Y una parte de ese libro es también la serie 'Maricón Perdido', producida por El Terrat y estrenada el 18 de junio en TNT, en la que Roberto Enríquez realiza un ejercicio de honestidad al trasladar a la pequeña pantalla su propia infancia y juventud, su familia y amistades y el descubrimiento de su propia identidad.

Un ejercicio que le coloca en un momento dulce profesionalmente, por la buena acogida de crítica –recibió el aplauso de la prensa especializada tras su presentación en el Festival de Málaga– y un público que ha visto en él a un referente del colectivo LGTBI. "Me da apuro lo de referente, pero siento la responsabilidad de haber encontrado un hueco desde el que hablar y desde el que retumba mi voz", reconoce.

¿Cómo afronta la escritura?

Escribo siempre para divertirme y resolver con la literatura conflictos que planteo en el texto. En 'Mansos' ponía constantemente al personaje en situaciones que él tenía que ir resolviendo. Con el tiempo me he dado cuenta de que en realidad es lo mismo que he hecho con mi vida, tratando de solucionar o de salir de atolladeros a través de la literatura. Siempre escribo como lector y tengo que divertirme y entretenerme haciéndolo. Si me aburro, a nadie le va a importar lo que escribo. No confío en mi como escritor, pero confío mucho en mi criterio como lector. Cuando consigo coger distancia y leerme, es cuando puedo decir si me gustaría aunque no fuera mío.

¿Cómo es el ejercicio de reeditar un libro 10 años después?

Es muy chulo porque me reconozco completamente en ese libro. Lo escribí hace unos 12 años, como un ajuste de cuentas contra mí. Quería ponerme en mi sitio y terminar una etapa de mi vida. Ahora lo leo y me parece muy interesante enfrentarme a él y ver que sigo estando ahí. Tanto, que en la serie, el cuarto capítulo es el libro y su proceso. Incluso me permitió cambiarle el final, jugar con él. Igual que cuento extractos de mi vida en la serie y el libro, como este forma parte de mi vida, también lo utilizo como una experiencia. Una parte de mi biografía es ese libro.

El protagonista, que sufrió bullying en el colegio, es un hombre tremendamente temeroso e inseguro. ¿Es la herencia de años de silencio y acoso por ser homosexual?

Esa sensación de haber vivido con miedo a las reacciones de los demás, a las opinión o de continuar esperando la validación ajena es la herencia del patio de colegio. No solo lo vive el colectivo LGTBI, también mucha otra gente. Me he dado cuenta de que hay roles y modelos que sigo replicando: siempre creo que los demás saben más que yo, confío en que sean los demás quienes me validen... También creo que lo saben quienes han sido verdugos y ocupan ese lugar y siguen funcionando en él. Si pueden, se aprovechan de nuestras flaquezas.

Mateo recurre a un prostituto, pero luego no confía en él cuando le ayuda...

Lo bonito es que "Darío" le desmonta los prejuicios. También hay un problema muy importante: el dinero y cómo nos coloca en posiciones de poder. Mateo no solo paga a un chapero por no sentirse inseguro o por no poner en juego su cuerpo ni su autoestima, sino para ejercer poder. Pero se da cuenta de que está dando por hecho cosas que no son así. La otra persona no es solo un cuerpo, es una persona que le da una lección de humanidad, de afecto y que, de algún modo, le salva la noche.

Este problema del dinero creo que tiene mucho que ver con la historia del colectivo gay, que acarrea esta necesidad de afecto, de validación y se siente muy perdido en un momento en el que la derecha neoliberal le acoge. Le dice: venid aquí, nosotros no somos homófobos, dadnos vuestro dinero y participad de esta construcción del capitalismo perverso. Ahí la izquierda pierde la ocasión de poder abrazar al colectivo. Eso ha cambiado bastante desde que escribí la novela y el colectivo se ha hecho más abierto, más poroso, más justo y más transversal. La izquierda está entendiendo que formamos parte de esa lucha. Me parece muy importante entender que tenemos una memoria de lucha que puede ayudar a muchas otras.

Hay voces que acusan al activismo LGTBI de ser un lastre para las reivindicaciones de la clase obrera.

Es absolutamente ridículo porque gran parte del colectivo LGTBI es clase obrera. Además, durante mucho tiempo ha sido lumpen, porque ha tenido que desplazarse y dejar su entorno para irse a las grandes ciudades y poder vivir en libertad su afectividad, su sexualidad y su cultura. Hemos sufrido discriminación y abusos laborales, compartimos todas las luchas legítimas de la clase obrera. Asumir que afeamos o que frivolizamos la lucha de un señor con mono de mecánico y un palillo en la boca es tener una visión un poquito rancia de lo que es la lucha obrera. El colectivo trans tiene muchas lecciones que dar sobre la lucha obrera y las luchas por los derechos. Cubrirlas todas nos puede hacer mucho más fuertes y muchísimo más eficaces.

El colectivo trans es el protagonista de este Orgullo en un momento en el que sus reivindicaciones se han puesto en tela de juicio.

