Abad grabó lo que ocurría en los garitos de Malasaña hasta el año 2002. Aquellas cintas estuvieron acumulando polvo en un rincón hasta que dos décadas después organizó una exposición en la sala madrileña El filete. En un principio iban a ser doce fotos y acabó siendo una muestra de 180 y un vídeo de 10 minutos. Carlos Galán, responsable y fundador de Subterfuge, se pasó por allí y le propuso hacer un podcast homónimo en la emisora del sello. “Tardé 14 años en digitalizar las cintas, después tres meses en mirar lo que tenía y hacer la selección para la exposición. Fue muy trabajoso”, cuenta Abad a elDiario.es.
La idea inicial del programa era que tuviese el formato habitual de tertulia con música y cortes de algunos de los clips que tenía el documentalista. Pero cuando llegó el confinamiento por la pandemia se puso a digitalizar aún más materiales como fanzines y a contactar a más gente, por lo que el archivo se hizo enorme. La grabación del podcast se inició en diciembre y el primer capítulo, titulado Tontipop, se estrenó a finales del pasado mes de marzo. “Aún quedan dos o tres por grabar. Al principio cada capítulo duraba 45 minutos y ahora duran 1 hora y pico cada uno. Iba encontrando cosas tan guays que las tenía que meter”, afirma Abad.
Conduce el programa junto a Fernando Porres, ínclito personaje de la noche, madrileña y cuentan con entrevistas de muchos de los protagonistas de aquella escena como Borja Prieto y Diana Aller de la banda Meteosat y el fanzine YOYO, dos de las cantantes de Blas y Las astrales o Guillermo Mostaza del dúo Ellos. Estas participaciones las grabaron durante ocho horas seguidas, mientras los invitados iban circulando por el estudio. Más tarde añadieron los cortes musicales, nuevas voces y otros apoyos sonoros.
El germen de esta ‘Re-movida’, como la llamaron algunos, fue el primer disco de Los Fresones Rebeldes, ¡Es que no hay manera!, que se publicó en 1997 de la mano de Subterfuge, aunque su punto álgido llegó en 1999. Abad venía del punk y por la época estaba grabando su corto Mi novio es bakala pero no encontraba canción para la banda sonora. Hasta que un día fue a un concierto del grupo Meteosat en el Círculo de Bellas Artes de Madrid: “Yo era amigo de la novia de Fino, de Los enemigos, que les estaba produciendo. El concierto fue horrible porque no sabían tocar, ni darle al botón del piano, pero ví que algo tenían. Así que les pedí que hicieran la canción, les conocí y me fui metiendo en ese ambiente”, manifiesta.
Borja Prieto era uno de los componentes de la banda que menciona Abad, una de las representantes principales de la escena. Comenta a elDiario.es que quienes formaban parte de aquel movimiento tenían entre 16 y 22 años y tenían en común "primero las ganas de diversión y en segundo lugar la devoción al pop en español, una especie de culto o veneración a los primeros 80 y los grupos ñoños de los 90. Fue una bonita casualidad que vino cimentada por un rechazo al pop que reinaba en aquellos momentos que era música en inglés hecha por gente de aquí”. Música y efervescencia juvenil o “dicho de otra manera más burda, la fiesta y las ansias porque en esta ciudad pasara algo”, añade.
Aunque parezca que esas ‘movidas de hace 20 años’ se gestaron solo en Madrid, el espíritu y sobre todo la música, traspasó las fronteras de la capital. En Barcelona también cuajó y, de hecho, el término ‘tontipop’ nació en dicha ciudad. Según explican en el primer capítulo del podcast, la primera vez que se utilizó la palabra en la prensa generalista fue en la columna La juventud española, que Jordi Costa publicó en el año 2000 en su sección Vida Mostrenca del suplemento Tentaciones de El País. Cuando la editorial La Tempestad publicó el libro homónimo, el autor añadió una nota: “El término ‘tontipop’ fue acuñado por Antonio Baños (...) que ustedes seguramente recuerden de bandas como Los Carradine o la CUP”.
Los periodistas radiofónicos como Jesús Ordovás o Juan de Pablos fueron dos de los grandes responsables de la fama de bandas del género. El tercer punto caliente de la escena en España fue Murcia, aunque Abad no tiene una explicación del por qué: “No lo sé, hubo una conexión muy fuerte, era un poco como la antítesis del rollo madrileño así como pijo pero conectamos bastante bien”. Los viajes entre ciudades eran frecuentes y no había rivalidad por ser la más puntera. “Al revés. De hecho, yo me acuerdo que en aquella época era súper guay ir a Barcelona. Había muchos garitos y la gente era súper maja. Y no había nada de ese rollo político, creo que es de las épocas en las que menos ha habido”, asevera.
En el propio podcast se comenta que en el ‘tontipop’ no había ninguna dimensión política. Pero Abad matiza que las letras de los grupos no eran frívolas como se decía. “También se metían con todas las cosas de la actualidad. Con estribillos como “Más bares, menos kosovares” de Blas y las Astrales en plena guerra de Yugoslavia. Había gente que no lo entendía. Pero era un poco por tocar los huevos y por reírse”. Estribillos así no están tan alejados de otros como “ETA, deja alguna discoteca” que el grupo de punk Lendakaris Muertos popularizó en 2006.
Otra de las cosas que define a la escena fue su fugacidad. En apenas tres años empezó, explotó y se disolvió. “Pedro Otero, que tenía un programa de radio que se llamaba El kastillo de las lágrimas, comenta que cada generación va más rápido que la anterior. La del noise, que vino antes, duró cuatro años y esta dos. Luego vino el electro y tal, pero yo creo que ahora no hay unas culturas tan específicas, todo es mucho más ecléctico. En aquella época recuerdo que si escuchabas punk no escuchabas pop y que no te pillaran escuchándolo tus amigos. En los dosmiles ya se fue difuminando, ya había redes sociales y menos tribu urbana definida”, explica Abad.
Para Borja Prieto, la cosa se acabó porque no daba para más. “Se disolvió porque la mitad de la gente que estábamos ahí no teníamos ningún interés real o serio en formar parte de aquello. Surgió, lo disfrutamos y después cada uno a lo suyo. Muchos fuimos músicos accidentales, me incluyo, y afortunadamente fuimos conscientes de nuestras limitaciones y bueno, lo dejamos a tiempo. En mi caso, aunque hicimos mucho ruido el grupo duró apenas dos años”, dice. Según Abad: “Nos veíamos por la sala Nasti, que era como la casa de todos, pero la cosa se fue diluyendo, la gente se hizo mayor y tuvo hijos, muchos se fueron de Madrid porque casi ninguno era de allí”.
La mirada retrospectiva de Abad tiene carácter de registro: “No lo miro con nostalgia, sino para documentarlo porque básicamente no existe. Hombre, viéndolo ahora digo qué bien nos lo pasamos, qué cosas más freaks hicimos. Pero mi idea es hacer un documental y ya olvidarme de ello”. Prieto lo resume en apenas una frase que casi define el espíritu de aquella escena: “Yo estuve, lo pasé pipa, conocí a un montón de gente interesante con la que sigo en contacto y ahora mis hijos hacen bromas de mi época tocando los tecladitos, ¿qué más se puede pedir?”.