La comisaria e historiadora del arte María Santoyo reunió una lista de 25 fotógrafas profesionales “reseñables” en los archivos de la Biblioteca Nacional de España (BNE). No las conocía nadie. Desde hace años se dedica a seguir el rastro de las pioneras: “El archivo de las mujeres fotógrafas es un territorio totalmente ignoto y prioritario. Era una afición admitida para las mujeres, aunque no se les reconocía. No se las entendía como profesionales, se las trataba como aficionadas. La historiografía ha mantenido una visión patriarcal completamente incrustada".
"No olvides que hay una grave responsabilidad de los historiadores contemporáneos, porque no hemos ido a las fuentes. La falta de investigación ha perpetuado la discriminación”, sostiene Santoyo. Para acabar con la desigualdad reclama voluntad política en la inversión para la investigación -“No podemos hacerlo por voluntarismo”- y sensibilidad institucional en museos como el Reina Sofía, para adquirir, conservar y difundir sus trabajos. En este museo sólo se pueden encontrar la labor de Gerda Taro (1919-1937) en la Guerra Civil española.
Lo más urgente ahora mismo, según explica María Santoyo, es digitalizar todos los archivos que están aflorando para que no se pierdan. Precisamente, una de las líneas de inversión de los fondos de recuperación y resiliencia de la Unión Europea es la digitalización. Este periódico ha podido saber que el Ministerio de Cultura no ha contemplado ninguna línea de inversión en ese sentido “de momento”, indican las fuentes consultadas. Si las autoridades no actúan con rapidez, archivos como el de Sabina Muchart, la primera fotógrafa de guerra de la historia, podrían desaparecer.
Nacida en Olot y afincada en Málaga, fotografió en 1893 la rebelión del Rif, la Segunda Guerra de Marruecos. Gracias al historiador Antonio Jesús González hace cinco años descubrimos que esa “S” no era la firma de un hombre como se creía. “La fotografía no excluyó a las mujeres, pero los fotógrafos sí”, recuerda Santoya en referencia a la Real Sociedad Fotográfica de Madrid, que les prohibían el acceso a ellas.
Sin embargo, la memoria de Agustí Centelles, Santos Yubero, Alberto García-Alix, Catalá-Roca, Ortiz Echagüe, Alfonso o el grupo AFAL sí está protegida en museos estatales, autonómicos o locales, que como indica Silvia Omedes, directora de Photographic Social Vision Foundation, tienen muy buenos técnicos, conservan muy buenos legados, pero carecen de recursos económicos como para ampliar sus fondos, digitalizarlos y difundirlos. Desde hace más de dos décadas gestionan archivos de fotógrafos y colaboran con instituciones públicas para poner en valor, reactivar y rentabilizar el trabajo de sus clientes. Aunque Omedes insiste en que la falta de inversión pública en archivos fotográficos les afecta a ellos y a ellas por igual, reconoce que desde el rescate del trabajo de Joana Biarnés (1935-2018) hay una mayor sensibilización por la conservación de la obra de las fotógrafas.
Photographic Social Vision administra el fondo de la pionera del fotoperiodismo desde hace seis años y los beneficios de explotación (alquileres de exposiciones, venta de copias) se invierten, por deseo de Biarnés, en una beca de 8.000 euros para ayudar a jóvenes fotoperiodistas en sus investigaciones. También administran el fondo de Isabel Azkárate, primera fotoperiodista vasca, y el de Mey Rahola (además del de Oriol Maspons o Jaques Léonard). Se reconocen como una institución privada con una misión pública. “Si la inversión en cultura no llega al 2% de los presupuestos generales, es complicado que se inaugure un museo propio de la fotografía”, comenta Omedes.
Las especialistas consultadas señalan los archivos municipales como elementos esenciales en la recuperación de las fotógrafas del pasado que van apareciendo. “Estos centros son los que se están haciendo cargo de ellas”, dice Mireia Antón, historiadora del arte especializada en fotografía y género. Recuerda que la primera exposición retrospectiva que se propuso rescatar y exhibir el trabajo de las primeras fotógrafas se inauguró en el año 2004, comisariada por Colita y Mary Nash, en el Palau Robert, con el título “Fotógrafas pioneras de Cataluña”.
Seleccionaron una docena de mujeres que rompieron con el papel de “ángel del hogar” que el patriarcado les había asignado. Aquellas mujeres, al abrirse camino en un universo exclusivamente masculino, desafiaron las restricciones sociales de género y se reunieron en torno a la Agrupación Fotográfica de Cataluña (AFC). “Con el laboratorio en la cocina o el baño de su casa, lograron una obra de primera categoría”, explicaban las comisarías de la muestra.
Los herederos conservan como pueden el patrimonio histórico y artístico, a la espera del compromiso de la Administración Estatal en la inversión de un plan de rescate de las fotógrafas que retrataron la España de la primera mitad del siglo XX. “El reto es construir una genealogía de mujeres que se dedicaron a la fotografía, romper con el canon que llevamos años repitiendo en el que ellas no figuran. Para ello es necesario recuperar sus archivos”, advierte Mireia Antón. Esa podría ser una de las misiones de las que se ocuparía el Centro de Fotografía e Imagen que se reclama al Ministerio de Cultura.