Si alguien ha estado en la lucha desde el principio y se ha partido la cara por nosotros ha sido el colectivo trans. Desde la lucha durante la pandemia del VIH, hasta la lucha por nuestros derechos. Cuando se aprobó el matrimonio igualitario estaban ahí, pese a que no formaba parte de sus reivindicaciones. Son punta de lanza desde Stonewall. Ese momento muy oscuro, casi de pelotazo, en el que las siglas LGTBI eran solo la G, y la G quería ser absolutamente normalizada y absorbida por el sistema, ha pasado. Ahora estamos entendiendo que las reivindicaciones de todas son legítimas y que tenemos que apoyar las del colectivo trans porque implica que puedan vivir con dignidad.

¿Una parte de esa normalización está condicionada a que no se note que eres gay, que no tengas pluma, que no seas afeminado?

Yo odio el término normalizar, porque no me quiero normalizar. Es un escudo protector que ofrece cierta parte de la sociedad que tiene ese discurso dominante: "si no queréis problemas, venid bajo nuestro ala". Pero tienes razón, para ser un miembro legítimo y bien considerado del colectivo gay tienes que tener un cuerpo normativo, no tener pluma... Eso va avanzando y te compras unos niños, no porque creas que la paternidad es lo más, sino para hacerte inofensivo para el sistema.

Yo defiendo mucho el hecho diferencial de la cultura LGTBI y creo que no es que tengamos que ser absorbidos por el sistema, sino que el sistema tiene que entender cuál ha sido nuestro recorrido y aprovecharlo para sus propias batallas. Estamos ampliando los márgenes de la libertad de todos. Los hombres y las mujeres cishetero deberían estar muy agradecidos tanto al movimiento LGTBI como al feminista, porque ha ampliado las posibilidades de ser hombre y de ser mujer. Un tío hetero de 2021 tiene muchas más formas de vivir su hombría y su masculinidad gracias a que el colectivo LGTBI ha abierto modelos.

Comentaba que la derecha liberal había dado hueco a los hombres gays...

Les había tendido una trampa. Hablar de hueco sería muy generoso.

¿Cómo está viendo la connivencia del PP con la extrema derecha en Madrid? Ayuso se ha mostrado abierta a modificar las leyes LGTBI, como reclama Vox.

Cuando Ayuso o la extrema derecha deciden que ya no van a apoyar o a financiar políticas de protección para el colectivo LGBTI, esos que sucumbieron a la trampa ya no se consideran a sí mismos parte del colectivo. Ya no va con ellos. Hay que asumir que esa gente se ha salido de los márgenes para caer en un tipo de vida que creo que tampoco hace feliz a nadie, porque estamos comprobado que no es un modelo de felicidad. Lo terrible es que han sido tan integrados que creen que los apocalípticos somos los demás. A ellos no les afecta porque el estatus socioeconómico y político te aísla de esos márgenes, pero que tengan cuidado, porque en algún momento ese margen puede ir extendiéndose y puede ocurrirles como a Truman Capote.

Él creía que era un miembro más de la alta sociedad, porque les divertía y les entretenía, pero en el momento en el que escribe sobre ellos y les delata, le expulsan. Una parte del colectivo, que vota a la derecha o que mira para otro lado, tiene que entender que está ahí de prestado y que, además, también están funcionando como carne de cañón del pinkwashing y de cierta apertura falsa. Se están equivocando de aliado y de enemigos porque siguen considerando que quienes estamos en los márgenes o levantamos la voz ante cualquier política anti-LGTBI nos estamos autoexcluyendo del mejor de los mundos posibles. Me gustaría decirles que ese no es el mejor de los mundos posibles.

¿No cree que se pueda ser LGTBI y de derechas?

No lo concibo. Me lo discutirán muchísimo, pero hay una cosa que es clave para mí: la cultura LGTBI tiene que ver con la memoria histórica, con las reivindicaciones de lucha y con saber de dónde venimos. Si algo desprecia la derecha de este país es la memoria histórica de cualquier tipo.

En el libro habla del odio al propio cuerpo, ¿cómo se supera ese odio hacia uno mismo cuando no encaja en los cánones de belleza normativos?

Con otros cuerpos. Yo me quito el miedo tocando, por eso he pasado tanto miedo durante la pandemia, pero también me quito el miedo a mi cuerpo sintiendo otros cuerpos. El cuerpo no tiene nada que ver con el sexo ni con el deseo. Lo que a ti te pone atómico en la cama no tiene nada que ver con un cuerpo proporcionado, tiene que ver con la piel, el olor, la empatía, cómo encajan esos dos cuerpos. Un cuerpo objetivamente hermoso no tiene por qué ser un modelo de deseo, sin embargo muchas veces un cuerpo 'escombro' es un refugio maravilloso para el sexo y una experiencia deliciosa.

¿Cómo está Mateo hoy?

Espero que vivo, que sea feliz y que esté enamorado. Ojalá estuviera con "Darío".

¿Y cómo ha cambiado Bob Pop?

Tengo menos ajustes de cuentas conmigo mismo, estoy mucho más en paz y me lo paso mucho mejor. Tengo mucha menos prisa en general. Me sigo encontrando en todo eso que cuenta Mateo en el libro. Y sobre todo creo que me he hecho mayor, y eso está muy bien para un montón de cosas.