Roberto se refiere a músicos como Nacho Vegas, Rocío Márquez, Amaia, el violinista Ara Malikian o Christina Rosenvinge, con quien cantan La Rama, canción que abre el álbum. "No hicimos este disco para llegar a más público o alcanzar otras audiencias, aunque supongo que pueda ser así, sino porque nos apetecía compartir nuestro concepto de la música con estos colegas", apunta Quique Cubero.
Y eso es precisamente lo que han hecho: abrir su música a otras dimensiones, sin perder las coordenadas que siempre les habían definido. Errantes telúricos se ajusta a las etiquetas de folk, flamenco y música tradicional que se les han colocado en sus diez años años de trayectoria –hubo incluso quien les acusó de querer ir de indies por su estética–. Así, más que reinventarse, se abren a otros registros, sumando nombres, raíces y voces. "Cada concierto, cada canción y cada disco es una nueva prueba que hay que superar", cuenta Quique sobre la creación del LP, "y en eso estamos: superando escollos y dejando hitos atrás".
Errantes telúricos demuestra que 'los raros del colegio' –como se describieron a sí mismos en una entrevista de 2017– ahora tienen muy buenos amigos y un lugar donde se sienten cómodos. Es decir, gozan del relativo privilegio de poder seguir yendo a su bola aunque esto les sitúe en un páramo ambiguo dentro de una industria musical que premia la aceleración e hiperproducción. "Después de 4 LPs, 2 EPs, una película y varios videoclips, la verdad es que aún no sabemos lo que es la industria musical. Sí que nos sentimos un poco más consolidados desde el punto de vista meramente artístico. Sabemos lo que queremos comunicar y cómo comunicarlo. Tenemos claro cuál es nuestro camino, y vamos a recorrerlo con o sin industria", explica Roberto Cubero.
La sorpresa es que lo descrito hasta aquí se refiere solo a la mitad del trabajo que presentan hoy Los Hermanos Cubero: a este disco de colaboraciones le acompaña un LP instrumental de violín llamado Proyecto Toribio, que convierte el lanzamiento en un álbum doble y, según ellos describen, inseparable en espíritu. "La obra completa, con sus dos partes, nos define a la perfección, sacando cualquiera de ellos de forma independiente nos habríamos quedado con algo perdido", apunta Quique para justificar los motivos de una unión que sorprende tanto a nivel comercial como musical.
"Hay un hilo conductor", argumenta Roberto. "De hecho, hay varios. Los dos son álbumes de colaboraciones. En Proyecto Toribio tenemos algunos de los mejores violinistas del circuito de folk. Toribio del Olmo fue un violinista de Algora, Guadalajara. Era el violinista de la ronda en una época y un lugar donde el violín era el rey del baile y de la ronda. En la primera mitad del siglo XX, en la provincia de Guadalajara el violín era el rey. En otros sitios se llevaba más la dulzaina o la gaita, pero en Guadalajara era el violín. Curiosamente, en los últimos años, en la península se está dando un auge del violín como protagonista en la música popular, folk, o como se quiera llamar. Y casualmente tenemos una relación estrecha con algunos de ellos, así que qué mejor que violinistas contemporáneos para revivir el repertorio de Toribio del Olmo".
A pesar de que nunca antes habían apostado por un disco instrumental en su totalidad –sí encontramos temas sueltos en otros trabajos–, consideran que este proyecto no debe verse tanto como una excepción, como una rareza, sino más bien como la confirmación de que en todos estos años no han dejado de moverse, de transformarse y evolucionar: "Este doble álbum podría ser una ruptura, pero también puede verse nuestra manera de hacer las cosas, explorando todas las posibilidades que nos ofrece el arte", expone Roberto.
Una de las pocas cosas que sí parece mantenerse invariable en su discografía es la vocación divulgativa de las composiciones, que aun sin ser explícita ni evidente, forma parte de la manera como entienden el oficio: "sin duda utilizamos temas o ritmos que están en desuso dentro de la música más comercial, pero nuestro fin es lúdico, simplemente utilizamos herramientas que están a nuestro alcance para expresarnos", cuenta Quique en este sentido. "Lo que sí me gustaría es que este disco sirviera como reivindicación en la comarca de Guadalajara de ese instrumento, el violín, que, durante años, y a causa de otras corrientes imperantes, ha quedado relegado a un plano puramente etnológico de las personas que se dedicaban al estudio de la música folclórica".
Como se trata de un proyecto ideado antes y durante la pandemia, es obligado acabar la entrevista hablando del contexto creativo en el que surgió y se desarrolló este doble álbum. "Para nosotros la música no es un hobbie, así que la pandemia ha supuesto que nos hayan fallado los ingresos de uno de nuestros trabajos. Nos ha afectado como a todo el mundo. El olvido del Gobierno del sector cultural, si bien se ha hecho ahora más patente, no es consecuencia de la pandemia, viene de muy atrás. Eso es lo que hay que cambiar, las bases de cómo es visto un trabajo como este y la labor de quienes lo hacen y el aporte a la sociedad que supone".
Quique pone así de manifiesto que más allá de las campañas que reclaman ayudas específicas o que la cultura es segura y debe ser protegida, el confinamiento ha hecho evidente la falta de redes de apoyo en el sector de la música en España. "Ningún gobierno va a intentar solucionarlo porque a los políticos no les interesa dar voz al pensamiento crítico. Nos quieren cantando cosas de hooligans de campo de fútbol, no nos quieren cantando cosas de Woody Guthrie o de Chicho Sánchez Ferlosio. El arte cuestiona la realidad, la manera de ver las cosas. La cultura debe ir asociada al pensamiento crítico, y no me refiero solo a la política", expone Roberto, apuntando a la responsabilidad que debería asumir el propio gremio.
¿Y cómo cambiar ahora todo esto? "Primero: no se nos ha educado para entender la música de otra forma, no solo por lo accesible que es ahora la escucha en cualquier medio, si no por el concepto que engloba en general la producción artística", defiende Quique. "Parece que coger una guitarrita y cantar es algo que se hace en ratos libres. Hay que darle valor a todo el trabajo que lleva detrás editar un disco, o dar un concierto. No se ven las horas de ensayo y de trabajo".
Su hermano, sin embargo, opina que el problema del mal funcionamiento actual de los circuitos de música viene propiciado no tanto por falta de interés del público, como por el sistema de monopolio que propician las plataformas digitales. "Lo que he observado estos últimos meses es que la gente tiene ganas de escuchar música en directo, vienen a conciertos aunque sea sentados a 2 metros y con mascarilla. Lo que sí es preocupante para los músicos son las plataformas streaming".
Para el artista "todas cuentan con que nosotros, los creadores, los músicos, le regalemos su contenido constantemente. Y lo hacemos. Ellos sin contenido no son nada, pero todo el mundo quiere estar en el escaparate de Spotify cueste lo que cueste. Y es estar por estar, por existir, porque no creo que aporte gran cosa. La mayoría de la gente que te escucha en Spotify es porque es gratis. Lo de comprar música ya tal. Pero ese problema es de los músicos y los creadores: regalamos nuestro trabajo".