Chantal Maillard cuenta que en junio del 2017 recibió Los habitados de Piedad Bonnett. “Me quedé paralizada ante la dedicatoria interior: Para Daniel, in memoriam. Leí los poemas que seguían con los ojos cada vez más desorbitados y un ahogo en la tráquea. Tuve que cerrar el libro. Era mi propia vida lo que allí se decía”. Los versos de Bonett eran: Quién vio lo que no vi, / a mí me pertenece: / tú como una ave inversa que se entrega, / oscura y sin plumaje, / derrotada. Al leerlos, Chantal sintió que estas palabras iban en busca de sus propios versos: Los ojos en las estrellas.../ ¿había nubes? / Pájaro de alas rotas / Mi hijo.
Chantal Maillard pidió la dirección de la poeta colombiana Piedad Bonnett, “tenía que saber que no me equivocaba. Tenía que averiguar si aquello era un delirio, un extraño desdoblamiento en el espacio-tiempo o simplemente un ejercicio de una estadística sombría”. Piedad Bonnett recuerda muy bien aquel mensaje que recibió en la mañana, que le conmocionó no solo por lo que le decía, también por quién era ella. “Conocía perfectamente su obra, durante años trabajé con mis estudiantes su libro La creación por la metáfora. Alguna vez estando en Madrid supe que ella, como yo, había perdido un hijo, y esa tremenda coincidencia me hizo expresar mi deseo de conocerla, aunque considerándola remota”, leemos en el epílogo de Daniel. Piedad Bonnett contaba hace días en Artesfera de Radio Exterior, en la única entrevista que las dos han dado a propósito del tema que “lo que Chantal me envió en ese primer mensaje fue un poema muy corto, que era muy similar a un poema mío. No era solo cuestión anecdótica, que era una sorpresiva, sino que también habíamos expresado el dolor desde la poesía y desde una imagen muy similar. La de un ave cayendo”.
Lo que vendría después es una relación que poco a poco se convierte en sincera y profunda amistad entre madres poetas. Con un océano de por medio, pasaron el mismo calvario y, aunque puede que cada una viviera su duelo de una manera distinta, la pérdida de un hijo por decisión del mismo ha marcado profundamente la obra literaria de ambas. Esos versos aislados, ausentes de diálogo, escritos desde la intimidad para ser leídos en la intimidad de los lectores, cogen vuelo en una conversación entre amigos.
El poeta italiano/malagueño Ángelo Néstore es amigo de Chantal Maillard, además de un considerado escritor como así demuestra en Hágase mi voluntad (Editorial Pretextos, Premio Internacional de Poesía Emilio Prados). Desde hace cinco años, Ángelo Néstore dirige el Festival Irreconciliables de Málaga junto a la poeta y fotógrafa Violeta Niebla. “Chantal y yo somos amigos. Ha asistido muchas veces como público a Irreconciliables. Me explicó que estaba impresionada y conmocionada por la casualidad con la muerte del hijo de Piedad Bonnett, y propuso, en el marco del festival, y si a Piedad le apetecía venir a Málaga, hacer algo conjunto en honor a los dos. Piedad dijo que sí, y nos pusimos manos a sus obras”.
Los poemas y fragmentos utilizados en el oficio que llamaron Daniel. Voces en duelo pertenecen a distintos libros de las poetas, tal como se ha editado fue el guion del oficio fúnebre que llevaron a cabo en Irreconciliables. Se establece un diálogo mágico entre poemas e incluso, en ocasiones, parece que realmente una mirada contesta y atiende a la otra. Leemos los versos de Chantal Mallard: Dice el psicoanalista que el salto hacia el vacío / es, en forma simbólica, / un regresar al vientre de la madre. / De otro modo me hubieras buscado. / De otro modo habría yo querido recibirte. Leemos en la página posterior a Piedad Bonnett: Tarde. Llegar / Tarde. / Cuando han entornado los párpados. / No saber interpretar el eco / Ángel aún sin hacer/.
El 20 de octubre de 2018 la ciudad de Málaga dejó de respirar unas horas para escuchar el quejido hecho palabra y la contención emocional de las dos titanes de la poesía. “Ellas dos iban de negro. Les acompañaba un paisaje sonoro, una música que arropa. Estaban de perfil, luz picada y una miraba a la otra y la otra miraba a la una. Hablaban en su idioma, en el poético, mientras un silencio absoluto cortaba la sala. Más de doscientas personas, casi trescientas porque tuvimos que abrir las puertas, fueron partícipe del adiós y homenaje de Chantal Maillard y Piedad Bonnett a su Daniel. Lo que pasó allí fue magia. Nunca he visto nada parecido. La gente no paraba de aplaudir y, cuando bajamos el telón, se quedaron en la puerta esperándolas, y a la salida, como una tormenta emocional volvieron a aplaudirles”. Ángelo Néstore lo recuerda muy orgulloso y emocionado. Nos cuenta que sabe que las han llamado para que vuelvan a realizar la perfomance poética, el oficio fúnebre al doble Daniel, pero ellas deniegan invitaciones, porque allí acabaron de despedir a sus hijos.
Escribe Chantal Maillard en Daniel. Voces en duelo: “En el escenario a oscuras, dos sillas frente a frente. En medio, el abismo. Dos voces trazando puente sobre la nada. Proyectados, la pena es menos pena, el dolor menos propio. Al fin y al cabo ¿no habitamos todas el mismo cuerpo? Y allí donde la mente se resiste, el poema encuentra”. Piedad Bonnett asegura que aquello fue una experiencia catártica y colectiva, que tenía como fin último desterrar el tabú del suicidio, y reconocer la dignidad del suicida, este libro y aquella perfomance pretende hablar del “viejo tema de la madre que se queda rota por la pérdida de un hijo”.
Leemos los versos de Maillard: “Hoy es domingo, según el calendario. También era domingo aquel día. Así los ciclos. Así los sueños y la vida. Todo retorna. Salvo lo que fuimos. Vengo a ti. Me siento ante esa especie de altar que construí hace ya... ¿cuánto años? En un altillo del ropero, con los pocos objetos personales que me quedaban de ti. Me siento con una taza de té y el cuaderno. Escribir, ya sabes, mi manera de orar.”