo con el gobierno egipcio en el momento del regalo.
"Filomena ha dado lugar a una imagen muy potente, que es ver el templo rodeado de nieve, pero al margen de que a alguna gente le parezca muy bonito desde luego no es un buen ejemplo de conservación. Si tienes una escultura especialmente valiosa al aire libre lo normal es desplazarla a un museo, como se hizo con el David de Miguel Ángel o con las puertas del Baptisterio de Florencia", aprecia Cajigal.
El Ayuntamiento de Madrid tiene en marcha un concurso de ideas para proteger el monumento a lo largo de 2021 y, según fuentes del mismo organismo, continúa entre los planes a pesar de que "todavía no hay fecha". A pesar de que la concejala de Cultura, Andrea Levy, dijo hace casi un año que su conservación "era una prioridad", el santuario del siglo II antes de cristo sobrevive expuesto sin ni siquiera una solución provisional mientras llega un acuerdo que parece estar postergado en el tiempo. "Los historiadores y otros profesionales de la cultura llevamos denunciando esto años. Se habló de mover Debod, pero como siempre las palabras han quedado en el aire. Tenemos un joya del arte egipcio perdiéndose por los selfis", criticaba en Twitter la historiadora del arte Clara González Freyre.
Se podría argumentar que existen otros monumentos en España que también están a la intemperie, como puede ser el Acueducto de Segovia, pero según Cajigal hay dos aspectos claves a tener en cuenta: ni tienen la antigüedad de Debod ni su valor documental decorativo está en el exterior, como sí ocurre con los más de 200 grafitos pintados en los muros del santuario. A todo esto hay que sumar otro problema: el santuario no está en su lugar original de construcción. Fue trasladado piedra por piedra desde Sudán y, una vez en Madrid, se reconstruyeron las partes que no se conservaron o deterioraron durante el traslado con materiales que no eran exactamente los diseñados por los constructores egipcios.
"El patrimonio hay que cuidarlo en las condiciones que merece, y el Templo de Debod merece mucho más que ser la decoración de un jardín. Es un mito arquitectónico, no existe nada parecido en España y es patrimonio de todo el mundo", reivindica el miembro de ICOMOS. Al hielo, la nieve y la basura de Madrid esta semana se suman lluvias que pueden ocasionar graves inundaciones. Y, mientras tanto, Debod resiste sin saber hasta cuándo.