¿Ha interferido la pandemia, a nivel logístico, en la grabación?
Iñaki: En realidad no, porque habíamos planeado estar más parados en 2020 y sacarlo este año. Pudimos componer más en casa y justo cuando fuimos a grabarlo a Sevilla era una época en la que había más movilidad y salió todo adelante.
En el estilo se nota un cambio. Himno de España, Lo tiro, El rayo: hay más momentos para bailar que en otros discos. Se notan las referencia a la banda Talking Heads y el espíritu del homenaje que hicisteis a Las Grecas hace dos Primavera Sound.
I: Había una idea de producción que no habíamos hecho antes: priorizar el ritmo. Esto incluye el bajo y la batería. Un poco esconder más las guitarras. Y en ese sentido estamos contentos de cómo fue la grabación con Raúl Pérez, que ha trabajado así con Pony Bravo o Novedades Carminha.
Álex: Cuando no estaban ni las canciones sí que hablábamos incluso de ir a por nuestro disco funk de Kokoshca. Luego fuimos rebajando las expectativas y aceptando las cosas que nos salen naturales.
Amaia: También veníamos de El Mal, que era un disco más oscuro, y queríamos canciones más directas y letras más vitalistas, más positivas.
Hablan un par de veces de España y del pueblo español, literalmente. Un tema amplio y complejo que tratan de una manera artística y casi sociológica, ¿por qué les interesa tanto?
I: España nos parece muy extrema en ciertos postulados. Seduce y repele. Nos parece interesante tener una voz propia como han hecho en Estados Unidos buceando en su folclore sin hacer flamencos ni jotas. Siempre nos ha seducido toda una historia que comprende las Misiones Pedagógicas, la Institución Libre de Enseñanza o Valle-Inclán, sin entrar en maniqueísmos. Somos de izquierdas pero intentamos dar una visión artística, como dices.
A: A mí me atrae mucho toda la parte horrible que tiene este país. Lo que ha pasado con Villarejo, por ejemplo. No sé cómo será en otros países, pero es flipante y es donde vives.
No me escondo: Asia es preciosa. ¿Cómo se sienten con respecto a esa canción y qué les unía con el alpinista Iñaki Ochoa de Olza, fallecido en 2008 en el Annapurna y a quien está dedicada?
I: Las canciones las hace la gente. Tienen vida propia. Es verdad que mucha gente nos ha dicho eso que tú dices sobre la canción, pero las canciones os reflejan a vosotros, y eso es guay.
A: A mi padre le gusta mucho la montaña y tenía ese libro [Bajo los cielos de Asia, las memorias póstumas de Ochoa de Olza] en casa. Ya conocíamos la historia porque su rescate duró mucho. En Navarra todos los días contaban esa noticia. Recuerdo que la familia decía que Iñaki quería quedarse allí. Me flipó el libro y se lo dejé a ellos. Lo mejor ha sido enseñarle la canción a la familia.
I: Nunca le conocimos, pero dicen que tenía una especie de magia personal.
Á: Tenemos dos sensaciones cruzadas con esta canción. A la gente le está gustando mucho, pero por otro lado se cruza con cuestiones de algoritmos que hacen que haya sido menos escuchada que otras. También creemos que cogerá su propio camino cuando empecemos a tocarla en directo.
A: Pero el algoritmo no tiene sentimientos, no siente, no puede hacerlo bien.
Voy a leerles varias frases que aparecen en su disco. "Y aunque me han hecho mucho daño no he aprendido a hacer daño". "Sí hay show". "Voy a salir de esta". "Abre y que corra un poco el aire". Hay luminosidad en el disco. No se aprecia falsa distancia, ni frustración, ni proyectan emociones negativas. Al revés, el disco consigue hacer de rechazos, rupturas, soledades o bajones algo constructivo.
A: La música es terapia también. Puedes sacar cosas bonitas de la mierda. Solo haciendo una canción, ya solo describiendo ese dolor, parte de él se va.
I: La sublimación. Hay un mecanismo de defensa del 'yo' en el psicoanálisis, hacer arte de los sentimientos negativos, convertirlos en algo bien recibido por la sociedad. Aunque es más complicado que eso, de todas maneras.
Á: En mi posición de batería, soy testigo de los procesos compositivos de Iñaki y de Amaia y recuerdo cierta energía luminosa, ese no conformarse, ir a por un estribillo más amplio. La grabación, además, al final del verano, fue la guinda a un proceso de estar mucho juntos. Y hay mucho de autoafirmación, de crear grupo. Tampoco tenemos muchas canciones malrolleras.
A: Bueno, hemos cantado "vais a morir".
I: O "Mami ha muerto". Sí, había cierto cinismo o frivolidad.
¿Kokoshca os da para vivir?
I: Sobrevivimos, estamos acostumbrados a la precariedad. Álex además es promotor.
Á: Gestiono, entre otras cosas, la sala Dabadaba en Donosti, y el impacto ha sido más en la ansiedad, a un nivel que no había conocido, he somatizado incluso. A mí lo que me maravilla es cómo se lo toman Iñaki y Amaia, que han decidido apostarlo todo a Kokoshca.
A: Es algo que tengo tan claro... También que si en un momento dado quiero otra cosa, haré otra cosa. Es jodido no tocar, porque ves que se va acabando el dinero. Pero no tengo dudas en mi elección de vida ahora mismo.
¿Existe la clase media en la música nacional? Quizá su grupo encajara ahí, pero no sé si ocurre como con lo que se ha llamado clase media a nivel social, que hay más desvelos y pufos que urbanizaciones con piscina.
Á: No la hay. Pienso en si hay algo similar a La Femme en Francia, gente que no es mainstream pero sí llega a un público muy amplio. Hay cuatro o cinco cosas arriba, luego toda la gente que está abajo necesita trabajar y si no lo hacen es por apuestas vitales.
A: Igual es un reflejo de la sociedad, ¿no está desapareciendo la clase media?
I: Hay teorías de que nunca la ha habido.
En la canción El mal enumeraban varios de los tormentos de este mundo, como la medicalización de heridas estructurales o las andanzas neoliberales de Milton Friedman y los Chicago Boys. ¿Dónde han visto "el mal" en este último año?
A: Yo estoy muy alucinada con la capacidad de algunos para delatar a su vecino. ¿Por qué la gente sacó un chivato, un policía interior?
I: A Friedman lo descubrí por La Doctrina del Shock de Naomi Klein y precisamente sí que me ha afectado en ese sentido la gestión política de las residencias. Quizá es muy inocente, porque el neoliberalismo funciona así, pero eso me jodió. Y la capacidad de subordinación que tenemos.
Á: A mí me ha vuelto majara la explicitación del mal. Aquella canción era como un inventario oculto. Ahora el mal es explícito. El cinismo que sigue la comunicación política es un meta-mal. Ya no hace falta disimular, es como ir a saco con lo malo. Escapa a mi comprensión que hacer bandera de ello sea beneficioso.
I: Hay una lógica en esa comunicación, consecuencia seguramente del algoritmo. Marta Peirano lo explica muy bien. Son tiempos muy epidérmicos, muy rápidos. Ese fomento de los mensajes puramente emocionales.
En el disco se vuelven a poner autorreferenciales, algo también marca de la casa. ¿En qué estado emocional se encuentran respecto al grupo?
I: Hay un punto teatral siempre. Tienes que creer en ti porque, si no, qué haces aquí, pero también te ríes de ti porque, si no, rozas la soberbia. Sí que estamos muy contentos pero tampoco nos tomamos muy en serio… y a la vez sí, es una ambivalencia.
Á: Tenemos muchas inseguridades. Pero te diría que tantas como agradecimiento por todo lo que nos ha pasado gracias al grupo.
I: El otro día estábamos ensayando por la mañana y me di cuenta de que, aunque siempre estás intentando llegar a más gente, esto es la hostia. No os lo comenté así, pero os lo digo ahora. La esencia nunca va a fallar.
A: Para mí, Kokoshca es lo mejor que he hecho en mi vida, te lo digo en serio.